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Opinión

Y dijo Trump, el Sáhara para Marruecos

Ahora nos llega desde Rabat la noticia de que hemos ofrendado el Sáhara Occidental al Sultán Mohamed VI de Marruecos mediante una carta del presidente del Gobierno. Este conflicto es el de los saharauis abandonados

Concentración en Palma en apoyo al Sáhara. Europa Press

De nuevo aquí nos tienes dulcísima princesa, cantábamos cuando niños en el mes de María, al que ahora nos acercamos bajo las lluvias para ver si lo sacamos florido y hermoso con los pantanos a rebosar para felicidad de las hidroeléctricas. Mientras, la guerra de Putin carente de razón alguna que justifique la sumisión de un país y la anexión de un territorio por la fuerza de las armas levanta una polvareda cegadora como aquella en la que perdimos a don Beltrán. En esas condiciones de opacidad ahora nos llega desde Rabat la noticia de que hemos ofrendado el Sáhara Occidental al Sultán Mohamed VI de Marruecos mediante una carta del presidente del Gobierno donde declara que la propuesta de una autonomía del territorio dentro de la soberanía del reino alauita presentada en 2007 es "la base más seria, creíble y realista" para lograr una solución a este conflicto. Este conflicto es el de los saharauis abandonados después de tantas promesas incumplidas.

El volantazo que supone la mencionada carta para la política exterior de nuestro país ha sorprendido y desconcertado a las fuerzas políticas que forman la coalición gubernamental desde la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, para abajo y deja a los acólitos de la investidura en el alero sin una explicación que llevarse a la boca. La doctrina de Moncloa descarta la improvisación, invoca los intereses nacionales y prefiere engarzar el cambio con las dificultades del Sahel, de donde se ha retirado Francia, y atribuir el protagonismo básico a la Casa Blanca en la persona de Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos que habría mantenido contactos al respecto en Rabat, Argel y Madrid.

El caso es que como hace tiempo que no nos hacemos respetar al final hemos logrado que no nos respeten. Porque para encontrar un momento en que España haya negociado sin ira ni complejos con Washington debemos remontarnos treinta y cuatro años atrás, a 1988, cuando de la mano del embajador Máximo Cajal culminó el Convenio que reducía la presencia militar americana en España y recuperaba la plena soberanía sobre las bases en las que las fuerzas americanas tendrían en adelante Instalaciones de Apoyo (IDAS) para cuya utilización habrían de obtener Autorizaciones de Uso (UDAS).

El volantazo que supone la mencionada carta para la política exterior de nuestro país ha sorprendido y desconcertado a las fuerzas políticas que forman la coalición gubernamental

Reconozcamos la sagacidad y la finura de los servicios de inteligencia de Hassan II que le permitieron lanzar la marcha verde el 6 de noviembre de 1975 con Franco agonizando y una España paralizada que contenía el aliento. Entonces las unidades militares españolas desplegadas en el Sáhara Occidental, bajo el mando del general Federico Gómez de Salazar, hubieran podido repeler el avance de un ejército marroquí pero se vieron incapacitadas para enfrentarse a una multitud de gentes inermes, desarmadas y descalzas que se dirigían hacia la frontera desde la que dispararles hubiera supuesto incurrir en la condena unánime de la comunidad internacional.

Interesante saber que Washington sabía cuánto estaba preparando Rabat pero se abstuvo de informar a quienes éramos sus aliados. Meses antes, en julio de 1975 un buen amigo periodista enviado especial del semanario Posible a El Aaiun, la capital del territorio, captó la situación titulando Nadie quiere morir por el Sahara una crónica que empezaba: "dijo Kissinger, el Sáhara para Marruecos, y la luz se hizo". Lo mismo ha tenido que repetir primero Donald Trump en las postrimerías de su presidencia en pleno diciembre de 2020 y ahora Joe Biden sirviéndose de Victoria Nuland para que acabáramos de enterarnos. Expliquémonos todos, por mucho que no sirva de nada.

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