No dejaba de ser curiosa la excursión. Un grupo de ciudadanos de Weimar estaba siendo escoltado por soldados americanos hacia un destino que muchos podrían intuir, aunque varios testigos indicaron que predominaban charlas animadas. El objetivo no estaba muy lejos, a menos de 10 kilómetros desde el centro de la ciudad, un lugar que llevaba allí desde 1937. La senda, la misma que recorría un siglo antes Goethe, el Cervantes germano, atravesaba un bosque de hayas, literalmente en alemán, Buchenwald.
“…de aquella sociedad de señoras y caballeros. El viento agitaba los abrigos. Había vistosos sombreros de señora y trajes negros. Detrás del grupo aparecían unos pocos uniformes americanos. Llegaron a la fosa común y enmudecieron, congregándose lentamente en torno al hoyo. Los caballeros se quitaron el sombrero uno tras otro. Se sacaron pañuelos. Uno o dos minutos de calma muda y, luego, la vida volvió a aquel aturdido retrato de grupo. Las cabezas se volvieron hacia los oficiales americanos. La gente levantaba los brazos y los extendía a la altura de los hombros, para dejarlos caer a continuación hasta los muslos y volver a levantarlos. Movían repetidamente las cabezas en ademán de negación... no sabían nada de todo aquello. Nadie sabía nada”. El relato es de uno los chavales que contemplaba la escena y terminaría siendo premio Nobel de Literatura. El húngaro Imre Kertész tenía 15 años y había trabajado como esclavo en el campo de Auschwitz hasta que fue trasladado a Buchenwald ante el avance soviético.
Era 1945, los alemanes habían perdido la guerra y Weimar, rodeada de campos satélites, se encogía de hombros a pesar de que una de las tareas de los presos había sido reparar y construir partes de la ciudad. En el macabro tour, los americanos obligaron a los alemanes a contemplar los barracones, los hornos y los cadáveres apilados esperando ser incinerados. Los americanos grabaron aquella excursión y el filme muestra las caras de los alemanes desencajadas, llantos y gente tapándose la nariz, confirmando el “olor a muerte” que describieron muchos. En casos como este resulta descabellado creer en la ignorancia de los alemanes que vivían rodeados de campos de concentración. ¿Hasta qué punto los alemanes corrientes sabían lo que estaba pasando con los judíos?
El Holocausto no nació de la nada, fue una progresiva acumulación de violencias que sufrieron los judíos alemanes, y posteriormente europeos, desde la llegada de Hitler al poder. Como hemos analizado en otro artículo, el asesinato sistemático de todos los judíos no comenzó hasta el año 1941, pero antes los alemanes habían visto cómo los judíos fueron señalados, insultados, excluidos de la esfera pública, perseguidos y agredidos. Desde que Hitler tomó el poder en 1933, las políticas de su régimen persiguieron a los judíos sin descanso y su propaganda no paró de señalar a esta comunidad como uno de los males de la patria que había que “extirpar”.
Cuando comenzó la guerra en septiembre de 1939, los ciudadanos del Reich alemán llevaban viendo durante seis largos años cómo los judíos desaparecían del espacio público. Le habían quitado la tienda a tu vecino, los niños judíos de la clase de tu hijo habían sido expulsados, tus vecinos judíos habían tenido que malvender sus propiedades y miles habían emigrado a otros países. La marginación y persecución por parte del gobierno era indudable y resultaba imposible no verla. Los insultos, agresiones, y en general cualquier hostigamiento espontáneo hacia la población judía por parte de personas anónimas o relacionadas con algunas de las organizaciones nazis también estarían en la mente de los alemanes.
Exterminio: de las balas al gas
El estallido de la Segunda Guerra Mundial empeoró las cosas, aunque a esas alturas la mayoría de los judíos había abandonado el Tecer Reich. De los 523.000 judíos que había en Alemania en 1933, solo quedaban 202.000 en 1939. En las grandes ciudades también se vieron obligados a vivir agrupados y hacinados en las conocidas como “casas de judíos” y guetos, a las que iban llegando judíos de otras localidades. También se les obligó, a partir del año 1939, a realizar trabajos forzados.
Pero el asesinato masivo y las deportaciones llegaron en 1941 tras la invasión de la Unión Soviética. Desde el comienzo de la operación, los Einsatzgruppen, grupos de matanza itinerantes se incrustaron en el Ejército y comenzaron a asesinar a todos los judíos de la Unión Soviética, primero a balazos y después de manera industrial en los grandes campos. En esta época los judíos de Alemania también habían sido deportados al Este
De este primer Holocausto por las balas fueron conscientes los ciudadanos alemanes. "Los soldados en el frente oriental volvían a sus casas cuando tenían permisos y contaban lo que habían visto. Había informes de los gobiernos locales sobre las deportaciones de los judíos en las plazas de los pueblos y les mandaban al este para matarlos. La gente veía esas cosas y hablaba sobre ello. Sabemos por los diarios y por las cartas también que esto era un hecho conocido ya al principio de 1942. Era lo que podríamos llamar un secreto abierto, un secreto a voces. El régimen decía que la gente no debía hablar sobre Auschwitz y lugares así, pero la gente lo sabía", señaló el experto en el Tercer Reich, Richard Evans en una entrevista con este medio.
Ian Kershaw, otro de los mayores expertos en nazismo apunta a la “despersonalización y abstracción del judío”. “Por sorprendente que parezca, la cuestión judía no tenía más que un interés mínimo para la gran mayoría de los alemanes durante los años de guerra en los que se producía la matanza masiva de judíos en los territorios ocupados. Bajo las crecientes presiones de la guerra, las preocupaciones por los familiares en el frente, los temores sobre los bombardeos y la tensión intensificada de la existencia diaria, era poco probable que fuera alta una gran preocupación o interés en un grupo social minoritario. Además, los judíos, una minoría generalmente no querida, estaban, como acabamos de ver, casi totalmente aislados del resto de la sociedad alemana”, afirmó Kershaw en ‘Hitler, the Germans, and the Final Solution’.
El británico también apunta que los testimonios de los tiroteos masivos de los soldados que escribían o regresaban desde el frente del este y las transmisiones de las radios extranjeras fueron suficientes para que los alemanes conocieran que a los judíos les estaba ocurriendo cosas terribles, y temieran represalias si Alemania, entonces victoriosa, perdiera la guerra. Los gaseamientos, tanto en camiones de gas móviles como más tarde en los campos de exterminio, se realizaron bajo un alto nivel de secretismo. Esto hizo que encontraran escasa repercusión dentro de Alemania, ya que casi no existían registros documentales que los confirmaran. Sin embargo, no todo quedó en silencio absoluto. Circularon rumores, pero las evidencias indican que la "cuestión judía" no fue un tema que ocupara un lugar destacado en las preocupaciones generales de la población durante los años de la guerra.
El grado de conocimiento dependía de factores como la proximidad, la exposición a los medios y la voluntad de enfrentarse a la realidad. Kershaw resumió así la situación: "El camino a Auschwitz fue construido por el odio, pero pavimentado con indiferencia. La 'Solución Final' no habría sido posible sin las medidas progresivas para excluir a los judíos de la sociedad alemana que se llevaron a cabo a plena vista del público, que en su forma legal contaron con una aprobación generalizada y dieron como resultado la despersonalización y envilecimiento de la figura del judío. No habría sido posible sin la apatía y la indiferencia generalizada que fue la respuesta común a la propaganda del odio. Y, finalmente, no habría sido posible sin el silencio de las jerarquías de la Iglesia, que no lograron articular la oposición que había a las políticas raciales nazis, y sin el consentimiento, que llegó a la complicidad activa, de otros sectores prominentes de las elites alemanas: la sociedad civil. la burocracia de servicios, las fuerzas armadas y, no menos importante, los sectores industriales más importantes”.
Birmania
27/01/2025 09:09
No habría sido posible sin la apatía y la indiferencia generalizada que fue la respuesta común. Y, finalmente, no habría sido posible sin el silencio de las jerarquías de la Iglesia, que no lograron articular la oposición que había a las políticas raciales nazis, y sin el consentimiento, que llegó a la complicidad activa, de otros sectores prominentes de las elites alemanas: la sociedad civil. la burocracia de servicios, las fuerzas armadas y, no menos importante, los sectores industriales más importantes”. ¿No les resulta familiar el relato? ¿No es un calco de la situación española actual dominada por un autócrata cuyo estado mental recuerda al del autócrata que dominó a la sociedad alemana, sociedad que con su indiferencia consintió el exterminio de millones de seres humanos?
Tintin
Fue publicada a las 4:45 am. Ojalá que con dos o tres tumbadioses de más, invadido por la nostalgia y escuchando 20 de abril o Still loving you. Y aprovechando el contacto con la naturaleza al que invita el buen tiempo del período estival para, tras evaluar los éxitos alcanzados hasta el presente, conjurarse consigo mismo para convertirse en triunfador de la feria. Tirorirotirori
Talleyrand
27/01/2025 13:12
Gengis Khan mato a tanta gente que tiño Asia y Europa de sangre. Ha habido grandes genocidios o matanzas en la historia, la mayoria ya olvidadas y sus autores son considerados como heroes por los nacionalistas. Lo de Alemania es insoportable por la cercanía, la industrializacion de la muerte, el no querer saber de los vecinos, y de toda alemania y sobre todo porque todavia no tenemos respuesta de porque, el pais mas desarrollado de europa, la patria de Kant, de Riemann, de Haendel, de Einstein llego a ese nivel de degeneracion humana insoportable. Esa duda que persiste del porque una civilizacion desarrollada puede degenerar en eso nos llena todavia de zozobra. El Holocausto puede repetirse si nos olvidamos.
alon101.v01
27/01/2025 14:28
Cerca de mi casa, a unos cientos o miles de metros, a clínicas asesinando niños en el vientre de sus madres, como cómplices de ellas. ¿ Qué puedo hacer, aparte de ir a votar cada cuatro años ? Pues eso. Ahora hay más mierda que antes. Asesinar a alguien es una burrada, pero asesinar a tu propio hijo es peor.