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Opinión

“Que veinte años no es nada”

Veinte años después, 100 muertos con sangre española después, el Ejército español ha cumplido con su misión hasta el final. Y lo hubiera hecho igual sin Sánchez en Moncloa. Y esta sí que es una garantía en un país que carece de ellas

Tengo un buen amigo con el que hablo y discuto mucho sobre las cosas que nos interesan. Suelen ser las mismas que al resto de ciudadanos, ya saben, la política, libros, música, el Real Madrid; o sea, nuestra particular Arcadia construida a base de entretenimientos varios que hacen que la vida vaya fluyendo amablemente siempre que uno se lo proponga, claro.

Pues bien, ese amigo intimo y muy cercano juega conmigo como si yo fuera una criatura, algo que a mis cincuenta y diez bien corridos que diría Sabina, puede que siga siendo. El juego es simple. Cada vez que nos vemos me pregunta sin yo esperarlo cosas de este jaez: A ver, ¿dime quién es el mejor escritor del siglo XVII en España? ¿Dime quién fue el presidente de Segunda República que contestó que él se iba a la cama cuando le advirtieron de que Franco y una parte del Ejército se iban a levantar? ¿Qué necesita un hombre más, comprensión o amor? ¿Define qué es la metafísica y qué diferencia hay con la ontología?¿ Qué es y para qué sirve un caramillo? Y así, vamos viendo amigo, vamos así viviendo, que dice el poeta Pablo Guerrero.

Preguntas fáciles, respuestas difíciles

Ayer me lo volví a encontrar. Siempre aparece cuando más falta hace, es decir en momentos como estos en que se acaban las vacaciones y hay que incorporarse de nuevo a la rutina de los días. Raudo y veloz se dirigió a mí y preguntó: Tú que estas siempre trabajando la actualidad, ¿dime una cosa, una, que funcione bien en España? Mi amigo me da siempre poco tiempo, pero en esta ocasión dio igual. Enmudecí. ¿Se ha hecho usted esta pregunta alguna vez? Hágasela por favor.  ¿Se la está haciendo? ¿Seguro? ¿Ha salido bien del brete?

Bien, sucedió así. Una vez que llegué a mi casa cogí una libreta, tracé una raya en el medio, a la derecha lo que funciona, a la izquierda lo que no, y empecé a manejar algunas posibilidades. A ver, a ver. ¿El Gobierno? No. ¿La oposición? No. ¿Los Medios de Comunicación? No. ¿El sistema autonómico? No. ¿La pandemia, la sanidad pública, el Ayuntamientos, la recogida de basuras, la educación? En la parte derecha, nada escrito; en la izquierda, un no parar de apuntar cosas que no funcionan y nunca funcionarán.

Lo cierto es que así estuve un buen rato, preguntándome si la cuestión tenía trampa o era su propia simpleza la que hacía que fuera un galimatías para mí. Y así fue hasta que cogí el móvil y le dije,

-Mira, te respondo tarde y sé que no cumplo con el juego que nos obliga a responder con diligencia, pero me ha costado encontrar una respuesta.

-Claro, claro. Las preguntas simples esconden las respuestas más complicadas. Pero dime, ¿qué cosa funciona en España?

Y entonces, un poco avergonzado por la tardanza en responder contesté: El Ejército español, las Fuerzas Armadas, respondí seguro tras leer una entrevista al capitán Javier Escorihuela: Nunca pensamos que tantas vidas dependerían de nosotros, asegura en El País.

El gran trabajo del Ejército

Mi amigo dio por buena la respuesta no sin antes discutirla, coincidimos y seguimos con nuestro jueguecito tan inocuo como infantil, y nos pusimos manos a la obra a poner arreglo en Afganistán, que es a lo que se han dedicado este verano la mayoría de tertulias que he escuchado. Si no criticas a Biden, si no atacas a la Unión Europea por su inacción, si no te ríes de Borrell cuando dice eso de que hace falta un Ejército de la UE, si no te metes con EE.UU., porque ya no es el gendarme del mundo, y si no anuncias la nueva geopolítica que ya marcha al ritmo de China, no eres un tertuliano, o como diría Antonio Burgos, no pasas de primero de tertulianés.

Como seguramente tú, lector amigo, yo tengo preguntas al desaguisado de Afganistán, pero ni una sola respuesta. Qué se yo para aventurarme en lo que allí va a pasar. He visto imágenes que me han avergonzado y otras que me han emocionado. Por eso sonroja escuchar a algún compañero afirmar que estos talibanes son una versión edulcorada de los anteriores. ¿Cómo lo sabrá?, me pregunto mientras pienso en el día en que se quedarán solos allí, sin aviones que despeguen de Kabul. Pero insisten los analistas de papel de estraza en que estos -¿quién son estos, oiga -son más serios, que han dado palabra de que el que quiera podrá salir del avispero. Escribo esto mientras escucho en la Cope a Chema Gil, que vaya por Dios no es periodista pero sí experto en la Unesco en terrorismo yihadista, que los talibanes son muchas cosas, pero sobre todos unos mentirosos de libro. 

Siguen los ataques contra las FF.AA

Y sonrojan también aquellos que son incapaces de reconocer el trabajo de nuestros militares en la evacuación de ese país con tal de no reconocer que algo va bien en este gobierno que tiene a Pedro Sánchez de presidente. Y sin embargo es así. Veinte años después, 100 muertos con sangre española después, el Ejército español ha cumplido con su misión hasta el final. Y lo hubiera hecho igual sin Sánchez en Moncloa. Y esta sí que es una garantía en un país que carece de ellas: una institución que se comparta con la misma honorabilidad y entrega mande quien mande. La ataque quien la ataque, aunque sea desde el mismo Gobierno de España, siempre responden como se espera de ellos.

Aun escuecen en mi memoria las imágenes de la alcaldesa de Barcelona expulsando a dos coroneles del Ejército del Salón de la Enseñanza donde estaban explicando las oportunidades que ofrecen las FF.AA., a aquellos que quieran ingresar en ellas. Aquello, por decirlo de alguna manera, fue el 9 de marzo de 2016, y mi amigo me preguntaría así: A ver, cuatro años después ¿estamos mejor o peor en este aspecto? Y la respuesta saldría sola: peor, sí, peor. A pesar de las evidencias no eres de tan de izquierdas o tan nacionalista hasta que no des muestra de maltratar al Ejército, pidas la salida de la Guardia Civil del País Vasco o firmes un papel para que la Jefatura Superior de la Policía Nacional en Barcelona deje de estar en Vía Laietana y se vayan a un polígono industrial. Colau quiere poner ahí un museo contra la represión. En fin.  

A pesar de las evidencias no eres de tan de izquierdas o tan nacionalista hasta que no des muestra de maltratar al Ejército, pidas la salida de la Guardia Civil del País Vasco o firmes un papel para que la Jefatura Superior de la Policía Nacional en Barcelona deje de estar en Vía Laietana y se vayan a un polígono industrial

Menos seguridad, más incertidumbre

Y ahora para muchos, desde luego para mí, la única pregunta que me hago y que nadie responde, y menos que nadie mi amigo es esta: ¿Estamos ahora más seguros que hace dos meses? Desde luego se hace muy cuesta arriba responder que sí. Veinte años después hay en la Casa Blanca un presidente demócrata, un viejecillo que iba a cambiar su país tras los ominosos años de Trump. Veinte años después, algunos ya habrán probado la medicina de la política más pragmática que real: Biden es menos mentiroso que Trump, quizá porque habla menos, pero el peligro lo ha traído Biden y su impostada Kamala Harris. ¡Ay las ideologías!, quién lo iba a decir, ¿un demócrata, un hombre sensible y de progreso, saliendo con el rabo entre las piernas de Afganistán, humillando a su país, dando la espalda a los más desgraciados después de tirar millones de dólares al barranco.

Veinte años después de la misión internacional de la OTAN Pedro Sánchez, que ya no tiene cerca a Iván Redondo para hacer titulares, asegura que esos “años no han sido en balde, que hemos sembrado”. ¿Verdad que da algo de miedo preguntarse en qué consistió la siembra?  Allí estuvieron nuestros militares, y eso hace más fácil encontrar una respuesta.

-¿Dime una cosa que funcione en España? El Ejército español, sin duda.

¿Dime otra?

¿Otra? Pues, bueno, verás…La semana que viene…Déjame pensar…Quizá…Y así hasta que uno termina rindiéndose. Veinte años después, como el tango de Gardel: Volver con la frente marchita/ Las nieves del tiempo platearon mi sien/Sentir que es un soplo la vida/ Que veinte años no es nada…

Y por cierto, no les quiero engañar. No existe ese amigo que me pregunta. Suele ir allí a donde yo voy. El juego es sencillo: yo me pregunto, yo me respondo y yo guardo silencio. La historia de siempre que escribimos a caballo entre la conciencia y la consciencia. Eso que nos hace tan ciertos,  tan inseguros. Tan humanos.      

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