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Cultura

Ridley Scott enarbola el Me Too en un drama medieval sobresaliente

El cineasta huye del oportunismo en 'El último duelo', una brillante película con tres versiones de una violación en el siglo XIV

La película Thelma & Louis se estrenó hace ya tres décadas y supuso un acicate para llamar la atención acerca de la violencia machista. Esta "road movie", protagonizada por Geena Davies y Susan Sarandon, vio la luz en 1991 y se convirtió entonces en un símbolo importante para el movimiento feminista, al representar a dos mujeres que huyen de la policía tras haber cometido un asesinato en defensa propia. Ahora, su director, Ridley Scott, vuelve a dar voz a la mujer para reivindicar la verdad, el honor y la justicia en la cinta El último duelo, un brillante drama medieval protagonizado por Jodie Comer, Matt Damon, Adam Driver, Ben Affleck.

La cultura de la violación es el epicentro de esta historia, escrita por Matt Damon y Ben Affleck -que vuelven a reunirse tras ganar el Oscar por el texto de El indomable Will Hunting (1997)-, junto a Nicole Holofcener. El guion está basado en la obra homónima de Eric Jager, que narra una historia real de justicia y honor, al tiempo que retrata la situación de la mujer en la Francia del siglo XIV en tono de novela. En ella, dos amigos, el caballero Jean de Carrouges (Damon) y el escudero Jacques Le Gris (Driver), se enfrentan en un duelo a muerte después de que la esposa del primero, Marguerite, haya denunciado a Le Gris de una violación brutal.

Ridley Scott que, a sus casi 84 años y con 45 de trayectoria cinematográfica, no necesita adherirse a ninguna moda para continuar con la visión de la mujer que ya mostró tiempo atrás

A pesar de la ola del Me Too que arrancó en 2017 con las acusaciones contra el productor estadounidense Harvey Weinstein que han tenido réplicas en todo el mundo y en diferentes áreas, sería injusto tachar de oportunista a Ridley Scott que, a sus casi 84 años y con 45 de trayectoria cinematográfica, no necesita adherirse a ninguna moda para continuar con la visión de la mujer que ya mostró tiempo atrás en Thelma & Louis. Lo suyo no es un alegato más y basta asomarse a esta película para descubrir que, ante todo, El último duelo es un largometraje sobresaliente con mérito propio, a pesar de la lectura política o social y de su anclaje en el presente.

En primer lugar, esta película, que se presentó en el Festival de Venecia fuera de concurso, es en sí misma una epopeya medieval con las mejores imágenes de batallas y combates, en la que la sangre cae a borbotones y la crueldad se experimenta con una cercanía que abruma, casi en la propia piel. Sin embargo, el director no recurre a encuentros violentos o superficiales sin sentido, busca la dimensión humana y no convierte la película en una sucesión de escenas cargadas de testosterona amparándose en el momento histórico en el que se desarrolla.

Las tres versiones de Ridley Scott

Pero el mayor acierto de Ridley Scott en El último duelo son las herramientas narrativas a las que recurre, deudor del efecto Rashomon: tres perspectivas para mostrar los matices -a veces insignificantes y en ocasiones decisivos- de un mismo caso de violación. La primera de las versiones es la del propio violador, un mujeriego enamorado y obsesionado con la esposa de su amigo. La segunda, la del abnegado marido y su búsqueda de justicia y honra para su mujer y su matrimonio. La tercera es "la verdad", vista desde los ojos de la esposa violada, en la que hay desprecio, hay gritos y hay un miedo atroz.

Ridley Scott observa la violación desde el pasado para subrayar con vehemencia aquellas cuestiones que no parecen haber cambiado lo suficiente

"No existe justicia, solo existe el poder de los hombres", le advierte en un momento de la película su suegra, uno de los muchos testimonios de las mujeres que decidieron someterse a la voluntad de los hombres. El proceso al que se somete y en el que Marguerite es una víctima que relata lo ocurrido, se vuelve contra ella y se convierte casi en una acusada. Ridley Scott observa la violación desde el pasado para subrayar con vehemencia aquellas cuestiones que no parecen haber cambiado lo suficiente y que, según se puede deducir de su película, se repiten en pleno siglo XXI.

En 1986, hace apenas 35 años, se retiró de la jurisprudencia española que la ausencia de resistencia por parte de la víctima era motivo para eximir al autor de la agresión de responsabilidad. A pesar de ello, se sigue poniendo el foco en juicios en los que, como ocurre en El último duelo, la mujer agredida ha tenido que responder a preguntas que ponen en cuestión su actitud de rechazo. El gran logro de Ridley Scott es situar al espectador en pleno siglo XIV y hacerle pensar por momentos en las deudas de la humanidad. Apenas ha pasado un año y medio de la condena de 23 años a Harvey Weinstein, después de toda una vida de silencios en la industria cinematográfica estadounidense, así que nadie debería tener motivos para acusar al director británico de oportunismo.

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