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Bienestar

Las dos formas en las que la ansiedad traiciona a tus intestinos

Por exceso y por defecto, el aumento de la ansiedad y la secreción de diferentes hormonas ponen en 'rompan filas' a nuestro sistema digestivo, que no agradece estos momentos de nerviosismo y estrés, manifestándose a través de incómodas formas

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Para entender cómo nuestro estómago reacciona en situaciones de ansiedad, nerviosismo o estrés tenemos que poner en danza a unas cuantas hormonas que acaban actuando como neurotransmisores como la serotonina, el cortisol o la adrenalina. Una orden cerebral que las multiplica cuando nuestro organismo atraviesa esos momentos, ya sean de terror, miedo, pánico o simplemente de intranquilidad, y que acaban atenazando a nuestro sistema digestivo.

Los intestinos se convierten así en la diana imprevista sobre la que actúan, siendo capaces de mandarnos al baño corriendo como reacción a una de estas situaciones e, irónicamente, por el efecto contrario, bloquear por completo nuestras ganas de ir al servicio.

Actúa así la ansiedad como un detonante ante determinados momentos de particular estrés que conecta al estómago (insistimos, el intestino grueso principalmente) con el cerebro. De hecho, en los últimos años se está estudiando la conexión en el eje microbiota-intestino-cerebro, que podría explicar parte de ciertas patologías neurológicas como la enfermedad de Alzheimer, la de Parkinson o la esclerosis múltiple.

Lo que también es cierto es que nuestro sistema digestivo ha demostrado probadamente que no es un compartimento estanco, ajeno al resto del cuerpo, y que su conectividad con lo cerebral es más relevante de lo que se pensaba en el pasado y ahí es donde actúan nuestros citados neurotransmisores.

Los dos caminos por los que la ansiedad llega a tus intestinos

No deja de tener un punto relativamente irónico que las reacciones a este tipo de estrés puntual cuando llega al intestino se manifieste de formas bien distintas. A algunas personas, estos momentos de miedo, pánico o angustia les pueden provocar una fuerte necesidad de ir al servicio. Pudiendo ser con retortijones y borborigmos, pero incluso pudiendo acontecer cuadros diarreicos.

En la otra vertiente, que es donde encontramos lo irónico, es que esta multiplicación hormonal que pone en danza a serotonina, cortisol y adrenalina sea responsable de episodios de estreñimiento, bloqueando nuestra capacidad intestinal e impidiendo que vayamos al baño con facilidad.

Pero, ¿quién tiene la culpa de que la ansiedad bloquee o libere a nuestros intestinos a su antojo? Pues tenemos que centrarnos en la serotonina, una hormona y neurotransmisor fundamental porque regula, entre otras cosas, el apetito o la temperatura corporal e incluso tiene que ver con nuestro deseo sexual. Sin embargo, también influye su secreción a la hora de poner en marcha a nuestro estómago.

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El aumento de la secreción de ciertas hormonas como la serotonina o el cortisol pueden acelerar o ralentizar los ritmos intestinales. ©Gtres.

Se produce así a través de la ansiedad una mayor secreción que, cuando es demasiado elevada, puede provocar ciertos movimientos peristálticos que causen espasmos a través de nuestro intestino grueso. Toda esta reacción en cadena provoca un aumento de la motilidad y, posteriormente, una relajación intestinal que ocasiona así la diarrea.

Sin embargo, para entender el porqué de estas traiciones estomacales, también hay que poner sobre la mesa otras dos hormonas que también guardan relación con la ansiedad y el estrés pero que en este caso aumentan el estreñimiento: el cortisol y la adrenalina.

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La secreción de cortisol aumenta el estreñimiento, la secreción de serotonina, la motilidad intestinal. ©Gtres.

Cuando estamos estresados, la glándula suprarrenal secreta este par de hormonas por separado. La adrenalina aumenta la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos y también dilata las vías respiratorias. Se prepara, por así decirlo, para la batalla y concentra todos sus esfuerzos en estas soluciones.

Deja así entonces al descuido otras funciones corporales que no son tan relevantes en ese momento, como puede ser la función digestiva, motivo por el que una secreción desorbitada de adrenalina está relacionada con un aumento del estreñimiento porque llega menos sangre al intestino y reduce su movimiento, bloqueando temporalmente su actividad.

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Tanto diarrea como estreñimiento pueden venir propiciados por situaciones de estrés y ansiedad. ©Gtres.

Lo mismo que ocurre con el citado cortisol, que en este caso también aumenta nuestro estreñimiento por otra cuestión: es una hormona con un gran poder diurético. Al secretarse, nuestro cuerpo se deshidrata porque esta hormona tiene un gran poder diurético. Se produce así una recuperación de agua a través de las heces, mediante esa absorción intestinal, que es la que aumenta las probabilidades de sufrir estreñimiento.

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