La Transición española fue una partida de ajedrez que jugaron los dos bloques de la Guerra Fría en el tablero global. Estados Unidos, que este lunes asiste a la segunda toma de posesión de Donald Trump, vigiló de cerca el "lento proceso, paso a paso", hacia la "liberalización" de España, el eufemismo con el que la élite política estadounidense, con el presidente Gerald Ford a la cabeza, se refería a la llegada de la democracia tras el franquismo. El objetivo era no asustar a los inmovilistas españoles. Y aunque la Casa Blanca no llegó a realizar una intervención directa, sí puso mucha atención a la península ibérica, especialmente tras la revolución de los claveles en Portugal, que también terminó abruptamente con cuatro décadas de dictadura. Había miedo de que el comunismo se asentara en el Sur de Europa.
En verdad, no se entiende la reciente historia de España sin la influencia de Estados Unidos. En casi medio siglo de democracia asentada, el PSOE, el partido que más tiempo ha gobernado el país, ha tenido una tormentosa relación con el otro lado del Atlántico. Aunque siempre ha terminado buscando el apoyo del amigo americano. Realpolitik. El primer enganchón serio fue por culpa de la OTAN. Felipe González y Alfonso Guerra prometieron a la Unión Soviética en un viaje de ambos a Moscú en 1977 que el PSOE mantendría su neutralidad frente a las exigencias norteamericanas de una pronta adhesión española a la organización.
Poco después, ya a principios de los ochenta, el PSOE inició una dura campaña en contra del ingreso de España en la Alianza Atlántica en la que contó con un fuerte apoyo juvenil. Pero no le sirvió de mucho. Fue el expresidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo (UCD), un año después del intento de golpe de Estado del 23-F, quien aceleró las negociaciones con Washington y convirtió a España, el 30 de mayo de 1982, en el miembro número 16 de la OTAN. En octubre de ese mismo año, Felipe González cerró su campaña electoral con la promesa de un referéndum sobre la pertenencia a la Alianza. El PSOE usó el señuelo y arrasó en las elecciones generales del 28 de octubre con 202 escaños.
Pero el contexto político internacional hizo imposible que González, ya como presidente casi plenipotenciario, pudiera sacar a España de la OTAN. Y eso que, finalmente, se llegó al referéndum que prometió antes de ser elegido y que se celebró en marzo de 1986. González, que cambió de opinión, lo pudo haber perdido de no haber sido por su amenaza de dimisión. En verdad, la Guerra Fría, que se recrudecería hasta la caída del Muro de Berlín, en 1989, y el consiguiente estertor de la Unión Soviética, era el ancla de España en la Alianza. El PSOE pasó de defender una postura abiertamente contraria a la OTAN, con el lema "OTAN, de entrada no" a apoyar la permanencia española. Todo ese lío provocó el recelo en Washington, ya que España ocupa una posición estratégica clave en Europa. Las dudas iniciales de los socialistas dejaron una huella en las relaciones con Estados Unidos.
Ese bandazo de González afectó en las negociaciones sobre la presencia de las bases militares estadounidenses en España (Rota, Morón y Torrejón), que fueron un foco de tensiones. El expresidente socialista intentó renegociar los acuerdos bilaterales para limitar la presencia y el uso de estas instalaciones, algo que no agradó a Washington. Ya en la década de los noventa, y aunque España, con González aún presidente, participó en la coalición liderada por Estados Unidos en la Guerra del Golfo, dio solo apoyo operativo, lo que provocó cierta frustración en Washington, que esperaba un mayor compromiso de sus aliados europeos, incluida España. La reticencia de González a involucrarse más fue un reflejo de esas tensiones entre la política exterior española, que buscaba equilibrar sus relaciones en Europa, y Estados Unidos.
El siguiente presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, tuvo una relación áun más dificil con Estados Unidos. Antes de que fuera jefe del Gobierno, durante el desfile militar del 12 de octubre del año 2003, decidió permanecer sentado durante el paso de la bandera estadounidense, lo que generó críticas muy profundas en los círculos diplomáticos de Estados Unidos. Ya en la Moncloa, en marzo de 2004, Zapatero ordenó la salida de las tropas españolas de Irak para alinear al Ejecutivo con el rechazo masivo de la población española hacia la guerra. Esa decisión provocó un deterioro inmediato y duradero de las relaciones con la administración de George W. Bush, que interpretó la medida como una falta de compromiso con la coalición internacional liderada por Estados Unidos. España dejó de ser fiable a ojos de los americanos.
La relación personal entre Bush y Zapatero fue fría y se vio en actos internacionales como la cumbre de la OTAN de 2004, donde Bush evitó interactuar con el presidente español, quien decidió acercarse al eje europeo París-Berlín. Durante los gobiernos de Zapatero y, en menor medida, también bajo la presidencia de Pedro Sánchez, España ha mantenido relaciones cordiales con países liderados por gobiernos de izquierda, como Venezuela, Bolivia y Cuba. Estados Unidos toma nota de ello, porque no es algo que guste en Washington, donde se ha adoptado una postura mucho más beligerante hacia esos países. Es más, la cercanía de Zapatero con el venezolano Nicolás Maduro y su papel como mediador en la crisis que afecta al país sudamericano han sido percibidos por algunos sectores de la política estadounidense como contrarios a sus intereses. Y así lo han trasladado a España.
La llegada ahora de Trump amenaza con tensar de nuevo las relaciones entre un presidente socialista y la Casa Blanca. Sánchez ha recibido con fría prudencia el segundo mandato del magnate en Washington. Pero a nadie se le escapa que no era el escenario querido por el Ejecutivo español. En cualquier caso, el líder socialista ya usa a Trump para alimentar su estrategia de polarización en España. El presidente del Gobierno, como ya contó este diario, confrontará con el 47 presidente estadounidense, al que sitúa como abanderado de la "ola reaccionaria" que para él representan el PP y Vox. El líder socialista se intentará erigir como el contrapeso ideológico de Trump.
esnalar
20/01/2025 10:41
Y nos extraña que Trump le indique donde se tiene que sentar el que tiene que estar callado.
José Alejandro Vara
Pues es muy posible que tal pase.
Ppmtnez
20/01/2025 11:02
Yo creo que la intención secreta de Sánchez, nuestro ilustre Timonel. Es forzar qué nos hágan abandonar la OTAN y forzarnos a salir dé la UE. Siguiente paso salir del Euro. Cambiarnos los € a pesetas y a continuación devaluar la Peseta un 25%. Por último alinearse abiertamente con gobiernos "Zarrapastrosos" como Cuba, Colombia, Perú, Nicaragua, VENEZUELA y convertirnos en unos parias.
MataNarcisos
20/01/2025 15:18
¿Han mirado la foto?.... No lo creerán, pero veo a Mr Bean sentado, que curioso, no sabia que el payaso había ido alguna vez al Desfile de las FFAA, en España.
kjlm10
20/01/2025 19:04
El PSOE es una pesada carga en las relaciones internacionales. Nos alinean con los peores, más autocráticos y dictatoriales gobiernos del mundo. Nos alejan de los países de nuestro entorno y los que forman parte del mundo libre.