Opinión

NUEVA LEGISLATURA

Constitución frente a chantaje y boicot

Los reyes Felipe y Letizia son aplaudidos durante la solemne apertura de la XV Legislatura, donde ha hecho una defensa de la Constitución
Los reyes Felipe y Letizia son aplaudidos durante la solemne apertura de la XV Legislatura, donde ha hecho una defensa de la Constitución EFE

La apertura solemne de la XV Legislatura en el Congreso de los Diputados ha dejado bien clara la imagen de lo que nos deparará los próximos meses de este nuevo Gobierno de Pedro Sánchez: mientras Felipe VI defendía la Constitución de 1978 y pedía a los presentes "honrar su espíritu, respetarla y cumplirla, para hacer efectiva la definición de España como un Estado Social y Democrático de Derecho", los socios independentistas que han permitido la reelección de Sánchez –EH Bildu, ERC y BNG- se ausentaban del hemiciclo y proclamaban su desprecio a la Carta Magna en un comunicado en el que proclamaban su lucha en pos de "las repúblicas" (sic).

Mientras Felipe VI reivindicaba la jura de su hija, la princesa Leonor, como garante de la continuidad dinástica y de la Corona como "símbolo de la unidad de España y de su permanencia", el otro soporte del Gobierno en esta Legislatura que ahora comienza recordaba, desde la distancia de su fuga, que este Ejecutivo y su primer ministro serán objeto de un permanente chantaje: Puigdemont ha querido que su amenaza de dejar caer al Gobierno si no cumple con sus exigencias –las primeras se verán en Ginebra el próximo sábado- planee sobre la sesión plenaria. Y, cual mafioso, ha recordado al presidente del Gobierno que su referencia al 'lawfare' es "la cabeza de caballo" en la cama de Sánchez que le recordará permanentemente que este Gobierno pende del hilo que le ata a Waterloo.

Frente a estas inmensas hipotecas que lastrarán toda la legislatura, el Rey ha querido reivindicar ante los jóvenes el espíritu que guio la Constitución de 1978. Su discurso ha sido una constante defensa –ante la clamorosa ausencia de los socios de Sánchez que amenazaban por escrito que continuarán "trabajando para hacer efectivo, más temprano que tarde, el ideal de democracia, libertad y repúblicas", no ya una, sino varias- de los valores constitucionales, el "marco democrático que nos permita convivir y prosperar en libertad". Y lo más importante, que garantice a esa generación "recibir una España cohesionada y unida en la que puedan desenvolver sus vidas y proyectar sus ilusiones".

Desde la misma tribuna donde hace solo dos semanas Sánchez prometía levantar "un muro" frente a PP y Vox, el Rey ha reivindicado "el entendimiento mutuo sin imposiciones ni exclusiones".

Don Felipe, como no puede ser de otro modo en el papel que esa misma Constitución le otorga, no se ha salido un milímetro de la defensa de la Carta Magna. Pero, precisamente, esa defensa en el arranque de una Legislatura marcada por el boicot y el chantaje permanente al poder Ejecutivo de sus socios independentistas y en las cesiones constantes del nuevo Gobierno –reconociendo que los jueces prevarican, por ejemplo, como manifestó ayer Óscar Puente-, se ve ya como un ejercicio de valentía y resistencia.

Porque, desde la misma tribuna donde hace solo dos semanas Pedro Sánchez prometía levantar "un muro" frente a PP y Vox, el Rey ha reivindicado "el entendimiento mutuo sin imposiciones ni exclusiones", y la "voluntad de integración que enriquece, con la diversidad y el pluralismo, nuestro proyecto común, nuestro vínculo emocional y solidario como Nación".

Ante el muro, diálogo; ante el chantaje y la imposición, entendimiento; frente a los boicots y los intentos de dividir y crear repúblicas, Constitución: "Honrar su espíritu, respetarla y cumplirla, para hacer efectiva la definición de España como un Estado Social y Democrático de Derecho". Una Constitución que, en palabras de Felipe VI que en tiempos nada lejanos eran puro sentido común y hoy suenan a rebeldía, "es el alma de nuestra democracia y libertad".

Unas palabras que piden, frente a quienes quieren una España de desigualdad, de privilegios y de varias velocidades, defender el espíritu de 1978 y "honrar ese legado de grandeza, responsabilidad y sentido de la Historia". Algo que, por lo visto hoy en el Congreso, falta en muchas de sus señorías ausentes y presentes.

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