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Cultura

Artistas de la supervivencia: los genios también son humanos

Altamarea edita en España un compendio de 'viñetas literarias de siglo XX', trazadas por el polígrafo alemán Hans Magnus Enzensberger, en que afloran las miserias de auténticos intocables de las letras universales de los últimos cien años

Escritores
Algunos de los escritores protagonistas del libro Clara Pérez

Aprehender la figura de Hans Magnus Enzensberger (1929-2022) es tarea imposible. Si de Quevedo Borges dijo que era en sí mismo una literatura, del polígrafo alemán puede acaso darse por sentado no tanto, pero sí que, aun después de muerto, continúa deparando sorpresas, como este Artistas de la supervivencia. Viñetas literarias del siglo XX, publicado en España por Altamarea, una aportación singular al cada vez más extenso catálogo de esta joven editorial.

A Jaroslav Hasek, autor de Las aventuras del buen soldado Svejk le dio, en 1911, por fundar el 'Partido del progreso moderado en el límite de la legislación vigente'. Antes, obtuvo, hasta que lo pillaron, un dinero mediante el comercio de perros que capturaba en la calle y luego vendía con certificados de pedigrís más falsos que un duro sevillano.

El peculiar Hasek ocupa una de las algo más de sesenta viñetas pergeñadas por Enszensberger para aportar una tan variada como desconocida visión de gigantes consagrados de las letras, contribuir al descubrimiento de otros autores de menos relumbrón y ofrecer retazos del desasosiego como un estado habitual en muchos de los protagonistas que, según los casos, hubieron de lidiar con la incomprensión, la censura, el totalitarismo, la inestabilidad mental, la guerra y hasta la reclusión en el campo de concentración o en el gulag.

Todos los que aquí asoman son alto voltaje literario sometido al escrutinio inmisericorde de un intelectual insobornable que, confesión propia, fue por libre en virtud de su incapacidad casi fisiológica de alinearse a uno u otro lado: a confundirse en la grey, en definitiva.

Nadie puede encerrar dudas en torno a la capacidad, y el genio, de todos y cada uno de los que integran este mosaico personal de celebridades que asoman con unas credenciales asimilables a la de cada hijo de vecino: a veces miserables, otras cobardes; las más, humanos, demasiados humanos.

Tras recorrer tanta vicisitud y evocar, una vez más, al detalle el envés de Gabriele D'Annunzio, Ezra Pound, Henry Miller, Mijaíl Bulgakov, Louis-Ferdinand Céline, Curzio Malaparte, Pablo Neruda, Camilo José Cela, Gabriel García Márquez, entre tantos, queda más que fundamentado esa viejo dicho que aconseja abstenerse de intimar con quien ha sido capaz de depararnos horas de felicidad lectora: la decepción será tan monumental como inevitable.

Un fascista y un bobo

Ezra Pound, fascista de libro, displicente hasta la náusea, una obsesión con patas, se abstrajo de cualquier tipo de estímulo exterior (y la segunda contienda mundial lo era) para consagrar su vida literaria a una poesía petulante e incomprensible que tenía por la más excelsa desde Dante. Sus Cantos, pulidos bajo un estado de neurosis permanente, son hoy un testimonio ininteligible en el que opera el empeño de un talento que ensalzaba a Mussolini mientras escribía para sí mismo. En el ínterin entre su años de poeta evanescente hasta su triste muerte en Venecia, fue capaz no obstante de revelarse como un editor intuitivo que, por ejemplo, convirtió la obra La Tierra baldía de T.S. Eliot en clásico de la poesía moderna mediante el expeditivo método de tachar la mitad de los versos del poema. Pero eso, para Pound era una ordinariez sin importancia.

"De los magos negros, Villon, Sade, Rimbaud y Lautréamont, Jean Genet es el último y quizá el más grande", dejó escrito

De Gorki podemos leer sus críticas al tótem Lenin por su ateísmo. Los restos del autor de La madre reposan desde 1936 entre los muros del Kremlin. Quién podría haberlo asegurado de este escritor curtido, de infancia infernal, sensibilidad perenne y augur de la barbarie estalinista: denunció la dictadura del proletariado y el régimen soviético lo puso bajo vigilancia. El genio se impuso a la coyuntura. Hoy sigue siendo un autor de una vigencia enorme en la Rusia de Putin.

Otro milagro literario: Jean Genet, príncipe de los marginados: "padre desconocido, sin amor de madre, sin afecto, homosexual, niño prodigio rebelde en el colegio". Su obra es un ejercicio de abstracción respecto a una vida de "robos, malversaciones, juicios, periodos como mercenario, deserciones, deportaciones, encarcelamientos, expulsiones e indultos". Un genio del arroyo sin empacho en equiparse con la corriente oscura y más genuina de las letras francesas. Dejó escrito: "De los magos negros, Villon, Sade, Rimbaud y Lautréamont, Jean Genet es el último y quizá el más grande". En su Santa María de las Flores equiparó a un asesino con un santo. Transgresiones como estas le aseguraron la posteridad.

Henry Miller es un mal escritor para Enzensberger, quien atribuye tal condición "no solo a que fuera bastante bobo, sino lamentablemente también a sus lecturas, que mezclaba en un guiso que revuelve hasta el estómago más fuerte".

Las fobias desarrolladas por el autor alcanzan también el juicio de autores españoles, como nuestro Camilo José Cela, al que dispensa una inquina sin razón aparente porque confiesa no haberlo leído en profundidad. Ni en superficie: "No sé por qué esta persona me resultaba tan antipática. No lo conocí nunca personalmente, ni él a mí. Nunca me hizo nada. De sus más de setenta obras solo he hojeado la famosa La Colmena, una novela que publicó por primera vez en Argentina muchos años después de haber sido escrita, porque la censura la consideró pornográfica".

Como a todos, a Enzensberger, un enorme conocedor de la cultura hispánica, también le podía a veces el juicio apresurado.

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