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Opinión

Jaque al sector del automóvil

Cuando decimos que es un sector imprescindible para la economía española, lo decimos literalmente pues sin él no hay equilibrio macro sólido

Jaque al sector del automóvil
Recarga de un coche eléctrico. Europa Press

La crisis del sector automotriz español no viene de ahora por la invasión rusa de Ucrania y por las sanciones a un país clave en la oferta global de materias primas industriales para esta y otras industrias, aunque sin duda esto influirá como otro añadido adverso. Tampoco me refiero al precio de los combustibles, pues el petróleo ha estado mucho más alto y el verdadero problema son los impuestos de la "élite extractiva". No, no me refiero a eso, sino a la enorme disrupción industrial y tecnológica causada por un personaje muy concreto, Elon Musk, un genio del que ya advertimos en 2016 cuando tratamos otro fenómeno adverso de largo plazo que empezará a tener efectos hacia 2024, disrupción que también parasita la clase política.

Para explorar dicha encrucijada industrial y quienes la expolian empezaremos por dimensionar la importancia sistémica del sector y su producción actual, pasando luego a ver los cambios en la composición de la misma (diésel, gasolina, híbridos-eléctricos) y terminando con lo más importante, que es, aunque a nadie importa, incluso pareciera que molesta, el empleo.

Sector imprescindible

Según los datos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, cuya aplicación da vergüenza ajena (¿no la revisan?), el superávit comercial (exportaciones menos importaciones, siguiente gráfica) automotriz (vehículos y componentes) español ronda los 10.000 millones de euros en condiciones normales, algo así como la mitad del superávit por Cuenta Corriente (bienes, servicios y rentas) de nuestra balanza de pagos, de modo que cuando decimos que es imprescindible para la economía española, lo decimos literalmente (aún así no se entiende), pues sin él no hay equilibrio macro sólido. Lamentablemente, la ministra de Davos, perdón, de transición ecológica, ha tomado este sector imprescindible para enseñorearse con él cual señorita con su finca.

De la estadística destacaría dos cosas: que hizo techo (2016-2019) antes de la pandemia y que el golpe por el covid ha sido mucho más fuerte en España (importaciones) que en Europa (exportaciones), pero también porque este gobierno llegó en mayo de 2018 a cebarse con el sector. Por otro lado, ya se ve que la política de robo a los ahorradores del BCE para, supuestamente, financiar no sé qué, solo crea burbujas y un nulo empuje a la economía real, caso del coche verde regresivo. En la actualidad, en términos de producción (siguiente gráfica), nuestros fabricantes han perdido, tras la pandemia, casi 30 puntos porcentuales respecto al máximo anterior a la misma, una caída dramática en la que también han influido los problemas en la cadena global de suministros (chips).

Restructuración radical

Por supuesto que la guerra al diésel, en especial para automoción, no empezó aquí, sino en Europa con frau Merkel; lo nuestro es más de personajillos de tercera fila que han visto tema para medrar a lo bruto, que eso, como les he oído en sus cócteles, de colocarse en un organismo internacional, con casa, traslados y colegio de los niños pagado por todos, tira mucho, y el trabajador español, saqueado a impuestos y tarifas oligopólicas consentidas por los organismos reguladores, empezando por el Banco de España, es un perdedor y un fracasado que está en lado equivocado de la historia al que no defiende nadie. Tremendo.

Da igual que la "huella de carbono" del diésel sea algo menor (nadie dice que sea bueno para la salud, obviamente) que los de gasolina, que lo que interesaba era la coartada para el medrar a saco. El resultado es la caída en picado de la producción de coches a gasoil hasta igualar la producción de híbridos y eléctricos que, aunque con retraso, han hecho una proeza productiva; pero ojo, que el hibrido para Europa nace con fecha de caducidad pues, en su fanatismo trepador, han prohibido a futuro los motores térmicos, renunciando a los superhíbridos que, de usar combustible ecológico, ayudarían a limpiar el aire de las metrópolis, lugares donde están los problemas de contaminación. Eléctrico a machetazos - nueva moda - y además con electricidad vía gas natural porque sí (lo vimos), que lo han dicho los señoritos. Mientras, el consumidor hecho un lío y retrasando compras.

"The Musk Revolution"

Hubo un tiempo en que Cadillac, y por extensión General Motors, fijaban el estándar de la industria, que hasta Rolls Roice utilizó sus cajas de cambios automáticas hasta los años 80 del pasado siglo, momento en que ese liderazgo fue conquistado por japoneses y alemanes junto al estándar sueco de seguridad. Hoy el estándar lo fija Tesla, quien está unos diez años por delante de sus competidores, entendiendo por estos a los más avanzados, caso de una firma deportiva alemana que, tras copiarles un modelo (ya obsoleto), no consigue ni su autonomía, ni su habitabilidad y cuestan un 40% más, aunque tienen más lujo y son más rápidos en las Autobahn sin limitación de velocidad, que en algo hay que diferenciarse, claro.

Aquella pérdida de posición de liderazgo se atribuye al dominio del marketing sobre la ingeniería, error al que hoy Musk le ha dado la vuelta. Software y baterías aparte, tras haber evaluado el trabajo de expertos del sector que han desarmado y analizado sus coches y componentes (los siguientes, los muy competitivos productores chinos), puedo decir que lo que han hecho Musk y su equipo de Gen X es extraordinariamente excepcional, mucho mayor de lo conocido por el público; podría estar horas con el tema pero este no es el sitio. Aún así, sigue invirtiendo en I+D, proporcionalmente, casi el doble que Ford y Toyota.

Elon Musk es contrario a las subvenciones pues, en realidad, a quien ayudan es a sus competidores, aparte de que, al ser más pesados, rondando entre los 300 y 500 kilos, que es como llevar encima a Ábalos con las 40 maletas de Delcy, deberían pagar más tasas de circulación. Por otro lado, incluso tras el enorme abaratamiento de las baterías, son mucho más caros (ayudas incluidas) que los equivalentes "térmicos. "¿Y qué más podemos hacer para imponer el coche eléctrico a los sometidos ciudadanos?" Pues prohibirnos entrar con los "térmicos" en las ciudades, en todas, aunque el problema está en las metrópolis. No extraña pues que haya quien, cabreado, ya calcule lo que le cuesta que un tercero conduzca un eléctrico que él no puede permitirse; esperemos que a los eléctricos no les termine ocurriendo como a los Duesenberg durante la Gran Depresión.

Empleos en la picota

Debido al menor número de partes móviles y mantenimientos requeridos, la víctima directa son los fabricantes de componentes, muy importantes en España, pero especialmente los talleres (siguiente gráfica, línea ocre), en especial los independientes, donde también hay autónomos, esos trabajadores odiados por el progresismo (2x1), contribuyentes netos que sí pagan pensiones. También afectará a las "gasolineras", pues con la reintroducción (la había antes, la quitaron y volvieron a poner; ¿cosa de lobbies?) de la tarifa nocturna y el previsible aumento de autonomía a futuro en las marcas europeas, se tenderá a cargar en casa al máximo. Adicionalmente y en contra de los usos europeos, la ministra extendió cinco años el requisito para la condición de "clásico", aumentando el coste en unos 600 euros a un segmento mínimo de propietarios - que crecerá por el aumento inducido de la pobreza por dicha ministra - cuya mayor virtud es dar trabajo a los mecánicos más vulnerables: los modestos y de mayor edad.

Falsos Prometeos

Es común entre nuestros partitócratas, pero especialmente entre los progresistas, creerse que son Prometeos que nos traen el fuego de los dioses y, cuando rascas un poco, parecen patanes con oasis laboral que solo buscan trepar para vivir a lo grande y seguir parasitándonos haciendo activismo desde Nueva York, Ginebra o Bruselas. Por si fuera poco, ponen ejemplos de disrupciones tecnológicas de otros tiempos cuando se dejaba al mercado, a los ciudadanos, el ritmo del cambio, porque estos políticos sociópatas creen que saben mejor que consumidores y productores lo que nos conviene, cuando no saben ni lo que es un kilovatio y ahora, para rematar, pretenden salvarnos de Putin. ¿Qué puede salir mal?

No extraña pues que, tras dañar seriamente el patrimonio de las familias cuando promovieron la burbuja inmobiliaria, ahora dañen su segundo activo, trayendo otro empobrecimiento que agravará la crisis de un sector imprescindible. Estamos pues ante otro ejemplo de daño industrial provocado por un Estado clientelar que durante más de cuarenta años ha producido una tasa de paro media al 16% y cuyo daño demográfico empezará a afectarnos durante el próximo lustro. Un fracaso histórico sin paliativos. No tendremos nada y seremos infelices. "Genial".

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