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Opinión

El Estado entendido como un cortijo

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante un acto de campaña

La separación de poderes es uno los pilares en los que se asienta el Estado democrático. Algo que parece ignorar el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, a la vista de sus inaceptables declaraciones sobre el Ministerio Público. “La Fiscalía depende del Gobierno”, ha venido a concluir Sánchez, en una afirmación desbordada de arrogancia y preñada de inoportunidad.

Las asociaciones de fiscales han reaccionado con indignación y han mostrado su abierto rechazo ante estas palabras, que implican un absoluto desprecio por parte del jefe del Ejecutivo a una de las piezas clave de la Administración de Justicia. Incluso la Fiscalía General del Estado se ha visto obligada a emitir un inusual comunicado para subrayar su autonomía. 

Sánchez, por su parte, ha intentado enmendar el estropicio mediante un tuit que poco aclara y a nadie convence. El problema es que llueve sobre mojado. Desde que llegó a La Moncloa, el presidente ha puesto las instituciones del Estado a su servicio: desde el CIS hasta Televisión Española. No en vano, ha sido el primer jefe del Ejecutivo en ser expedientado por la Junta Electoral Central por utilizar el palacio presidencial para conceder entrevistas con contenido partidista en vísperas de unas elecciones. Y, como contó hace unos días este periódico, tampoco tuvo escrúpulos en modificar la fecha prevista para la publicación de los datos del paro con tal de que no coincidiese con el debate electoral del 4 de noviembre. 

Sánchez ha colonizado los estamentos del Estado y los ha rendido a sus intereses, los ha convertido en meras herramientas de propaganda política

Desde el primer momento Sánchez ha colonizado los estamentos del Estado y los ha rendido a sus intereses, los ha convertido en meras herramientas de propaganda política, en puros elementos para su permanente campaña de márketing. Pero lo inaudito es que no tenga ningún rubor en alardear de ello en una entrevista radiofónica a cuatro días de unas elecciones, poniendo de manifiesto que carece de cualquier decoro y que ha tomado al Estado por su cortijo particular.

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