Opinión

Sánchez y el politburó

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez EFE

Es muy malo, sí, fuera de toda duda, pero no es muy listo. Quizá le hemos sobrevalorado. Y, desde luego, le hemos consentido. En demasía. Le hemos otorgado un poder del que carecía a la vista de sus 120 escaños y hemos permitido, el precio del silencio, que su paranoia engordara; le hemos hecho más y más peligroso hasta conformar la tipología de personaje que ahora es, el rostro de animal herido dispuesto a morir matando que hoy luce. Pero no es muy listo. Porque si fuera inteligente habría cambiado radicalmente de estrategia tras lo ocurrido el 28M. Le hubiera resultado muy difícil, cierto, revertir el daño causado, pero podía haber salido del Gobierno con una cierta dignidad, rompiendo ahora con sus socios, reconociendo de alguna forma sus errores y representando con altura de miras a España en la presidencia de la UE hasta final de año. En lugar de eso, va a partir como lo que siempre ha sido a los ojos de una mayoría: un peligroso psicópata, además de un perfecto marrullero. Un personaje sin el menor sentido de Estado. Un bandolero encaramado a la presidencia tras una moción de censura amañada por sentencia de los Garzón/De Prada que adobaron con una morcilla falsa, un tipo que acabará expulsado del Gobierno, como en octubre de 2016 lo fue de su propio partido, por la puerta de servicio, como un delincuente. Porque está muerto.

Podía haber salido tratando de devolver al país algo de la dignidad que durante más de cinco años le ha robado, pero supongo que alguien de su calaña solo puede abandonar la escena de la misma forma que entró: enfangándolo todo. Alguien ha dicho que en Moncloa estaban convencidos hasta el mismo domingo 28 de mayo de que ganaban las elecciones municipales y autonómicas en liza, que iban a quedar al menos un punto por delante del PP (hasta 3 puntos había pronosticado en el CIS ese lamentable personaje contra el que, increíblemente, todavía no ha puesto nadie una querella por malversación de caudales públicos), convencidos de que vencían incluso cuando, al cierre de los colegios, la encuesta de GAD3 ya auguraba un cómodo triunfo del PP por cerca de un millón de votos y la conquista de varias Autonomías. Nadie en su entorno fue capaz de intuir el terremoto político que se avecinaba. La presidencia del Gobierno, el teórico mayor centro receptor de información y datos del Estado, no ha sido capaz de enterarse de lo que se cocía en la sociedad española, del profundo rechazo, de la visceral, transversal aversión que ha ido creciendo en el alma del español medio contra este sujeto.  

La presidencia del Gobierno, el teórico mayor centro receptor de información y datos del Estado, no ha sido capaz de enterarse de lo que se cocía en la sociedad española, del profundo rechazo, de la visceral, transversal aversión que ha ido creciendo en el alma del español medio contra este sujeto

Claro que también es posible que lo supieran y nadie se atreviera a decirle que el Rey está desnudo, y que los españoles llevan tanto tiempo soportando mentiras y humillaciones que eran millones los que estaban esperando la primera oportunidad para darle un sopapo y decirle que no se puede engañar a todo el mundo durante todo el tiempo, que no se puede ofender a la ciudadanía de forma tan ruin sin que se rebele. De modo que el tipo se llevó el domingo 28 el mismo revolcón que experimentó la noche del 10 de noviembre de 2019 y, la historia se repite, y ha adoptado ahora una decisión similar, casi calcada, a la que tomó aquella noche cuando, tras el cierre de los colegios electorales, empezó a estar claro que el PSOE no solo no había ganado los millones de votos que pensaba haber conquistado tras casi 6 meses de Gobierno en funciones, sino que había perdido más de 700.000. Entonces, presa del pánico, llamó a Pablo Iglesias para ofrecerle el Gobierno de coalición que le había negado tras la moción de censura porque “no podría dormir tranquilo con Podemos en el Gobierno”. Se aferró a la tabla de salvación que le ofrecía Podemos y el Gobierno Frankenstein. Y ahora ha optado por disolver las cámaras y convocar generales. Bestia herida en su orgullo, lo hace sin consultar con nadie, saltándose al Consejo de Ministros y al Rey, lanzando un órdago a ese país que no le ha votado, que no reconoce sus inmensos méritos. Testosterona pura al servicio de un intento desesperado de minimizar daños.

Y menos de 48 horas después reúne al grupo parlamentario socialista en sesión televisada y en palmaria demostración del desvarío que se ha apoderado del personaje. El joven Brézhnev recibido en atronadora ovación por los miembros del Politburó. Es verdad que no es fácil entender semejante muestra colectiva de servilismo ante quien acaba de conducirles a una derrota electoral, pero, en el fondo, es posible disculpar su conducta. Al final, los aplaudidores son meros peones de un jefe tiránico que puede o no incluirlos en las listas, asunto del que dependen sus garbanzos. “Vais a defender mi culo, porque los vuestros dependen del mío”, como ayer escribía aquí el gran Gregorio Morán. Lo escalofriante es el análisis en frío del discurso perpetrado por Sánchez, analizar su gestualidad, sus silencios impostados, su artificiosa teatralidad, lo forzado del montaje entero… y la sensación de que el sujeto no se está creyendo una sola palabra de lo que dice, que todo está calculado, todo manufacturado, gran farsa homenaje, una vez más, a la mentira que ha presidido su vida y su acción de Gobierno.

Pedro Sánchez Pérez-Castejón es el boxeador noqueado que suelta puñetazos al aire sin ningún control. El tipo al que le suponíamos tan listo no ha entendido nada de lo que ha pasado el 28-M y sigue blindado en su torre de marfil sin nadie que le diga la verdad, rodeado de pelotas y de flatulentos periodistas dispuestos una y otra vez a lamerle el trasero, todos bien dispuestos a conducirle derecho al matadero. Bastaría con que se atreviera a visitar de incógnito un mercado para escuchar el hartazgo transversal que la gente de la calle, el español normal, ha ido engordando tras casi 5 años de ofensas gratuitas al más elemental patriotismo o, si quieren, a la dignidad del ciudadano libre. Es muy probable que la gente sensata en su derredor, si alguna queda, esté a estas horas espantada, más que arrepentida, de la decisión de convocar elecciones el 23 de julio. No tiene salvación posible. El lobo de “la extrema derecha y la derecha extrema”, singular hallazgo retórico de algún retrasado mental mantenido con dinero público, no le va a funcionar. Sigue jugando la baza de la soberbia frente quienes no le han votado. Sigue engordando la nómina de sus detractores, de manera que si el 28-M le odiaban 9 millones de españoles, dentro de 50 días le odiaran 10 o 12, quizá más.

Es muy probable que la gente sensata en su derredor, si alguna queda, esté a estas horas espantada, más que arrepentida, de la decisión de convocar elecciones el 23 de julio. No tiene salvación posible. El lobo de “la extrema derecha y la derecha extrema”, singular hallazgo retórico de algún retrasado mental mantenido con dinero público, no le va a funcionar

Y sí. Si no cambia de estrategia no es aventurado pensar que el PP pueda acercarse a la mayoría por sí mismo, sin necesidad de aditamento alguno. Porque Núñez Feijóo parece haberle cogido la medida y está empezando a torearlo con la distancia adecuada, explotando el talón de Aquiles de esa arrogancia que le hace enemistarse con medio mundo. Con el partido hecho unos zorros. El PSOE es el manicomio que era el PCUS en época de Gorbachov del que todo el mundo quería escapar. Lo cuenta Orlando Figes en “La Historia de Rusia” (Taurus), una obra imprescindible para entender la Rusia de Putin y la invasión de Ucrania. Tras la muerte de Stalin, los prisioneros del Gulag –que alcanzó la cifra máxima de dos millones de presos en 1952- comenzaron a ser liberados, al tiempo que se formaba una comisión para investigar las terribles purgas de miembros del partido entre 1935 y 1940. “El politburó quedó tan conmocionado por sus hallazgos que decidió exponerlos en el XX Congreso. El discurso, a cargo de Jruschov, explicaba con detalle las purgas internas y los garrafales errores cometidos por Stalin durante la guerra. El culto a la personalidad había imposibilitado oponer resistencia a sus políticas. Jruschov subrayó que la nueva dirección acababa de enterarse de los detalles revelados por la comisión, y con ello trató de absolverla y de transferir la culpa a Stalin. La posible culpa que tuviera la dirección ni se mencionó. El Partido se enfrentaba a una crisis moral de autoridad sin precedentes”.

También Alfonso Guerra parece haberse enterado ahora de los destrozos causados por Sánchez en la arquitectura institucional española. Naturalmente que el problema es Sánchez, pero eso lo sabemos todos desde junio de 2018. ¿Y qué han hecho ustedes al respecto? También Felipe González, que este jueves se reunió en secreto con Lambán y García Page, de acuerdo con la exclusiva publicada aquí ayer sábado por Gabriel Sanz, parece haberse enterado ahora de que este canalla absolvió a los condenados del ”procés”, liquidó la sedición y abarató la malversación, pero sobre todo dio nueva vida a un separatismo muerto y convirtió a los herederos de las pistolas en la primera fuerza política del País Vasco. A todos preocupa el futuro de un PSOE que hace 5 años amaneció en una cuneta, arrollado por las ansias de poder de un psicópata dispuesto a poner el aparato del Estado a su personal servicio, que eso y no otra cosa es el sanchismo. A fuer de sinceros, el futuro del PSOE no debería diferir gran cosa del que conoció el Pasok griego, el PSI italiano o el PSF francés. Se lo ha ganado a pulso. Pero seamos realistas, soñemos lo imposible, imaginemos la existencia de una socialdemocracia reñida con el marxismo y dispuesta a defender la Constitución y sus valores de convivencia. Mirar al futuro tras la desaparición de Sánchez nos obliga a buscar fórmulas de entendimiento entre el centro derecha y el centro izquierda, capaces de abordar el saneamiento urgente de un país tan deteriorado como es hoy España. Razón por la que no poca gente ha considerado una buena noticia el hecho de que Page se haya salvado de la quema el 28M. Page al frente de un PSOE nuevo como liderazgo alternativo al de Feijóo en el PP, en dúo capaz de garantizar un futuro para todos lejos del abismo peronista al que nos conducía el tándem Sánchez-Iglesias y del que tan cerca hemos estado.

Mientras tanto, redoblemos los esfuerzos para poner en la puta calle al sátrapa el próximo 23 de julio, si antes esos socialistas que parecen haberse enterado por fin de la intrínseca maldad, que no talento, del fulano, no lo hacen por su cuenta y riesgo y por el “futuro” del PSOE. Prohibido bajar la guardia. ¿Qué el 23 de julio hace calor? Naturalmente. A votar y a trabajar por enterrar cuanto antes el siniestro quinquenio que en la historia de España ha representado este buscavidas y su banda. La nuestra es hoy una “democracia desfigurada”, como reza el título del libro de Nadia Urbinati, necesitada de un urgente reciclado tras el paso de ese ciclón que para ella ha representado el populismo sanchista. Obligada a mandar al cubo de la basura la obra de este aprendiz de tirano, para abordar sin demora un proceso de refundación democrática que nos permita volver a sentir un cierto confort con España y su clase política.