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La última de las siete vidas de Cebrián

Juan Luis Cebrián

De entre todos los errores que cometen los periodistas, uno de los más comunes es el de tomarse en serio los halagos. Alrededor de la prensa sobrevuelan normalmente aduladores necrófagos que son especialistas en exagerar las virtudes de los reporteros –las tengan o no- para tratar de llegar a su corazón. Los más ilusos, interiorizan estos mensajes y se alejan de la realidad entre fuertes delirios de grandeza, convirtiéndose en caricaturas de sí mismos. Otros, aprovechan los piropos para medrar. Hubo un tiempo en el que Juan Luis Cebrián se dedicaba exclusivamente al oficio de contar historias. A ser humilde cronista de lo que ocurría a su alrededor. Soldado raso. El problema es que el periodismo no es suficiente para quien aspira a trascender, lo que justificó su cambio de rumbo. Desde ese momento, han sido varias las vidas que ha gastado Cebrián. La única que le queda podría perderla esta semana, ante unos socios que desde hace varios meses conspiran para tratar de alejarle de las alturas.

El presidente del Grupo Prisa pronunciará este miércoles un discurso ante sus accionistas en el que detallará su enésimo plan para salvar la compañía. El nuevo tónico revitalizante contra la depresión. La historia mil veces contada.

Cuentan personas próximas Cebrián que durante los últimos años ha transmitido por activa y por pasiva que no quiere jubilarse (73 años) hasta conseguir enderezar el rumbo de Prisa, la empresa a la que ha entregado 40 años de su vida. El problema es que una buena parte de sus socios ya no se fía de su capacidad para conseguir su propósito, de ahí que durante los últimos meses haya sido conducido, poco a poco, hacia la puerta de salida.

Hay un dato que ayuda a entender los recelos de los accionistas. Quien gastara 100.000 euros en participaciones del grupo el día antes de la muerte de Jesús de Polanco, el de ‘el gran poder’, habrá podido observar cómo su inversión se ha depreciado en 99.398 euros. Durante el mandato de Cebrián -oficializado en 2008-, la compañía ha experimentado una profunda decadencia, tanto por los efectos de la crisis que han vivido los medios de comunicación en su conjunto, como por sus malas decisiones.

Mientras la salud de Prisa se agravaba, el cuadro de socios del grupo se iba poblando de personas y empresas con poca o ninguna relación con el core business del grupo: los medios de comunicación. Actualmente, el 36% de su capital está en manos de entidades financieras. De esta cantidad, al menos el 20% le pertenece a los fondos buitre.

Bye-bye, Cebrián

Está previsto que Cebrián repita en la Junta de Accionistas de Prisa el mensaje que la compañía lanzó a los inversores hace unas semanas: que su sucesión “tendrá lugar una vez se hayan ejecutado los aumentos de capital y la reestructuración de la deuda” previstos. Es decir, cuando la sociedad cuente con “una estructura financiera estable y sostenible”.

Esta posibilidad le repele a los principales socios del grupo, que han dejado caer que sólo confirmarán su adscripción a la ampliación de capital -450 millones de euros- si Cebrián pone fecha a su marcha. El presidente ejecutivo no está dispuesto a abandonar el barco antes de tiempo. A este respecto, cabe recordar que el Consejo de Administración probó hace unas semanas un bonus de 1,9 millones de euros que está ligado al éxito de la operación de saneamiento de la compañía. ¿Podrá Cebrián cobrar esta recompensa en caso de capitular antes de que se resuelva la ampliación de capital?

Los principales socios de Prisa han dejado caer que sólo confirmarán su adscripción a la ampliación de capital si Cebrián se va.

El Comité de Nombramientos y Retribuciones de Prisa ha vuelto a debatir este viernes sobre la necesidad de relevar al primer ejecutivo del grupo. La idea que se ha barajado durante meses es la de nombrar a un vicepresidente que sea tutelado por Cebrián durante sus primeras semanas en el cargo para, en la Junta de Accionistas de la próxima primavera, asumir plenos poderes en el grupo. Pero después de que fracasara el plan para situar a Javier Monzón al frente de la compañía –trazado por Banco Santander-, se ha planteado la posibilidad de que el candidato a suceder a Cebrián acceda directamente a la Presidencia. Básicamente, porque Monzón retiró su candidatura por su desacuerdo con el plan de transición que le propuso el actual jefe de Prisa y temen que esta acción se repita.

Sobre este punto, ha habido consenso, según han explicado fuentes conocedoras del Consejo de Administración.

De momento, los críticos con Cebrián guardan un juicioso silencio y mantienen rictus fijo y varias de sus cartas boca abajo. Entre otras cosas, porque durante la guerra de accionistas de Prisa se han cerciorado de la extraordinaria habilidad que tiene el periodista y académico para moverse entre bambalinas. De hecho, cuando hace unos meses se percató de que la batalla de su Consejo de Administración se había recrudecido y su puesto corría peligro real, tiró de agenda y pidió Juan Carlos I, a Mariano Rajoy y a la vaca más sagrada del PSOE –Felipe González- que le ayudaran a salvar el match ball.

El gato gastó otra vida

El pasado octubre, su sagacidad provocó que Monzón se retirara de la carrera por la presidencia pocos minutos antes de que se debatiera su candidatura en el Consejo. “El gato gastó otra vida, pero todavía conservaba otra. Y ahí sigue”, incide uno de sus socios. Poco después, comenzó a hablarse de Cristina Garmendia como aspirante a sucederle. Como en este mundo poco o nada ocurre por casualidad, los accionistas críticos concluyeron que la exministra socialista era la elegida de Cebrián. Su ‘delfín’. Una heredera con escasas posibilidades de llegar al trono.

De todos los nombres que han saltado a la palestra desde el 'Monzón-gate' -incluidos el de Manuel Pizarro, Manuel Polanco y José Manuel Vargas-, el que ha generado un mayor consenso entre los socios del grupo es el de Jaime Carvajal y Hoyosadelantado por 'El Confidencial'-. Ni los bancos (Santander, Caixabank y HSBC), ni Telefónica, ni Amber Capital han expresado su oposición al consejero delegado del Banco Arcano, de 52 años, liberal por convicción y marqués de Almodóvar del Río. El grupo mexicano Herradura Occidente no se ha pronunciado y el socio catarí, International Media Group “no ha dado señales de vida”.

Lo único que podría hacer fracasar su candidatura –si no abandona por su propia voluntad- es que Soraya Sáenz de Santamaría o Mariano Rajoy dieran un golpe encima de la mesa y pronunciaran un “no” rotundo, bien por convicción o bien seducidos por Cebrián, todo un experto en el arte de la prestidigitación.

Carvajal no está en ninguna lista negra dentro del Partido Popular, ni mantiene ninguna amistad íntima con ningún ministro levantisco, ni tiene enemigos conocidos en Génova.

La posibilidad de que esto suceda es remota, puesto que Carvajal no está en ninguna lista negra dentro del Partido Popular, ni mantiene ninguna amistad íntima con ningún ministro levantisco, ni tiene enemigos conocidos en Génova, ni mucho menos comulga con las doctrinas económicas y políticas de la izquierda populista. Su perfil es el de gestor “joven y prudente” que apostaría por mantener la línea editorial de El País dentro del terreno del oficialismo, en el que se ha movido en los últimos años. Para bien o para mal, júzguelo usted mismo.

Ahora bien, agarrar el timón del Grupo Prisa requiere tener la moral alta. Entre otras cosas, porque su situación económica es crítica, su despensa está vacía y en su Consejo de Administración confluyen diferentes intereses que, cuando chocan, generan peligrosas tormentas eléctricas. Por supuesto, también porque nadie espera que Cebrián renuncie a influir en Prisa una vez abandone la presidencia. La posibilidad de que ejerza de jubilado criticón, de los que observan la obra desde la verja y gritan instrucciones a los albañiles es más que probable. Tan probable como incómoda, para qué engañarse.

Navegar es preciso; vivir no es preciso (…) No cuento gozar mi vida; ni en gozarla pienso. Sólo quiero tornarla grande”, decía Pessoa. Quien concibe su existencia de esa forma, difícilmente cambiará. Y, para bien o para mal, así es Cebrián.

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