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Opinión

¡Españoles: antes siesta que a las barricadas!

En España, por alguna razón, preferimos recorrer el camino que nos lleva al sofá, y que otros borregos sigan al pastor

A Yolanda Díaz no le gusta Podemos
Pablo Iglesias junto a su sucesora en el cargo, Yolanda Díaz. EUROPA PRESS

Quizás nuestras propias inercias y extravagancias nos hayan salvado de las afiladas garras de los revolucionarios. Julio Camba no daba un duro por ellos, y exclamaba: “Que nos hablen de revoluciones, que nos digan que España va a cambiar. ¡No, mis queridos compatriotas, los españoles no tienen ganas de molestarse!”. Y se me ocurre que todo buen español prefiere dormir la siesta antes que salir a gritar consignas. Como mucho cuelgan una banderita en el balcón o hacen un gesto solidario por la patria. También, por su carácter pasivo, el pueblo español es un mero espectador de la vida política. Nosotros los españoles no hacemos el cambio, el cambio es lo que nos acontece. Y he aquí el verdadero peligro, compatriotas, pues ahora cada vez más acontece lo ordenado por imperativo gubernamental, o sea por decretazo de su Sanchidad.

En el fondo, la Revolución de las Sonrisas es una gran campaña más, una campaña política de tipo personalista que mantiene alta la moral de la izquierda. Todas las revoluciones hoy son de palo, porque las sociedades están cristalizadas, por mucho que quieran lanzarse al asalto de las últimas jerarquías del Viejo Mundo, no quedan ya verdaderos revolucionarios. La revolución nos produce cansancio y sabemos, por experiencia propia, cuánto le debe la enormidad del crimen a la ideología. Ya dijo otro gran conocedor de España, Unamuno, que hubo tres momentos, los tres más grandes de la historia, que “resbalaron por la de España sin dejar huella ni producir emoción”: el Renacimiento clásico, la Reforma Religiosa y la Revolución Francesa.

Hay un tipo de revolucionario que quiere estar al plato y a la tajada: ser plenamente adulto, vivir como un señor y prolongar la adolescencia hasta el infinito

Tampoco cuajó el regeneracionismo de Lerroux ni de Azcárate o Pablo Iglesias (no el coletas, el otro). Basta leer algunas citas de Iglesias para darse cuenta de que el partido que hoy gobierna, la PSOE, no representa el regeneracionismo de su fundador, ni de sus muertos ni de los obreros…. Estos regeneradores, como digo, no lograron cuajar, ya por entonces preferíamos la revolución de la siesta, escaquearnos. Si algo nos caracteriza es la aspiración burguesa a una vida confortable y el abandono bohemio de las exigencias del deber por el deseo de que nos dejen en paz. No obstante, hay un tipo de revolucionario que quiere estar al plato y a la tajada: ser plenamente adulto, vivir como un señor y prolongar la adolescencia hasta el infinito mientras hace la revolución de las buenas causas desde el sofá.

Algunos acampaban en el 15M y entre sueño y sueño, hacían la revolución, pero acabó siendo una revolución de palo, o sea una revolución a cambio de cargos y chalets con piscina y todo eso

Se han buscado medios para encender la antorcha revolucionaria en este país, pero ninguno ha dado resultados, por lo que le digo a los aprendices de brujo, a los echadores de cartas y defensores de la Perestroika que en 2022 también nos quedaremos en el sofá. Atiendan a la historia, señores. En España solo se hace la revolución a cambio del poder, o sea,  o sea de un buen cargo que le permita a uno vivir como un aristócrata hasta el final de los días. Algunos acampaban en el 15M y entre sueño y sueño, hacían la revolución, pero acabó siendo una revolución de palo, o sea una revolución a cambio de cargos y chalets con piscina y todo eso.

En España las revoluciones, de no cuajar a nivel social, se han convertido en proyectos políticos personalistas, de estas nuevas élites contraélites que compiten por el cargo. La de Yolanda Díaz quizás sea la menos acertada, porque en lugar de hablar nos susurra sus consignas neomarxistas, lo cual nos adormece y nos conduce a la siesta. Y paradójicamente, la siesta nos libra de una cosmovisión que ha allanado el camino a los “enemigos de la libertad”, las élites políticas que han comprendido los beneficios del modelo de liderazgo anti-elitista. La revolución hoy surge como una campaña personalista por la propia “competencia intra-élite” para alcanzar el poder.

Una vez instaladas en el poder, estas nuevas élites subvierten cada vez más las reglas del compromiso político y de la democracia liberal, erosionan la democracia por la puerta de atrás. Ahí está el verdadero peligro, que mientras el españolito duerme a pierna suelta, las élites contraélites hacen y deshacen España, mueven los hilos y las manecillas con sus tejemanejes. Cuando el españolito se despierte un día de la siesta ya no seremos una nación, sino “tierra de taifas independientes que vivirá de la ayuda humanitaria de la UE”, como dice Jorge San Miguel. Pero todo esto se decide en los despachos y no será producto de ninguna revolución. Los jacobinos, Robespierre, Mussolini, comunistas y populistas: todos ellos, desarrollaron el mismo argumento, se atrevieron a decir que los hombres necesitan un pastor que les muestre el camino. En España, por alguna razón, preferimos recorrer el camino que nos lleva al sofá, y que otros borregos sigan al pastor.

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