Opinión

Sánchez y Trump, como el cazo y la sartén

Los dos gozan dentro del traje imperial que visten. Los dos están atacando los cimientos de la democracia liberal

  • Trump y Sánchez, una nueva etapa

“Como sigamos así, el fútbol se terminará pareciendo a la política, degradación que no podemos permitir”. Son palabras de Jorge Valdano, un hombre del fútbol y de la pluma, algo bastante raro, que nunca da puntada sin hilo. Lleva años escribiendo un artículo semanal en El país sobre fútbol: su poder, estética, valores y desencuentros de las aficiones con sus equipos. Es muy listo el argentino. Si los de arriba no defienden, asegura, la derrota es previsible. Habla de fútbol, o eso parece, pero es política. Pura política a propósito del fútbol, que desde hace ya tiempo es lo mismo que la política. La única diferencia es que el fútbol aun nos hace felices a millones de ciudadanos; que un gol de tu equipo te hace saltar del sillón y abrazarte a quien tengas al lado, y esto en la política es imposible que suceda.

Cuando el adversario desiste

Pero el futbol tiene algo especial y es su capacidad para olvidar los desastres. Hace dos semanas de la manita del Barça al Madrid, pero el domingo el Madrid le metió 4 a Las Palmas. Yo participé de esa alegría en el Bernabéu y doy fe de esa singular manera de renunciar a la memoria nada democrática de la derrota. El Madrid jugando mal, desnortado y sin ideas es, como dicen en las radios, líder absoluto de la liga. Sánchez, sin necesidad de que su partido gane las elecciones, bajando en las encuestas, invadiendo las instituciones y gobernando con verdaderos traidores y golpistas del Siglo XXI, es el presidente del Gobierno de España. A la victoria se suele llegar por desistimiento del adversario -el Barça y Atlético en un caso, Rajoy en el otro- también se sin méritos o por casualidad.

La proliferación tumoral del sistema no para, y ahí está el de la Moncloa luciendo como un verdadero valladar contra el populismo y la autocracia. ¿Qué dijo la sartén al cazo? ¡Quítate de ahí, que me tiznas, ojinegra! Pues eso.

La cuestión es que teniendo razón Valdano cuando habla de la política degradada que vivimos, se queda corto cuando limita el efecto del envilecimiento sólo a la política. ¿Qué cosa no está degradada o en proceso de deterioro entre nosotros? Nunca salgo bien parado cuando me hago esta pregunta de simple apariencia. La respuesta es tan sencilla como la pregunta: todo aquello que toca el sanchismo está en ese proceso. Otra cosa es que eso importe a la ciudadanía, que más bien parece que no. El presidente, sabedor del público que tiene enfrente, va a lo suyo, sin temor de molestar y menos inquietar. Ahora el Gobierno juega a la Bolsa como accionista de referencia en Telefónica, y por eso quita al aseado Pallete y ponen a uno de su misma cuadra, "uno de los nuestros", que diría Joe Pesci en la película de Scorsese.

 

Uno indulta a los que a sus órdenes invadieron el Capitolio; el otro, el nuestro, a quienes perpetraron un golpe de estado contra la democracia española. En el reino de los polichinelas se engaña el que quiere

Fangoman vive, crece y se desarrolla. Lo que hace y lo que dice a muchos nos parece inaudito, pero ahí está, sin complejos cuando se muestra paladín de la farsa y la impostura. No tiene límites, o al menos no los conoce cuando se trata de hacer el ridículo, y eso, tal y como están las cosas aquí y en otros sitios, es materia con la que los líderes se fortalecen.

“¿Hay alguna cosa que no envejezca a la vez que tú?”, pregunta el Señor de la Montaña. Sí, podríamos responderle tantos siglos después: Sánchez. Un tipo digno de estar dentro de Los Ensayos. Uno que acumula éxitos, aunque ningún éxito sea realmente un triunfo; que quita y pone presidentes en compañías del Ibex; que pacta con el diablo, resucita a Franco y tilda a la judicatura de franquista. ¡Qué no está degradado en este país desde que Puigdemont, Junqueras, Otegi, Ortuzar y los comunistas decidieron ponerlo nuevamente en La Moncloa! Con este escenario las posibilidades de que la degradación avance son infinitas. Ahora nos quieren convencer de que Pedro Sánchez es exactamente lo contrario de Trump, y que desde el sur de Europa funcionará como una especie de avatar contra el trumpismo. Uno indulta a los que a sus órdenes invadieron el Capitolio; el otro, el nuestro, a quienes perpetraron un golpe de estado contra la democracia española. En el reino de los polichinelas se engaña el que quiere. Uno y otro se parecen. Los dos gozan dentro del traje imperial que visten. Los dos están atacando los cimientos de la democracia liberal que el mundo civilizado disfruta desde hace más de ochenta años. Los dos son ejemplares autócratas que actúan sin remilgos sin reparar en leyes. Amigos de la impostura y la mentira hace tiempo que entendieron que la verdad obliga en democracia, y eso les duele, y por eso lo ignoran. Se parecen tanto que la degradación en sus diferentes formas es reconocible en uno y otro con tremenda facilidad.

Una gran diferencia

Hay, desde luego, una gran diferencia que los europeos no reconocemos, o nos duele hacerlo. Trump ha llegado a su segundo mandato con un apoyo electoral espectacular. Sánchez está donde está sin que el Psoe ganara las últimas elecciones. Dejen ya de contar mentiras. Trump me provoca rechazo, incluso su cara envalentonada y ridícula saca lo peor que uno lleva dentro.

Pero es necesaria un poco de sensatez en este momento. En lo que a apoyo electoral toca Trump no es Maduro y tampoco Sánchez. Al primero le faltaron votos y se inventó una mayoría. Al segundo le faltaron los votos con el Psoe, y se inventó otra mayoría. El del pelo color zanahoria ha llegado al poder con sus votos, y quizá por eso es la antidemocracia y el populismo y Sánchez no. Venga, venga señores de la prensa del movimiento, háganos reír con un poco más de gracia, por favor.

Y el Madrid, qué Valdano, ¿otra vez campeón de Europa?

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