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Opinión

"Pablo, sé fuerte"

Pablo Casado y Mariano Rajoy en la convención del PP de enero de 2019

De todos los ex presidentes del Gobierno, el más discreto, ese que no concede entrevistas y solo ha publicado un libro para no contar nada de enjundia -marca de la casa-, Mariano Rajoy, nunca se imaginaría enviando a su sucesor, Pablo Casado, un whatsapp de este tenor: "Pablo, sé fuerte", al estilo de aquel otro famoso que mandó a Luis Bárcenas en los días en que la Justicia empezaba a cercar al ex tesorero del PP.

...Pues igual tiene que acabar acabar haciéndolo, miren por donde, porque la denominada operación Kitchen ordenada desde quien sabe qué alturas de su Gobierno y, sobre todo, la confesión del principal imputado, el ex secretario de Estado de Interior, Francisco Martínez, con frases tan jugosas como "mi error fue haber sido leal a miserables como Rajoy, Cospedal o Jorge", apuntan directamente al corazón de lo que fue la dirección del PP entre 2008 y 2018.

Todo un torpedo en la línea de flotación del nuevo proyecto de Casado, a quien no va a salpicar el oleaje judicial ni de lejos como acabó ocurriéndole a Bárcenas, cierto, pero políticamente puede dejar muy tocado a poco que se muestre dubitativo en cortar de raíz el patriotismo de partido mal entendido que demanda el ex número dos de Interior.

¿Tiene algo que ver con ese pasado turbio? Lo mismo que Sánchez con el fraude de los ERE en Andalucía... Nada. Cuando sucedieron los hechos, por no estar, Casado no estaba ni en la dirección del PP

Vayamos por partes, ¿Tiene algo que ver con ese pasado turbio de las cloacas de Interior? Lo mismo que Pedro Sánchez con el fraude masivo de los ERE en Andalucía... Nada. Cuando sucedieron los hechos, por no estar, Casado no estaba ni en la dirección del PP -Rajoy le nombró vicesecretario de Comunicación en noviembre de 2015-, pero es tal la cantidad de munición que van a recibir sus adversarios durante los próximos meses que me imagino a Podemos, a Iván Redondo, al presidente del Gobierno, y también, por qué no decirlo, a Santiago Abascal, frotándose las manos desde el lunes por la noche.  

Para los primeros, acabe como acabe esa instrucción, la sentencia sobre Casado ya está dictada: no puede desligarse de la corrupción sistémica del PP ni en Madrid ni fuera, lo cual le invalida como alternativa en un momento en que ¡oh. casualidad! el Gobierno está más que débil: con el presupuesto en el aire, tensiones entre socialistas y morados, y una seria amenaza judicial a Pablo Iglesias.

Y para Vox, que sigue sin revelar cuándo van a presentar la moción de censura, con el indisimulado propósito de registrarla cuando más pueda perjudicar a su rival en el campo del centro derecha, a ver si así hay un sorpasso cada día más díficil, lo de Bárcenas es el agua de mayo que necesitaba en su intento de frenar la vuelta de voto popular al redil de la calle Génova. 

Así que el presidente del PP va a tener que hilar fino, ser audaz, romper el muro que le quieren construir a izquierda y derecha en el Congreso y fuera de él, mostrarse útil y con una cintura que le permita poner en valor los 90 diputados que logró en las elecciones generales de hace un año. En definitiva, volver a situar al partido en el centro del debate político de donde sus adversarios le quieren sacar para que centre el debate judicial.

El riesgo de volver al 'nasty party'

Si eso pasa por romper el bloqueo en la renovación del Consejo General de Poder Judicial (CGPJ) o pactar la de RTVE, para acaparar noticias en positivo, adelante. Todo antes que la vuelta al papel de nasty party (partido antipático), irrelevante como alternativa y sin margen de maniobra ni protagonismo en el otoño caliente que prepara Vox en la calle sin contar con el PP; Una etiqueta que bien conoce Rajoy de la etapa 2004-2008, cuando negó al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero el pan y la sal simplemente por la forma en que había llegado al poder tras el atentado del 11-M. Le costó otros cuatro años rectificar.

Y si se permitió el lujo de rechazar el Pacto por la Educación que propuso el entonces ministro Ángel Gabilondo en el agonizante último gobierno de Zapatero, lo hizo a punto de lograr en las elecciones de diciembre de 2011 la mayoría más absoluta del PP en toda su historia: 186 diputados, tres más que José María Aznar en 1996.

Es decir, Rajoy lo hizo porque los sondeos decían que se lo podía permitir, pero ese no es el escenario de Casado, al cual quedan años de oposición -dos, al menos, si Sánchez consigue sacar adelante el presupuesto-, que habrá de administrar con inteligencia en los tiempos y en las formas.

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