“¡Año nuevo, propósitos nuevos!”. ¿Cuántos de nosotros, cada enero, repetimos este dicho como un mantra mientras elaboramos nuestra lista de buenos propósitos? Ya sean escritos o solo pensados, los buenos propósitos representan un ritual de inicio de año muy extendido. Pero a pesar del entusiasmo y la motivación de los primeros días, sucede muy a menudo que estos buenos propósitos queden en la lista de tareas pendientes, disipándose en poco tiempo.
¿Por qué fallan los buenos propósitos? “El comienzo de un nuevo año nos impulsa a reflexionar sobre el futuro e imaginar una “mejor versión” de nosotros mismos. Sin embargo, esta proyección, inicialmente llena de entusiasmo y determinación, a menudo choca con la realidad cuando los buenos propósitos, que al principio eran motores de cambio, comienzan a mostrar los primeros signos de flaqueza”, comenta Silvia Dal Ben, Clinical Manager de Unobravo en España.
Ya se ha convertido en una costumbre hablar del Blue Monday, el tercer lunes de enero, tradicionalmente considerado el día más triste del año. De hecho, es precisamente a partir de la segunda mitad de enero cuando nuestros buenos propósitos empiezan a tambalearse. “Nos damos cuenta de que, probablemente, los objetivos que nos habíamos fijado, impulsados por el deseo de una “nueva vida”, eran quizás demasiado ambiciosos. Esta toma de conciencia puede generar en nosotros una sensación de fracaso y desencadenar ansiedad, tristeza y frustración”, añade Silvia Dal Ben.
La clave del éxito con los propósitos
“El primer paso hacia el éxito es plantearse metas realistas, alcanzables y, sobre todo, que realmente se deseen. Muy a menudo, al elaborar nuestra lista de buenos propósitos, nos enfocamos en lo que creemos que queremos, en lugar de lo que realmente deseamos, lo que nos lleva a fijar objetivos que no reflejan quiénes somos de verdad. Así, terminamos fracasando porque, en el fondo, ese propósito no nos pertenece, sino que está influenciado por condicionamientos externos”, dice Dal Ben.
Los propósitos deben ser a corto plazo y realistas. Foto: Pixabay.
“Es fundamental, además, estar realmente dispuestos a abrazar el cambio. Esta apertura implica tener la voluntad de ponerse a prueba, explorar perspectivas desconocidas, afrontar nuevos retos, salir de nuestra zona de confort y superar posibles miedos o resistencias. De hecho, solo al abandonar nuestra zona de confort podemos abrirnos a nuevas oportunidades y transformar los temores asociados al cambio en una fuerza impulsora para nuestro crecimiento personal”, añade la experta.
El cambio: un viaje de crecimiento personal
El término “cambio” significa literalmente mutación, transformación, variación. En psicología, el “cambio” se entiende como la transformación de un individuo en un proceso de autorrealización o como el resultado de la tendencia al cambio y las resistencias frente a él. El cambio es un fenómeno universal: cada uno de nosotros, a lo largo de nuestra vida, se ha enfrentado a él o, en otros casos, lo ha deseado tan intensamente que se ha convertido en su propio impulsor. Nuestra vida, de manera cíclica, está sujeta a transformaciones que pueden afectar a las áreas más diversas: desde el trabajo hasta el amor, pasando por la familia, la amistad o los estudios.
El cambio constituye un elemento esencial mediante el cual nuestra vida avanza y se transforma, y nosotros evolucionamos con ella, en un proceso constante de crecimiento. El cambio es esencial, ¡aunque dé miedo! Pero si el cambio juega realmente un papel tan importante y constituye una fuente inagotable de enriquecimiento personal, ¿por qué entonces es tan complejo de enfrentar y puede dar miedo?
“El cambio, en todas sus facetas, representa un momento crucial en la vida de cada uno de nosotros. Incluso cuando es deseado y buscado, es completamente normal y fisiológico experimentar preocupaciones al enfrentarlo. El proceso de cambio nos impulsa, de hecho, a proyectarnos hacia lo desconocido, lo incierto y lo nuevo, obligándonos inevitablemente a dejar atrás una parte de nosotros mismos y a abandonar algunas de nuestras certezas y puntos fijos”, dice la experta.
A menudo, el miedo al cambio tiene sus raíces en la dificultad que cada uno de nosotros siente al salir de la zona de confort, un refugio seguro dentro del cual nos sentimos cómodos y donde todo nos es familiar, pero que, sin embargo, a largo plazo podría convertirse en una “prisión”. Permanecer anclados a nuestra zona de confort durante mucho tiempo puede, de hecho, atraparnos en una rutina predecible y controlable, limitando las oportunidades de evolución y crecimiento personal.
No temas al cambio para conseguir tus propósitos. Foto: Pixabay.
Salir de la zona de confort, en cambio, constituye una oportunidad valiosa para enriquecer nuestra vida, dándonos la posibilidad de experimentar en nuevos contextos, abrirnos a nuevos horizontes y perspectivas, conocernos mejor, descubrir aspectos inéditos de nuestra personalidad, identificar y aprovechar recursos ocultos y aprender a abrazar el cambio como un elemento esencial de nuestro camino de vida.
“Este proceso también contribuye a fortalecer la confianza que tenemos en nosotros mismos y en nuestras capacidades, elevando la autoestima y el sentido de autoeficacia, abriendo así las puertas a un mundo de oportunidades previamente inexploradas”, explica Silvia Dal Ben.
Miedo al cambio: ¿de dónde proviene?
"Enfrentar el cambio significa confrontarse con la incertidumbre y la falta de familiaridad, lo que implica adentrarse en territorios desconocidos. Esto puede generar en nosotros resistencia, ansiedad e incluso miedo. El miedo al cambio es un fenómeno complejo que puede originarse por diversos factores. A menudo está relacionado con el temor a lo nuevo y a lo desconocido, dimensiones que representan un desafío para nuestra necesidad innata de estabilidad y previsibilidad”, nos dice la experta de Unobravo.
Esta ansiedad hacia lo que no conocemos está estrechamente vinculada al miedo de perder el control y de no poder prever los resultados y los efectos que el cambio inevitablemente tendrá en nuestra vida. Otro miedo muy común es el de fracasar y decepcionarse a uno mismo o a los demás. Este temor suele alimentarse de una baja autoestima que podría hacernos pensar que no somos lo suficientemente capaces o no estamos a la altura para enfrentar el cambio de manera eficaz y provechosa. De manera similar, también es posible experimentar miedo al éxito, ya que este podría alterar los equilibrios relacionales existentes o enfrentarnos a nuevas responsabilidades.
“A veces, este miedo también puede ser provocado por el temor de no poder experimentar esa felicidad que esperábamos obtener cuando nos habíamos fijado la meta a alcanzar. Finalmente, la percepción de ser juzgado por los demás o el miedo a la soledad durante el proceso de cambio también pueden constituir frenos. Sentir miedo ante los cambios y las novedades es completamente normal y no es en sí mismo algo negativo, pero se convierte en un problema cuando obstaculiza el crecimiento personal y limita nuestra búsqueda de nuevos caminos para alcanzar la felicidad", comenta la Clinical Manager del servicio de psicología online.