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Opinión

Regreso al gobierno de los simios

Pablo Iglesias, con Pedro Sánchez y el Rey Felipe VI en Zarzuela

En la escena final del 'El plantea de los simios', Charlton Heston cabalga por una playa interminable y desierta junto a su compañera 'Nova', la hermosa primitiva humana sin la facultad del habla. De pronto, en el despoblado horizonte, se divisa un colosal amasijo de cobre, acero y hormigón, del que emergen el brazo y la antorcha de los restos de la estatua de la Libertad, varada en una inmensidad de vacío lunar. "Miserables, lo habéis destruido todo", exclama Heston, arrodillado ante el espanto.

Similar aspecto, una planicie desvencijada, un océano de escombros, ofrecerá el edificio de nuestro marco de convivencia democrática tras el paso de este gobierno de simios, de macacos con misiles que, inopinadamente, se hizo con las riendas de la nación el pasado 13 de enero. Se trata de una gavilla multiforme integrada por una serie de notables lumbreras, mayormente iletrados, obtusos, fanáticos, gandules, férreamente unidos torno a una única ambición: mantenerse en el poder. Casa paradigmático, Garzón el chico, curioso ejemplar de liliputiense mental al frente de un Ministerio. 

Hay que estudiar, Pablo

-"Pero Pablo, ¿cómo es posible que no hayas estudiado Economía? ¿Cómo es posible que no sepas Derecho? Si vas a seguir en política tienes que saber, si no es una irresponsabilidad total, eres un peligro público ". Esto le dijo Antonio Escohotado a un incipiente Pablo Iglesias. Ni caso. Ni Derecho, ni Economía. Sólo consignas populistas, proclamas de facu, desplantes de tertulia entre Lenin, Potemkin y la Venezuela del maldito satán

Esta es la quincalla ideológica que dirige los destinos de un país que galopa tristemente hacia un escenario de pavor. Sánchez y su Gabinete apenas necesitarán siquiera completar la legislatura para culminar su objetivo. Les basta con unos meses, o quizás menos, a la vista de la velocidad que han imprimido a su enfebrecida ofensiva contra los pilares de nuestra convivencia. El último episodio relevante ha sido el destierro interior del Monarca, al vetarle su desplazamiento a Cataluña para presidir el acto de entrega de despachos a la última promoción de la Escuela Judicial. Silenciado, amordazado, inmovilizado. 

Alzarse contra la ley y la Constitución para desgajar una parte del territorio nacional dejará de estar penado en nuestro ordenamiento jurídico, ante la perplejidad desmadejada de nuestro entorno

En absoluto se trata de una decisión aislada. Atacar con virulencia a la Monarquía es ejercicio prioritario del sector peronista del Gobierno, según airean sin descanso. Vendrán luego el humilladero de forzar al Rey a firmar el indulto de los golpistas, una clamorosa revancha de esos reaccionarios de amarillo a los que el monarca desmontó su cobardona asonada. Le bastó con seis minutos por televisión. Aquel histórico discurso del 3-O no lo perdonan. Sánchez les alfombra la venganza.

Junto al indulto, anunciado por el titular de Justicia en una malsana intervención parlamentaria, se procederá también al 'afinado' de los delitos de sedición y rebelión 'para adaptarlos a nuestros tiempos' dicen en Moncloa. Se trata de exonerar de carga penal a la cuadrilla del 'procés', que quedará prontamente en libertad cual si se hubiera promulgado una imposible ley de Amnistía. Alzarse contra la Constitución para desgajar una parte del territorio nacional dejará de estar castigado con penas graves en nuestro ordenamiento jurídico, un hecho que provoca pasmo y desconcierto en el ámbito europeo, donde atentar contra la unidad de la Nación es asunto que se castiga con dureza.

Sánchez ha vuelto bronceado y espídico de su dilatada holganza estival. Ha pisado el acelerador de su agenda y se ha sumergido en un programa de gestos, dádivas, guiños y obsequios a sus socios de Frenkenstein al objeto de completar los apoyos necesarios para aprobar sus primeros presupuestos del Estado. 

Sánchez ha secuestrado la agenda Real y ha amordazado al Monarca, a quien le tiene vetado desplazarse a algunos rincones de España

En apenas unos días, el presidente del Gobierno ha secuestrado la agenda de la Casa Real y ha amordazado y encadenado al Jefe del Estado. Ha puesto en marcha la reforma de los delitos de sedición y rebelión, junto a los famosos indultos de los impulsores del golpe. Ha concedido a Quim Torra, pronto inhabilitado, sus anheladas 'mesas de negociación' con el referéndum independentista como único punto del temario. Ha irrumpido atropelladamente en la Fiscalía, con el chusco episodio del teniente fiscal Navajas y ha desatado una tormenta feroz en el ámbito judicial, porque hay magistrados que consideran inconveniente que se les pise la cabeza. "Se pasan tres pueblos", rezonga el ministro de Justicia cuando en la Escuela Judicial se gritan vivas al Rey. 

La vicepresidenta Carmen Calvo, también muy activa en estas jornadas de la tournée, ha institucionalizado las negociaciones con Bildu, presos a cambio de votos. Sánchez, por acompañar, ha transmitido su 'profundo' pésame a los herederos de la banda etarra por el suicidio de uno de sus terroristas en prisión. Nunca se vio nada igual. También la vicepresidenta, encendida de republicano furor, ha lanzado su Ley de Memoria Democrática con la que pretende reescribir la Historia, reinventar el pasado, borrar todo vestigio de media España y erigir un Gran Hermano, en forma de fiscalía especial, que se encargará de perseguir ideas, opiniones, creencias, reuniones y hasta pensamiento. Quizás se prohíban las voces en favor del Rey. 

Todos esos pasos, de una perversidad inquietante, ocurren en pleno resurgir de la pandemia y en la antesala de un profundo marasmo social causado por la crisis económica, ante el absoluto desdén de la Moncloa

Todo esto, como bien recordaba Dieter Brandau en esRadio, en tan sólo dos semanas. Todos esos pasos, de una perversidad inquietante, ocurren en pleno resurgir de la pandemia y en la antesala de un profundo marasmo social causado por la crisis económica. Tragedias ambas a las que el presidente del Gobierno apenas dedica más tiempo que el que le lleva atravesar Madrid para hacerse una foto con Díaz Ayuso, mirarle a los ojos antes de engullirla, volver a la Moncloa y sumergirse en sus juegos de patrañas y propaganda con el insondable Iván Redondo

Ante este panorama desolador sólo caben dos opciones. Una, que una vez atados los presupuestos y con la primera calderilla de Bruselas en el bolsillo, Sánchez eche el freno y modere el ritmo de su vendaval antidemocrático ahora despendolado. La segunda es la que tantos temen. El presidente del Gobierno, abducido por el espíritu diabólico de su vicepresidente segundo, seguirá adelante con el proyecto liquidacionista de nuestra Transición, nuestro Estado de Derecho y los consensos que nos han permitido cuatro décadas de prosperidad. Nostalgia de la Segunda República y erección de un régimen entre autárquico y cesarista, con estructuras despóticas e ínfulas bonapartistas. Ya tiene el PSOE, como antaño el Frente Popular, unos ministros comunistas en su Gobierno. Ya se persigue a los monjes y se hostiga a las derechas. "Nunca volveréis a formar parte del Consejo de Ministros ", amenazó, totalitario, Pablo Iglesias. Sólo les falta el conflicto civil. Y luego, el edificio de la libertad pulverizado y sus restos flotando en el mar de la desolación. Regreso al Gobierno de los simios. "¡Miserables, lo habéis destruido todo!"

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