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Opinión

Chernóbil, Alcácer y los 'vendeburras' de HBO y Netflix

Supongo que usted también se habrá dado cuenta. Llevamos varias semanas sometidos a una avalancha de información sobre la tragedia nuclear de Chernóbil. Nos han contado con detalle cómo se produjo el accidente, cómo se expandió la nube tóxica y qué consecuencias tuvo todo aquello. Incluso hemos sabido que se ha puesto de moda visitar el lugar donde ocurrieron los hechos, situado en lo que hoy es Ucrania.

Todo eso no está sucediendo porque se cumpla un aniversario redondo de la fecha de la tragedia (26 de abril de 1986) o porque se hayan descubierto nuevos datos que aporten luz a lo que sucedió. Simplemente se trata de que se ha estrenado una serie de televisión, de nombre Chernobyl, a través de la plataforma online HBO.

¿Está justificado semejante despliegue mediático sin que concurran ni una efeméride ni ninguna novedad respecto a la investigación? Desde mi punto de vista, en absoluto. La serie, según la mayoría de los expertos en televisión, es buenísima, y ello, por supuesto, justificaría algunos artículos elogiosos por parte de críticos que analizasen el producto como lo que es, una obra de ficción.

Sin embargo, la cobertura informativa ha sobrepasado con creces el análisis de la obra y se ha justificado por un presunto fenómeno social derivado de los millones de españoles que supuestamente están enganchados a la serie. En efecto, si toda España está loca perdida por Chernobyl, los medios tienen el deber de contarlo, pero existen pocos datos fiables que nos permitan asegurar que estamos ante un fenómeno extraordinario. Lo único que hay es una inaudita proliferación de informaciones relacionadas con la tragedia.

Los datos desmienten el éxito

Yo no soy suscriptor de HBO pero, como no me considero el prototipo del español medio, llevo días preguntando a la gente que me rodea si ha visto por casualidad algún capítulo de esta serie... y la verdad es que apenas he encontrado seguidores. Lógicamente, mi encuesta no tiene ninguna base científica, pero al menos ya nos indica que estamos lejos de algo anormal.

He intentado buscar datos sobre la audiencia de la serie o sobre el número de suscriptores de HBO en España... y no hay nada fiable al respecto porque ni la compañía publica esos números ni todavía hay organismos independientes que se dediquen a medir el éxito de los programas de las plataformas online.

Lo único que he encontrado es una encuesta de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) del año 2018 en la que se pone de manifiesto un dato: el 66% de los hogares españoles que están conectados a Internet no usan plataformas de pago para ver contenidos audiovisuales. Y, si hablamos de casos concretos, los resultados de esa encuesta nos dibujan un panorama muy alejado de lo que algunos creen: apenas el 12,5% de los hogares españoles con Internet consumen Netflix y un raquítico 2,9% siguen HBO.

Suponiendo que todos los suscriptores de HBO hubieran visto Chernobyl, seguirían siendo una escasísima minoría. Y es verdad que también cabe la posibilidad de que en realidad los españoles estén viendo la serie pirateada por Internet sin necesidad de pagar ninguna suscripción, pero algún experto en el asunto me asegura que en España ese tipo de pirateo ya es residual debido a que el incremento de la competencia entre las plataformas ha reducido considerablemente los precios, desincentivando con ello el consumo ilegal de series y películas.

Los encargados del marketing son unos genios: han conseguido que todo el mundo hable de algo que solo una muy pequeña parte de gente ha visto

Entonces ¿qué está pasando realmente? Pues me temo que lo que ocurre es que se ha creado una gran bola. Nos han contado una milonga de proporciones siderales. ¿Por qué? La primera razón, y justo es decirlo, es porque los encargados del marketing de ese tipo de plataformas son unos auténticos genios que han conseguido que todo el mundo hable de algo que solo una muy pequeña parte de gente ha visto.

Luego está la falta de criterio y de filtros de los medios de comunicación, capaces de tragarse cualquier cosa con tal de no tener que esforzarse en buscar otros temas alternativos para llenar los minutos de los telediarios y las páginas de los periódicos. Y finalmente también hay mucho esnobismo por parte de los periodistas españoles, que preferimos bendecir cualquier cosa que venga de fuera y sea apadrinada por una empresa extranjera y, sin embargo, no le hacemos ni puñetero caso a lo nuestro. Baste una comparación: cualquier serie emitida en las televisiones tradicionales en abierto en horario estelar tiene tres veces más audiencia que Chernobyl, pero no le dedicamos reportajes especiales. Por cierto, prefiero pensar que entre las razones de esta burbuja no está el dinero y que cuando algunos periódicos nos cuentan cualquier chorrada sobre el último capítulo de una serie de origen estadounidense es por puro papanatismo, no porque la plataforma de turno esté pagando por ello.

El crimen de Alcácer

Algo parecido ha ocurrido estos días con motivo del estreno en Netflix de la serie documental El caso Alcàsser, basada en el triple crimen de Alcácer (Valencia), ocurrido a finales de 1992 y que tuvo como protagonistas a las jóvenes Miriam, Toñi y Desirée. El trabajo es impecable desde el punto de vista periodístico, pero no deja de ser un reportaje bien elaborado. Sin embargo, hemos vuelto a ver una impresionante campaña de informaciones sobre aquellos hechos como si estuviéramos ante un aniversario o ante una gran revelación sobre el caso. No se sabe cuánta gente habrá visto el documental, pero algunos han aprovechado su emisión para volver sobre todo aquello quizás con el ánimo de sacarle un poquito más de rentabilidad mediática.

Con la archifamosa Juego de tronos creo que ocurrió desde el principio algo parecido pero, aunque seguimos sin tener datos de su audiencia real en España, el hecho de haber sido emitida a través de Movistar+, que cuenta con 2,2 millones de usuarios según la CNMC, sí que ha servido para que, teóricamente, sea mucho más vista que Chernobyl o El caso Alcàsser. No obstante, los periodistas que se creen que lo que les gusta a ellos es lo que gusta también en Puerto Real o en Palafrugell deberían echarle un vistazo a cómo fueron los resultados de audiencia de esa serie cuando fue emitida en su primera temporada por la televisión generalista: los dos primeros capítulos en Antena 3 arrasaron, quizás como consecuencia de la propaganda previa, pero luego el seguimiento cayó en picado hasta el punto de que los gerifaltes de Atresmedia tuvieron que desplazar su emisión a La Sexta.

Que un grupito de periodistas 'hipsters' estén enganchados a una serie no quiere decir que España entera aguarde en vilo la emisión del siguiente capítulo

No pretendo en este artículo hacer una enmienda a la totalidad de las plataformas online, que sin duda han aumentado la pluralidad de opciones y contenidos, pero creo que conviene relativizar determinados fenómenos, sobre todo cuando no existen datos fiables que los avalen y su único sustento es una percepción subjetiva de lo que está o no de moda. Que un grupito de periodistas hipsters del madrileño barrio de Malasaña estén enganchados a una serie no quiere decir que España entera aguarde en vilo la emisión del siguiente capítulo. España, nos guste o no, está más pendiente de Supervivientes que de Chernobyl.

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