Opinión

Cincuenta sombras (temibles) de Sánchez

Israel planta la cumbre del Mediterráneo tras la bronca entre Sánchez y Netanyahu
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu junto al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y el primer ministro belga, Alexander De Croo EFE

Sabido es que Sánchez se piensa eterno. Más que la reina de Dinamarca que apenas ha resistido 52 años en el trono. El líder supremo ha convertido a la oposición en un monstruo detestable, incluso para gente sensata y bonancible, y ha liquidado cualquier posibilidad de alternancia de gobierno. Único, eterno, incombustible, resistente en tierra firme, su poder se perpetúa hacia un innumerable futuro. Entra en el nuevo año con una mayoría promiscua de 179 votos, ligada tan sólo por la ambición desmedida y el fantasmón de la ultraderecha. Una fórmula que, en los momentos decisivos, se torna indivisible y se convierte en Frankenstein. En su último encuentro con la prensa confesó que culminará la legislatura. No dudará en presentarse en el 27 para alcanzar su adorada playa del centenario de la República en el 31. ¿Continuará?

Quizás no le resulte sencillo culminar sus propósitos. Un amasijo de nubes negras asoma por el horizonte, como el que se posaba en el hombro de la Erica en el Yoga de Carrère. Tiene demasiadas cuentas pendientes, excesivos pagarés comprometidos, socios inquietantes y acuerdos a punto de estallar. Consciente de lo arriesgado de su plan, ha reorganizado sus filas, ha situado en primera línea a los soldados más fieros, a los más desahogados, cómodos en la bulla y hábiles con la bronca. Emejota Montero, Puente, Alegría, ese Patxi, han sido encargados de demoler cualquier amago de recuperación que intente un rival que acaba también de recomponer su cúpula con jóvenes tigresas y algún espadachín resuelto en la esgrima.

En el País Vasco puede incluso germinar una moción de censura si respalda a un Otegi vencedor en las urnas frente a un PNV sumido en el cabreo y la desolación

Sánchez es consciente de que arranca el año con inminente derrota electoral en Galicia, siempre y cuando en Génova no yerren el tiro. Lo tiene asumido. La izquierda se presenta dividida y un poco acollonada. Tampoco espera demasiadas venturas en las europeas, donde manda la tradición que las papeletas descargan siempre su bilis contra el gobierno de turno. El problema para el gran narciso es que hay más urnas, de endiablada adversidad, en las que se pondrá a prueba el inestable juego de equilibrios que le soportan en el poder. En el País Vasco puede incluso germinar una moción de censura si respalda a un Otegi vencedor frente a un PNV sumido en el cabreo y la desolación, En Cataluña, adelantadas quizás para otoño, ha de velar también por satisfacer a los dos cermeños de la caverna separatista. O se está con Junts o se está con ERC. Peligran Illa, el PSC y hasta algo más.

Si el terreno de juego no resulta suficientemente embrollado, ha de poner atención en las negociaciones de Waterloo con el loco del flequillo, que reclamará urgencia en su amnistía. Aseveran en el partido del tres per cent (Junts, herederos de Pujol), que si Sánchez no espabila, le dará un susto antes de sus elecciones. Y es capaz. Todo lo que Puigdemont tiene de cobardón lo tiene de dislocado. Félix Bolaños no acierta en componer un artefacto legislativo que no tope con el muro judicial. Por si esto fuera poco, Moncloa habrá de hacer frente a recursos y requerimientos que se interpondrán ante tribunales nacionales y europeos contra la aplicación de esta medida de alivio penal.

Silencio en las filas del progreso ante tan desalentador guion. Piensan que deslizar un temor es colaborar con el enemigo. Tan sólo se abre la boca para estigmatizar a la derecha, con toda suerte de insultos ramplones y descalificaciones groseras. Artillería de patán, ponzoña de utillería. Las inquietantes sombras que envuelven a su egregia potestad, si se suman las económicas, superan las cincuenta, cobran una dimensión aun más temible. Son las imprevistas, aunque receladas. Topetazos sobrevenidos, episodios letales que amenazan la frágil estabilidad del Ejecutivo.

El CNI y los espías yanquis

Tras la trompada a Israel, el enigma del Pegasus cobra de nuevo vuelo. ¿Habrá sorpresas? ¿Se desvelarán desde Tel Aviv vídeos, conversaciones, fotos misteriosas capaces de liquidar al gran líder del socialismo mundial? ¿Por qué se detuvo a los dos agentes del CNI? ¿Por qué se expulsó a cuatro espías de EE.UU.? ¿Por qué calla la ministra Robles, por qué nadie investiga sobre este asunto, por qué todos los partidos intentan sepultar este episodio tenebroso?

Demasiadas versiones circulan ya sobre la revelación inminente de los secretos del teléfono pirateado, todas ellas con una secuela de efectos devastadores. Sánchez, convertido en un personaje poco querido en las cancillerías europeas, con el mal disimulado recelo de Washington, la inquina de la Iberoamérica democrática, y rodeado tan sólo por un puñado de personajillos ineptos que sólo se aplican en el berrido y la tranca, afronta su año más inhóspito. No será el último. Pero difícilmente será el comienzo de una eterna sanchidad.