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Opinión

La magia del recaudador

Sede de Google.

"Si se mueve, ponle un impuesto; si se sigue moviendo, regúlalo; si deja de moverse, subsídialo". Ronald Reagan

Un buen mago debe poner el foco de atención allí donde quiere, para que su truco sea un éxito. En el caso de los recaudadores de impuestos, el foco es un volumen de ingresos “sin efectos perniciosos para los ciudadanos”, una magia que los altavoces repiten en el mantra mientras pasan las cuentas del Japamala. Tras la aprobación el pasado martes del decreto “Da igual como lo llames”, conocido como 'tasa Google' y 'tasa Tobin', quién puede rechazar los ingresos adicionales de 968 millones de la primera y de 850 de la segunda.

El mago recaudador esconde bien su truco, porque sabe que ahí radica su éxito. Un relato (hay que reducir el déficit de la Seguridad Social, y avanzar hacia una fiscalidad “justa, adecuada y que alinea el sistema fiscal a la realidad del siglo XXI”), la identificación del enemigo (las grandes empresas tecnológicas que ingresan miles de millones y no pagan los impuestos que les corresponden) y de su colaborador necesario (Irlanda, el paraíso fiscal) son los elementos imprescindibles para una representación ante millones de personas en el escenario de las televisiones y las tertulias.

Llegada la liquidación anual, Saruman y sus acólitos explicarán a su público que hubo circunstancias excepcionales que impidieron alcanzar la recaudación prevista

Pero en todo espectáculo de magia aparecen los listos. Esos que tratan de descubrir el truco, y se lo cuentan a los crédulos espectadores, reventando la representación, disolviendo el halo luminoso que rodea al mago. Con un déficit de 32.000 millones en 2018, y uno de la seguridad social que, sólo él, superará los 17.000 millones en el cierre de 2019, resulta complicado que unos ingresos que no alcanzan (en el relato del mago) el 10% de esa cantidad puedan aliviar, siquiera ligeramente, el enorme agujero de nuestro sistema público de pensiones, que, de acuerdo con un informe de BBVA Research del pasado diciembre, acumulaba más de 100.000 millones de déficit desde 2011.

El lollipops es el truco estrella de los magos low cost; consiste en enseñar a una audiencia machacada a impuestos unos ingresos (el caramelo) generados por el mismo Excel que emplean los terraplanistas. Llegada la liquidación anual, Saruman y sus acólitos explicarán a su público que hubo circunstancias excepcionales que impidieron alcanzar la recaudación prevista; este año, como estrella emergente en la cabaña de los chivos expiatorios (los mejores amigos del hombre, en palabras del profesor Rodríguez Braun) despunta el coronavirus.

El mago recaudador, o la maga recaudadora, da lo mismo, nos comunicará que nadie saldrá herido en este lanzamiento de cuchillos; que serán nuestros enemigos quienes soportarán el justo rejón en el que es imprescindible, para que el truco tenga efecto, la colaboración por colleras de los terminales amigos.

Impuestos neutros

Es cierto que existen impuestos neutros para el ciudadano, que no afectan directamente a su economía familiar. Sin embargo, para ello se requieren mercados de gran capilaridad, con múltiples competidores que se vean obligados a absorber esas nuevas tasas o impuestos ante la posible fuga de clientes. E incluso en estas situaciones, la incidencia en el ciudadano existe, aunque no sea por la vía monetaria; un aumento de los costes de la empresa (fiscales, en este caso) provoca, siempre, una mayor dificultad para contratar a nuevos trabajadores, de forma que el efecto no será directo, pero sí indirecto, al dejar de contratar la empresa a nuevos trabajadores que cotizarían (incrementando ingresos a la Seguridad Social) y no recibirían subsidio de desempleo, de estar en paro (reduciendo inmediatamente el gasto público). Pero no ocurre, jamás, en mercados muy polarizados, con pocas empresas que concentran la mayor parte de las operaciones y lideran la cadena del valor añadido.

Pensar que Amazon Web Services, MS Azure o Google Cloud (56% del mercado total de proveedores de servicios en la nube, un negocio que mueve 100.000 millones de dólares anuales y en el que sólo Apple paga alrededor de 30 millones de dólares mensuales a la primera) van a permanecer impasibles ante una decisión unilateral del gobierno de un país que supone algunos dígitos adicionales de su cuenta de resultados es el chiste que cuenta el mago a su público. Abrazarse a la bandera de la “soberanía fiscal” de un país para establecer sus impuestos con libertad, mientras clama un 'no pasarán' y defiende la muerte en pie antes que arrodillada, es otro de los fuegos de artificio de la puesta en escena. Soberanía fiscal que no deben tener quienes defienden los intereses de sus empresas en el extranjero cuando amenazan, sin ambages, con aranceles a nuestras exportaciones.

Soñar con ingresos fiscales

El mago, o la maga, da igual, y el director del circo vuelven a colocarnos enfrente de nuestro principal socio tecnológico, por razones meramente ideológicas y sin cobertura técnica, sin plan b. El loable objetivo de reducir el déficit de la Seguridad Social yerra, de nuevo, en la forma. En vez de imitar a Irlanda, ese Voldemort fiscal que ha logrado reducir su tasa de desempleo del 15.9% en el pico de la crisis al 4.8% actual, con una renta per capita superior a los 65.000€ y que es sede europea de las principales empresas que mayor valor añadido crean, nos dedicamos a perseguir a los responsables de la mayor revolución industrial de la historia desde la máquina de vapor.

Volvemos a soñar ingresos fiscales que doblan a los previstos por Francia (450 millones para 2020), un país cuyo PIB es dos veces el nuestro y con una renta per capita de 9.000 euros, por nuestros magros 6.700. El problema presupuestario de unas políticas económicas de subvención de la actividad, apoyadas en el gasto, la deuda y el déficit es la sobre estimación sistemática de los ingresos sin jamás adaptar el gasto a la realidad.

El truco final que arrancará ovaciones del espectador será la apuesta por lo europeo. Si nos amenazan con la nube, fomentamos la migración a Gaia-X, nuestra inmaculada nube 100% europea; desgraciadamente, habrá que esperar unos cuantos años, porque Europa siempre llega tarde. Mientras tanto, podemos confiar en los pen drives que, a buen seguro y a imitación de las bombillas de bajo consumo que nos regaló (con cargo a presupuestos, claro) el ministro Sebastián, nuestro Gobierno repartirá entre empresas y ciudadanos como fin de fiesta; esperemos, eso sí, que con algo más de éxito.

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