Televisión

HACIENDO ZAPPING

Cuando hay que creerse a una entrevistada porque se llama Meghan Markle

Piers Morgan, uno de los presentadores británicos más populares, abandona su programa después de cuestionar la versión que contó la esposa del príncipe Harry en una de las entrevistas más polémicas de los últimos años

El príncipe Harry y Meghan Markle
El príncipe Harry y Meghan Markle, en su entrevista con Oprah Winfrey. CBS

Son estos malos tiempos para la libertad porque abundan el populismo y las fake news, pero también la censura. O la autocensura. O una mezcla aún más perversa de ambas cosas. Porque la ola de lo políticamente correcto, tan mentada, es más devastadora que nunca. Tenemos ejemplos en España casi a diario, tanto en la televisión que aquí nos ocupa como fuera de ella. Sin embargo, en esta ocasión el caso más nítido de cómo nos estamos idiotizando ha ocurrido en el Reino Unido.

A estas alturas, todos ustedes conocen ya la famosa entrevista de Oprah Winfrey al príncipe Harry y a su esposa, Meghan Markle, que bate récords de relevancia. Quizás no tantos sepan que el periodista Piers Morgan, uno de los presentadores británicos más populares, cometió el sacrilegio de poner en duda la versión que contaba la entrevistada sobre los insultos racistas padecidos y sus posteriores ganas de suicidarse. El conocido informador simplemente dijo que no se la creía, para lo que utilizó un tono quizás demasiado severo pero que lleva utilizando años para hablar de casi todo. El revuelo formado fue morrocotudo.

Miles de quejas y un tremendo linchamiento en redes después, Morgan tuvo que anunciar que abandonaba su programa, Good Morning Britain, pese a sus años de muchos y variados éxitos -por citar un ejemplo, nadie puede perderse el documental en el que entrevista a Cristiano Ronaldo-. El motivo, evidentemente, es haber cuestionado la versión que contó la duquesa de Sussex en la que ya se ha convertido en una de las entrevistas más explosivas de los últimos años. Ergo la conclusión lógica es que en este caso es cualquiera está obligado a creerse lo que contó Meghan entre lágrimas.

No hay debate posible. No hay discrepancia. No hay principio de contradicción. Como lo que denunció es de tamaña gravedad -eso es innegable-, tiene que ser verdad. Y punto. Cualquier periodista, y no digamos ya cualquier espectador en pantuflas, debe empatizar con los duques de Sussex, por supuesto creer a pies juntillas todo lo que cuenten y, ya de paso, colgar un retrato suyo en el salón.

Todo espectacular. Todo a lo grande. Y todo sin pruebas, claro, porque la entrevista consistió básicamente en que los ex miembros de Casa Real británica soltaron sus impactantes denuncias pero sin aportar prueba alguna de que las sustentasen

A falta de ver la entrevista, que por cierto Atresmedia emitirá este próximo fin de semana, para poder juzgarla con más tino, no puede negarse que es de lo más impactante que ha ocurrido en televisión en años. Fuertes acusaciones contra la Familia Real británica. Hasta 17 millones de espectadores en Estados Unidos y otros 11 en el Reino Unido. La productora de la presentadora se embolsó 9 millones de dólares que pagó la cadena CBS.

Todo espectacular. Todo a lo grande. Y todo sin pruebas, claro, porque la entrevista consistió básicamente en que los ex miembros de Casa Real británica soltaron sus impactantes denuncias pero no aportaron prueba alguna que las sustentasen. Precisamente porque las acusaciones son de tamaña gravedad sería más necesario que nunca presentar algún dato o hecho concreto que respalde dicha versión. Pero ojo, que nadie se atreva a no creer a Meghan. Porque si la cuestiona, será un desaprensivo, un racista o un malnacido. Y así todo.

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