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Economía

La realidad niega a Rajoy: el gasto público español es casi tres puntos de PIB superior al alemán

La canciller alemana, Angela Merkel, con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy

Mariano Rajoy no se corta. Al tiempo que gasta más que Alemania en proporción de PIB, afirma que sus problemas son los ingresos y no los gastos, y conmina a Merkel a hacer más por Europa. Sin embargo, España nunca ha ingresado mucho más del 39 por ciento del PIB y sus desembolsos ahora se sitúan en el entorno del 47,8 por ciento. Semejante diferencia se antoja insalvable y no se puede solventar sólo con más recaudación, un hecho del que son muy conscientes en Europa.

Entrevistado por un grupo de periódicos europeos, el presidente Mariano Rajoy afirmó este lunes: “Yo estoy cómodo, en este momento la clave es que tengamos más ingresos, no tenemos tanto problema de gastos como de recaudación, y a medida que vayamos alejándonos de la recesión, irán mejorando los ingresos. Por tanto, ahí no hay un problema”.

De acuerdo con la tesis de Mariano inspiradas por Montoro, tan sólo hay que arreglar los ingresos para acabar con el déficit, algo que además se irá corrigiendo solo conforme mejore la economía. Visto así, el gasto puede quedarse en donde está, en la actualidad cerca del 47,8 por ciento del PIB, por encima del 45 por ciento que gasta un país mucho más rico como Alemania. De lo cual justo se infiere que el único camino consiste en subir la recaudación, en la actualidad en el 37,12 y mejorando, pero aún unos 6 puntos por debajo de la media europea.

Es decir, para compensar el desfase presupuestario habría que elevar los ingresos por valor de prácticamente 10 puntos del PIB, unos 100.000 millones. Y ello en un contexto todavía recesivo, en el que difícilmente la economía volverá a crecer a tasas como las conseguidas en plena burbuja y en el que cualquier intento de elevar la presión fiscal se traduce en un desplazamiento mayor de la actividad hacia la economía sumergida.

Es cierto que España adolece de un sistema tributario defectuoso, con el que siempre han jugueteado los módulos, muchos profesionales y bastantes empresas para rebajar su factura fiscal. Hay numerosas deducciones y además se castiga demasiado a las nóminas. Pero no parece que nuestra economía pueda soportar en el corto y medio plazo niveles de recaudación más propios de un país nórdico o Francia, en el entorno del 50 por ciento del PIB, con altas cotas de intervención estatal, salarios más altos, una mayor productividad y también mejores servicios y prestaciones.

Durante la bonanza, el sistema estaba diseñado para exprimir el boom inmobiliario y por tanto al contribuyente de una manera casi indolora. La mayor aportación que un ciudadano hacía al erario público la efectuaba cuando compraba una vivienda. Atenuado por el pago a plazo en una hipoteca, en ese desembolso se incluía el IVA, los impuestos autonómicos y las rentas del suelo para los municipios. Y encima se empezaba a pagar impuestos por la luz o el IBI. Pero en cuanto la vaca se secó, los ingresos cayeron del máximo histórico del 41 por ciento del PIB al 35,08 por ciento de 2009.

Montoro ha subido casi todos los impuestos posibles y ha creado figuras nuevas. E incluso así sólo ha conseguido llevar la cifra de ingresos al ámbito del 37 por ciento del PIB en 2012, y nunca más allá del 38 por ciento en 2013.  

O sea, que además Rajoy quiere lograr en medio de un entorno recesivo una cifra de recaudación muy por encima de lo que jamás se obtuvo en España, incluso durante el pico de la madre de todas las burbujas impulsada por unos incrementos anuales del crédito que tocaron el 25 por ciento.

Así las cosas, España puede reformar su sistema tributario para extraer algunos puntos más. Pero no parece razonable que se pueda obtener más del 42 por ciento del PIB en ningún caso. Ello implica que todavía quedan 5 puntos del PIB, unos 50.000 millones que hay que recortar. O lo que es lo mismo, sí que hay un problema muy serio con el gasto. Durante los cinco años de crisis, los desembolsos del Estado se han disparado desde el 39 por ciento del PIB en 2007 hasta el 47 por ciento de la actualidad. Ni más ni menos que 100.000 millones, de los cuales sólo unos 20.000 millones han engordado en el último año.

Y si se diseccionan los distintos componentes del gasto, se antoja difícil que éste se pueda rebajar simplemente porque acuda al rescate el crecimiento. Los intereses seguirán altos porque el volumen de la deuda no se reduce. El gasto en pensiones ha engordado unos 22.000 millones durante la crisis y continuará aumentando, en parte porque la reforma pospone el grueso de los cambios para 2019. Quizás se pueda rebajar algo la factura de las prestaciones por desempleo, pero poco. Y el capítulo de personal permanece en los niveles de 2008. El déficit parece enquistado en el 4 ó 5 por ciento del PIB sin más medidas. Por eso, en sus documentos enviados a Bruselas el Ejecutivo de Rajoy ha prometido para 2015 y 2016 ajustes en las partidas de personal por 10.000 millones, por 8.000 millones en las prestaciones sociales y por 3.000 millones en los consumos intermedios. Y todo ello sin haber anunciado medidas que justifique tamaños ahorros. De modo que el problema no son sólo los ingresos. También los gastos.

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