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Bienestar

Reflujo gástrico y dientes: un enemigo inesperado para tu salud dental

Una mala digestión nocturna puede amargar, no solo el descanso de tus noches, sino también dinamitar desde dentro a tu esmalte dental. El exceso de acidez golpea así nuestros dientes, haciéndolos más débiles y quebradizos

La batalla de los protectores gástricos también puede servirnos, casi sin pretenderlo, para proteger a nuestros dientes. Alrededor de un 12% de la población sufre el denominado reflujo gástrico (o esofágico), el cual tiene más que ver de lo que imaginaríamos sobre nuestros dentadura y sobre nuestra salud dental.

Hablamos de ese momento en que los ácidos del estómago fluyen hacia el esófago, irritando el revestimiento de éste. La culpa recae así en el esfínter esofágico, un músculo encargado de esa frontera entre esófago y estómago. Por así decirlo, es una llave de paso que impide el retorno de los jugos gástricos. Al relajarse en el momento incorrecto, esos ácidos retornan y pueden implicar acidez estomacal, ardor y otros síntomas relacionados como dificultades para tragar, dolor torácico, la sensación de tener un nudo en la garganta y también la de una extrema agriedad en paladar y garganta.

Además, si el reflujo se produce durante la noche -que es frecuente, sobre todo por la postura que adoptamos al dormir-, puede implicar otras complicaciones como tos y laringitis, además de asma e incluso trastornos del sueño (por esa incomodidad añadida). Razones todas ellas por las que no deberíamos irnos a la cama después de cenar -ni hacer cenas demasiado difíciles de digerir-, ya que nuestro estómago estará en plena ebullición gástrica durante esos momentos, haciendo que los ácidos campen a sus anchas.

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Aunque a veces no lo imaginemos, los ácidos estomacales tienen su repercusión en la salud dentaria. ©Gtres,

Si forzamos así al esfínter esofágico y nos ponemos en posición horizontal, convertiremos el esófago en una 'autopista' recta y plana por la que todos estos jugos secretados por el estómago podrán campar a sus anchas. Aunque las complicaciones no son especialmente frecuentes, descontrolar el RGE (reflujo gastroesofágico) puede implicar inapetencia, vómito persistente o sensación de arcadas, además de señales de sangrado.

Lo que no estaba tan claro, o que incluso puede pasar en muchas veces desapercibido, es que este reflujo puede tener consecuencias también en nuestra salud dental, las cuales seguramente no sean tan notables como las gástricas, pero que pueden jugarnos malas pasadas.

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Dientes y reflujo gástrico: cómo afecta a nuestra salud dental

No pocas veces te hemos contado cuáles son los grandes enemigos de nuestra salud dental. Aparte de una incorrecta higiene, también hay que poner sobre la mesa a unos cuantos productos que están siempre en la lista de sospechosos habituales en lo que a dañar dientes se refieren. Hablamos del humo de tabaco, evidentemente, pero también de muchos alimentos y bebidas que también nos hacen un flaco favor en la defensa de la dentina.

Café y vino tinto, además de manchar, también son productos relativamente ácidos. Del mismo modo que le pasa a los cítricos o a las bebidas carbonatadas, especialmente a las que tienen mucho azúcar, que se convierten en la tormenta perfecta de la agresión dental. Por un lado, azúcares. Por el otro, ácidos. Si ahora lo extrapolamos a nuestro propio cuerpo, el veredicto de por qué los ácidos estomacales dañan al esmalte están claros.

Esa regurgitación, especialmente la nocturna y durante largas horas, devuelve a la cavidad bucal pequeñas cantidades de ácido estomacal -apenas perceptible- pero que realizan un trabajo de erosión constante en nuestro esmalte dental. Es un proceso conocido como erosión ácida, o lo que es lo mismo, la desmineralización del esmalte dentario por la presencia de este tipo de sustancias, que lo hacen más sensible a la abrasión.

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Los productos azucarados ejercen una acción cariogénica, la cual se puede combinar con la acidificación natural de los jugos gástricos, complicando la salud dentaria. ©Gtres.

Ese incremento de la acidez va debilitando, capa por capa, a los dientes, desgastando el esmalte -que es la barrera natural de protección del diente- y deja expuesta a la dentina -la segunda barrera de protección dentaria- y, a la larga, puede exponer así también a la pulpa. Lógicamente, es un trabajo a larguísimo plazo, pero que puede pasar también factura estética -se pueden apreciar piezas dentales con menos brillo y con una sensación de transparencia, debida a esa pérdida de minerales-, pero principalmente una factura funcional.

Con el reflujo gástrico aparece también una mayor sensibilidad dental (no dejamos de 'pulir' la superficie dentaria) y una mayor desprotección al ir limando esa primera barrera, por lo que otro tipo de elementos cariogénicos pueden aprovechar la nocturnidad para provocar caries. Sobre todo porque la noche también encuentra una inesperada desventaja para nuestra salud dental: una menor producción de saliva.

Al estar en reposo y no mover -lógicamente- tanto la boca para comer o hablar, nuestra saliva se genera en menor cantidad durante la noche. Topamos así con un descenso de su actividad lubricante y antibacteriana, razón por la que es conveniente que el uso de colutorios y enjuagues dentales sea especialmente importante después de cenar, facilitando así que esta película externa y añadida (generalmente fluorada) actúe como 'chaleco antibalas' mientras dormimos.

Toda esta guerra se traduce en cambios en el famoso pH. Los ácidos estomacales tienen un pH más alto (entre 3,5 y 4) y por tanto ácido (valga la redundancia) que el pH bucal ronda entre los 6,8 y los 7, es decir, es una sustancia acuosa y con tendencia alcalina.

Cómo detectar la afectación dentaria del reflujo

Cuando el ácido empieza a desmineralizar el esmalte dental se forman pequeñas manchas blancas en la superficie del diente, que en ocasiones podemos interpretar como una señal de otro tipo de erosión. Sin embargo, el tiempo de exposición hace que esta mancha se empiece a oscurecer hacia tonos marrones e incluso negros. Si se deja correr, esa desmineralización puede llegar a la dentina y provocar pequeños agujeros, razón frecuente de consulta odontológica.

Un aumento de la sensibilidad dental, ver comprometida la estética dental de manera irregular -especialmente en la cara anterior de los caninos e incisivos, que son las piezas más expuestas- o apreciar cómo empiezan a amarillear serán pruebas de esta relación entre reflujo y dientes. Al eliminarse el esmalte, es que es blanco, la dentina sale a la luz y con ella el color amarillento que ésta tiene.

En este sentido, también la desmineralización del diente eleva la sensibilidad. Se debe a que el esmalte actúa como aislante, mientras que la dentina tiene un carácter poroso y permite que la sensación de frío o calor de determinados alimentos pueda llegar a la pulpa dental (lo que conocemos popularmente como nervio).

Amén de lastrar a nuestros dientes, el reflujo esofágico puede tener otras consecuencias sobre la cavidad bucal. Úlceras, llagas y aftas, además de sensación de dolor y quemazón, y una reducción del flujo salival son consecuencias que pueden tener que ver con este retorno de los ácidos hacia la boca. Además, como 'pelea' con la saliva, también puede ser susceptible de generar enfermedades micóticas y bacterianas, además de mal aliento, por este contraste acidificador.

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