François Bayrou no solo ha superado su primera moción de censura, sino que ha contribuido a desgajar a los socialistas de la extrema izquierda. El primer examen para salvar su cabeza como primer ministro estaba aprobado desde el momento en que el partido de Marine Le Pen había decidido previamente que no suscribiría la moción de muerte política propuesta por “La Francia Insumisa”. Solo 131 diputados de los 577 secundaron la propuesta de Jean-luc Melenchón.
Toda la atención en la Asamblea Nacional estaba pues centrada en el voto del Partido Socialista. Desde hace semanas, Bayrou y los dirigentes del PSF negociaban para evitar que toda la izquierda apoyara la iniciativa melenchonista. A última hora del jueves, pocas horas antes del voto en el Palacio Borbón, el jefe de gobierno enviaba una última misiva al líder socialista, Olivier Faure, en la que enumeraba las concesiones que estaba dispuesto a hacer. Entre las más importantes, la renegociación de la controvertida Ley de pensiones, el freno al hachazo de 4000 puestos de profesores en la enseñanza pública, el mantenimiento del impuesto a las “grandes fortunas” o la supresión del aumento en el pago de medicamentos, medidas todas que figuraban en el plan de gobierno de Michel Barnier, guillotinado antes de comerse el turrón por el voto de los dos extremos del hemiciclo.
PSF: “En la oposición, pero abiertos al compromiso”
Olivier Faure, secretario general de los socialistas, rompió el suspense dese la tribuna. EL PSF no votaría la moción de censura. Faure justificó su decisión desgranando todas las cesiones que según él los socialistas han obtenido de François Bayrou. El jefe del PSF afirmó que “negociar no supone para ellos ninguna vergüenza; “seguimos en la oposición, pero abiertos al compromiso”, subrayó, y advirtió al jefe del ejecutivo que pueden lanzar una moción de censura en cualquier momento si el gobierno se cierra a negociar nuevas propuestas y, sobre todo, si no se compromete a evitar la utilización de un “decretazo” si las tratativas entre patronal y sindicatos para reformar la ley de pensiones fracasan.
A las imprecaciones previas al voto de los melenchonistas, el jefe insumiso y sus tropas hicieron explosionar todos sus misiles verbales contra sus hasta ahora socios socialistas en la alianza electoral llamada “Nuevo Frente Popular” (NFP), un artilugio pensado para repartirse circunscripciones electorales sin pisarse los pies mutuamente.
Para Jean-Luc Melenchón, el PSF “ha fracturado” el NFP, pero “capitula solo, porque los otros tres partidos seguimos juntos en el combate”. El leit-motiv cocinado por sus comunicadores es “EL PSF ya forma parte de la mayoría gubernamental”. (Donde están integradas figuras centristas y de la derecha tradicional). En el partido “Europa Ecología Los Verdes”, como ya es habitual, la corriente más radical insistía en que ellos “no se venden por un plato de lentejas”. En realidad, su debilidad en las elecciones legislativas les impide abandonar el pacto con “La Francia Insumisa”, que amenaza a sus socios con presentar candidatos en las mismas circunscripciones si se atreven a ir por libre.
Comenzar a liberarse de la sumisión a Melenchón es lo que los socialistas han hecho, negándose a votar la moción de censura contra Bayrou propuesta por la extrema izquierda. Es un paso adelante que muchos franceses, incluidos muchos socialistas, como el expresidente François Hollande, esperaban. Volver a presentar al PSF como un partido de gobierno alejado del trotsko-islamismo de Melenchón. Un cierto aroma de “tercera vía de la izquierda” flotaba en la Asamblea, trayendo recuerdos del histórico socialista Michel Rocard.
Le Pen prefiere esperar a los presupuestos
El extremocentrista Bayrou ha superado su primer test, gracias al poder parlamentario de Marine Le Pen y su partido, Reagrupamiento Nacional, la formación mayoritaria en la Asamblea fuera de coaliciones. El partido de Le Pen, a diferencia de Melenchón, quiere mostrar así una actitud constructiva y se niega a aumentar la inestabilidad que hubiera provocado una nueva utilización de la guillotina parlamentaria contra un jefe de gobierno.
Pero el protagonismo de estas últimas semanas ha sido monopolizado por los socialistas, cuya fuerza parlamentaria no es suficiente, de todos modos, para frenar una nueva acometida entre los dos extremos, como sufrió Michel Barnier, pero que puede marcar un nuevo panorama si verdaderamente opta - como dejaron claro la mitad de sus miembros en el último congreso – por abandonar el radicalismo y volver a ser una formación socialdemócrata sin complejos.
Esperando la introducción de una parte de proporcional en el sistema electoral, lo que les ayudaría a separarse definitivamente de Melenchón, los socialistas tendrán una nueva oportunidad de censurar al gobierno cuando Bayrou presente los presupuestos de 2025 - y el específico para la Seguridad Social - el próximo mes de marzo. Se abre, pues un periodo de negociaciones en las que inevitablemente Marine Le Pen deberá ser incluida, pues su partido es indispensable para mantener con vida a cualquier gabinete antes de la convocatoria de nuevas legislativas, quizá el otoño que viene.
François Bayrou se ha ganado una prórroga de apenas dos meses en el cargo. Es ya un éxito en el convulso panorama político de Francia. Lo ha conseguido saltándose en muchos puntos el programa histórico de Emmanuel Macron y las últimas decisiones del presidente, como la perennidad de la reforma de las pensiones que aumentaba de 62 a 64 años la edad mínima para jubilarse. Pero sobre la cabeza de todos, sigue amenazando la sombra de la deuda y déficits del Estado. En marzo, el presupuesto reflejará si François Bayrou cumple con su obsesión histórica sobre el endeudamiento de Francia o si se pliega, como todos sus antecesores en los últimos cincuenta años, a las presiones políticas de unos y otros con el riesgo de ser censurado esta vez, por sus acreedores internacionales, las agencias de notación y la propia Unión Europea.