Opinión

Mariano y la "policía golfa"

Mariano Rajoy y Jorge Fernández Díaz, en el Congreso de los Diputados.

Está en marcha una campaña para rehabilitar a Jordi Pujol i Soley, el padre del movimiento independentista catalán que un día de julio de 2014 compareció para reconocer que mantenía una fortuna escondida en un banco andorrano y que había defraudado al fisco. La admisión en un juzgado de Madrid de una querella interpuesta por Sandro Rosell, ex presidente del Barça, contra la llamada "policía patriótica" (que aquí llamaremos merecidamente "policía golfa"), responsable de su ingreso en prisión durante 21 meses por una supuesta denuncia de la que resultaría finalmente absuelto, ha dado pie a que una serie de catalanes perjudicados por iniciativas policiales de la misma índole se haya animado a subirse al carro de Rosell en lo que ha venido a llamarse “operación Cataluña”, o la denuncia de un supuesto montaje diseñado por el Gobierno central -y ejecutado por la misma chapucera policía-, destinado a desacreditar a un independentismo ya metido de hoz y coz en el "procès". Poner en evidencia esa "operación Cataluña" lleva implícito rescatar a Pujol del oprobio de su condición de evasor de capitales y defraudador del fisco, con el punto de mira puesto en un objetivo mucho más ambicioso: redimir al propio independentismo de la vergüenza del fallido golpe de Estado de Octubre de 2017 y dejarlo listo para una nueva aventura, con Don Pujolone, el hombre que en su “Programa 2000” (primeros noventa) trazó la senda del nacionalismo hacia la tierra prometida de la independencia, en el panteón de los héroes de la patria. Catalana, claro está. Porque sin mito no hay mística; sin apóstol no hay Iglesia. 

Mucha gente catalana ha presentado querella, hasta el punto de que ahora mismo se instruyen 7 denuncias en otros tantos juzgados de Madrid, pero nadie ha tirado de la manta, nadie ha denunciado fuera de Cataluña, nadie en el universo del Madrid político se ha rebelado contra esa "policía golfa" que tiene en Villarejo su máxima expresión, a pesar de que esas “cloacas policiales”, el virus que casi desde el principio (Villarejo ha trabajado con 10 ministros del Interior de PSOE y PP) de la transición ha infectado nuestra democracia hasta pudrirla, han causado graves daños a muy diversa gente. Ocurre que Cataluña es apenas una rama del gran árbol de la corrupción de un sistema que ha tenido en esa policía su agente cancerígeno más invasivo, árbol en cuyo tronco es hora de ir colocando a uno de los grandes responsables del desaguisado español, Mariano Rajoy Brey, presidente del Gobierno desde finales de 2011 hasta el 1 de junio de 2018. Un personaje que supuestamente utilizó a la "policía golfa" no solo contra el independentismo catalán –y lo hizo de la manera menos profesional, más chapucera posible- sino también contra sus enemigos internos en el Partido Popular, aquellos que conspiraban –o eso creía- contra él o no le rendían la debida pleitesía.

Este miércoles, en una entrevista en Catalunya Ràdio, Artur Mas apuntaba a Rajoy como el jefe de la "policía golfa", un grupo que es mucho más que Villarejo, porque son sus policías, sus jueces, sus fiscales, sus abogados, sus periodistas, pero también sus políticos, los mandos policiales, el ministro Jorge Fernández Díaz (JFD) y, en la cúspide del sistema, el aludido. “No me encaja que Fernández Díaz lo hiciera solo. Esto no fue una decisión del ministerio del Interior aislada del gobierno español”. Como ministro del Interior que fue con Aznar, el gallego conoce el paño que guarda esa arca. Tras la derrota electoral de 2004, el candidato elegido a dedo por Aznar se dedica a sestear, sin ningún verdadero interés por alcanzar la presidencia del Gobierno en las generales de 2008. Es muy amigo de Zapatero, cuya política antiterrorista centrada en la lucha contra ETA ha comprado, y se solaza en su condición de jefe de una oposición domesticada con las gabelas anexas, entre ellas la de sumar varios sueldos entre los procedentes del partido y del Congreso. Pero la derrota de 2008 le pone en el brete de tener que irse, al perder la confianza de buena parte de la derecha. El martes 11 de marzo de 2008, dos días después del domingo electoral, el PP reúne a su Comité Ejecutivo en sesión trascendental. El día anterior, Javier Arenas y Mauricio Casals, un hombre clave en la peripecia vital del gallego, se han dedicado a llamar a quienes tienen mando en plaza con un mensaje: “¿Qué vas a hacer? ¿Vas a apoyar a Mariano?" Porque se trataba de dilucidar si Mariano seguía o se iba a la calle. Y a la hora de la verdad todos se rinden, con dos excepciones: el silencio clamoroso de Eduardo Zaplana, su amigo, que es el único que pasa turno de palabra y no le apoya, y el discurso agresivo en contra de Ignacio González, vicepresidente de la CAM, que pugna por el rearme ideológico del partido. Mariano se queda. Aquel día Zaplana y Nacho González firmaron su sentencia de muerte. Allí empezó la caza de brujas contra ellos y muchos más.

Como ministro del Interior que fue con Aznar, el gallego conoce el paño que guarda esa arca. Tras la derrota electoral de 2004, el candidato elegido a dedo por Aznar se dedica a sestear, sin ningún verdadero interés por alcanzar la presidencia del Gobierno en las generales de 2008"

Tres meses después tiene lugar el Congreso de Valencia, al que Mariano llega más débil que nunca. Aznar, con un discurso muy duro, vapulea la pulsión ágrafa de un Rajoy reñido con cualquier compromiso ideológico, y Esperanza Aguirre se postula abiertamente como alternativa para encabezar el partido, aunque la crítica más agraz llega de labios de Santiago Abascal. Los tres pasan a engrosar la nómina de enemigos políticos a eliminar a quienes el gallego, mal tipo donde los haya, perseguirá por tierra, mar y aire. Pero con el firme apoyo del PP valenciano (Paco Camps siempre creyó, hasta que estallaron las sisas de sus famosos trajes, en heredar a Mariano), Rajoy sale de Valencia reelegido presidente del PP con el respaldo de un Comité Ejecutivo formado "por los del botafumeiro" (Aguirre dixit). En Valencia, el gallego institucionaliza un PP regido por la tecnocracia y la gestión aseada del aparato del Estado, reñido con cualquier veleidad ideológica, después de invitar a liberales y conservadores a abandonar el partido. Unos terminarán en Ciudadanos, con Albert Rivera; otros lo harán en Vox, con Abascal. Es Mariano un líder débil, un pobre líder, dispuesto a gobernar el Estado como si fuera el Casino de Pontevedra: con muy mala leche y con la ayuda de dos muletas: Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal

¿Y a quien elige Mariano como ministro del Interior tras la victoria electoral de noviembre de 2011? A un hombre que cree fácilmente manipulable porque tiene menos luces que un barco de contrabando: Fernández Díaz. ¿Y por qué lo hace? Porque sabe lo que se cuece en Interior, porque conoce la catadura de quienes mandan en la DGP y en la UDEF, porque en 2001, cuando él mismo estuvo en Interior, ya estaba Villarejo y sus artistas invitados hozando en las cloacas, ya estaban los Olivera, los Pino, los González, los García Castaño y demás familia removiendo la mierda. En ese Ministerio se cuece la lucha contra ETA y Mariano ha pactado con su amigo ZP no variar un ápice la estrategia socialista. Pone a JFD en Interior y quita el CNI a Defensa para dárselo a Soraya. Coloca la Inteligencia y la Seguridad del Estado en manos de una funcionaria aplicada y de un tonto, un señor muy devoto, además de “muy pesado”, que hace todo lo que le dice Mariano, cumple lo que le pide Mariano, con el que habla diariamente no menos de una decenas de veces. Los asuntos “sucios” están seguros en manos de un perro fiel, y la gestión de la intendencia, en las de una aplicada abogada del Estado sin ambiciones.

Y cuando le estalla el escándalo Bárcenas le da hilo a la cometa, disimula, silbando en el muelle de la bahía, como si la cosa no fuera con él. Pero cuando el asunto empieza a ponerse serio, ¿a quién encarga desactivar la bomba? A la mafia policial, la misma a la que JFD ha encargado destripar, por orden de quien todos sospechamos, a los líderes de la revuelta independentista catalana. En lugar de hacer uso de los instrumentos que le confiere la Constitución, en lugar de aplicar la ley en toda su extensión, Mariano Rajoy fía la solución del conflicto catalán a un tipo tan chusco y zafio como José Pepe Villarejo y su tropa. Es el fraude de Rajoy a la democracia española, el engaño de Rajoy a la nación, la burla de Rajoy a los demócratas españoles. Porque Jorge (JFD) no tiene cabeza para diseñar ningún tipo de operación con la que poner al separatismo contra las cuerdas. Jorge y Mariano, Mariano y Jorge se fían de esta tropa, creen las historias que les cuentan, se solazan con informes hechos con titulares de periódico, y piensan que van a arreglar un problema tan complejo como el del independentismo con cataplasmas mafiosas, y hay una comida en Moncloa, septiembre de 2013 (primer intento de referéndum separatista), a la que acuden varios ministros, todos los barones, más Sorayas, Cospedales y Montoros, sí, Cristóbal Montoro, en la que Mariano tranquiliza a su parroquia diciendo que esos revoltosos hijos de Mas, Artur, no van a poner las urnas…               

-Pero, ¿Y si las ponen, presidente? ¿Tenemos algún plan B para esa contingencia? –inquiera uno de los asistentes.  

-Fulano, lo mejor es que no las pongan –responde Mariano.

Y ante la cara de asombro de algunos, interviene Javier Arenas el pelota del “has estado cumbre, presidente”-, para afirmar que “está todo bajo control, Fulano. El jueves le toca ir a declarar a la Audiencia Nacional a Jordi Pujol junior y el juez le va a enviar directamente al calabozo. Se van a enterar”. Y un miembro del Gobierno almuerza al día siguiente con ZP y el socialista le cuenta la misma historia: que el juez va a enchironar al hijo de Pujol. Pero el hijo de Pujol acude a declarar a la AN y el juez le deja en libertad sin cargos…

Así funcionaba el Gobierno Rajoy, con esa falta de rigor se movía un presidente al que más de 11 millones de españoles habían dado en 2011 su confianza para que enmendara el dramático rumbo de colisión imprimido por Zapatero para España. Mariano se fuma un puro y lee el Marca, pero al mismo tiempo se ocupa de ir liquidando a sus enemigos personales"

Así funcionaba el Gobierno Rajoy, con esa falta de rigor se movía un presidente al que más de 11 millones de españoles habían dado en 2011 su confianza para que enmendara el dramático rumbo de colisión imprimido por Zapatero para España. Mariano se fuma un puro y lee el Marca, pero al mismo tiempo se ocupa de ir liquidando a sus enemigos personales. Las cunetas de la andadura vital del gallego están plagadas de cadáveres de gente del PP. Abascal ha creado su propio partido. Esperanza se fue a su casa en 2012 de motu proprio, renunciando a la confrontación. A Rato lo meten en la cárcel con alevosía y tv, después de hacerle renunciar a la presidencia de Bankia en poderosa sesión a la que asisten tres banqueros –Fainé, Botín y González- y un ministro -De Guindos-, con el v/b previo del inquilino de Moncloa. Y el ministro Soria se entera, antes de “morir”, de que es Montoro, íntimo de Rajoy, quien está filtrando el testamento de su madre y sus problemas con el fisco. Y a Rita, su antigua gran amiga, la echa del partido. Y Cascos se va porque le niega la presidencia del PP asturiano. La lista de víctimas es larga: Camps, Margallo, Matas, María San Gil, Paco Martínez… Y, naturalmente, Aznar. Pero Aznar es mercancía peligrosa. Ha sido presidente, tiene amigos poderosos y muchos seguidores en el partido. Hay que seguirle de cerca, marcarle estrechamente, aunque Mariano cree que no se atreverá a dar el paso de moverle la silla. Y le manda recados, los negocios del yerno, Agag, los líos del hijo con Correa, Cajamadrid, etc. En marzo de 2015, Convención del PP en Madrid, Aznar le envía un aviso envenenado: “que cada palo aguante su vela”. Las tensiones llegan hasta hoy.

Mariano utiliza a JFD a discreción, pero cuando le interesa personalmente algo acude directamente a Villarejo a través de hombres puente amigos del comisario, a veces Cospedal, a veces Casals, las mil aristas de un tipo rodeado de misterio que está pidiendo a gritos un libro como epitafio del régimen. Y entonces los Villarejos se sienten reforzados, la policía golfa se crece porque, aunque sabe que trafica con lo ilegal, lo hace a petición del presidente, dicen los mensajeros, en beneficio personal del presidente del Gobierno. Impunes e inmunes. Hay casos sangrantes. A Zaplana le inventan un supuesto sirio que alquila una casa donde vivió el ex ministro, con la suerte de que, al pasar la mano por esa parte de un armario ropero donde suele acumularse el polvo, el sirio listo se topa con los planos del “tesoro”, el esquema societario diseñado por Zaplana para ocultar el dinero percibido del cobro de comisiones. Tras muchos meses de cárcel sin posibilidad de defenderse, está en espera de juicio, con una reciente sentencia del TC que declara nulo el auto de su ingreso en prisión. Peripecia similar es la padecida por Ignacio González, metido de hoz y coz en todos los casos de corrupción del PP madrileño, la mayoría sobreseídos, algunos en espera de juicio, todos desde el 2012, como el famoso ático de Estepona, también sobreseído en 2020. La casuística de muchos de estos casos se contó aquí (“Corrupción, jueces y pena de telediario”) con detalle el 23 de octubre pasado.

Mariano Y Jorge, Jorge y Mariano, han utilizado a los Villarejos para todo y contra todos. Operaciones en Cataluña y fuera de ella. Contra el nacionalismo y contra los enemigos personales de Mariano. Un escándalo inaudito en una democracia moderna, con una "policía golfa" que sigue en pie, sigue funcionando porque no ha sido desarticulada, seguramente porque el Estado es incapaz de hacerlo, tan temible, tan mafiosa, tan metida está en la vena femoral de este país. Operaciones por encargo que se mezclan, se mezclaban, con los negocios privados de Villarejo y su red, los servicios a grandes empresarios de banca y eléctricas, todo con una impunidad casi total. Con estas armas pensaba el Gobierno Rajoy desactivar la amenaza del separatismo contra la unidad de España. Con episodios tan chuscos como ese despacho que Soraya se monta en Barcelona, virreina catalana, donde se deja masajear por un Junqueras en quien confiaban tanto ella como su jefe, hasta que Junqueras, obviamente, les engaña. Con operaciones tan torpes como la de la Banca Privada d'Andorra (BPA), caso en el que el propio Rajoy está imputado. Con chapuzas tan copiosas que hubieran podido resultar un desastre para el Estado de no ser por la “calidad” de un movimiento independentista que no necesita enemigos para fagocitarse, porque en el fondo no es más que un grupo de facinerosos dispuesto a seguir viviendo del dinero público.

Él regaló el Gobierno de España a Sánchez. Pero a él le sigue sacando el PP en procesión, como si fuera imagen digna de ser venerada sobre la peana de su espantosa mediocridad y su acreditada maldad, una especie de virgen negra campeona de nuestras desgracias"

Mariano se ha ido muy de rositas, dejando sobre el páramo hispano el paisaje desolado que hoy luce tras cinco años de Gobierno Sánchez. Él es el máximo responsable de la escombrera que hoy tenemos por país. Él regaló el Gobierno de España a Sánchez. Pero a él le sigue sacando el PP en procesión, como si fuera imagen digna de ser venerada sobre la peana de su espantosa mediocridad y su acreditada maldad, una especie de virgen negra campeona de nuestras desgracias. Todos en la actual dirección del PP son conscientes de la herencia Rajoy. El que más, el propio Aznar, que en la reciente celebración de su setenta cumpleaños, festejo al que acudieron todos los que son algo en el partido, empezando por el propio Feijóo, no le incluyó entre sus invitados. Pero es hora de que el partido lo aparte de cualquier tipo de representación y lo condene a ese ostracismo que se ha ganado a pulso. Y bien, ¿Qué quiere hacer Feijóo con el PP catalán? ¿Qué piensa hacer en Cataluña si gana las generales? De momento, no ha dicho esta boca es mía. Entrevistado en El Mundo este viernes, Josep Piqué aseguraba que “Feijóo debe hacer ofertas en positivo a Cataluña, como una mejor financiación”. Vuelta la burra al trigo. Rebañemos más recursos al resto de España para regalárselos a esa minoría (18% del voto, menos del 26% del censo electoral, en las últimas autonómicas catalanas) reaccionaria nacionalista, a quien nuestra clase política sigue empeñada en resolver la vida ad eternum con el dinero del contribuyente. Como escribió el gran Borges, “no hay consuelo más hábil que el pensamiento de que hemos elegido nuestras desdichas”.   

En “España: democracia menguante”, un libro colectivo (Aragón, De Carreras, Díez Nicolás, Sosa Wagner, Tortella y otros) de reciente aparición, se identifica a la clase política como responsable de “la crisis de la democracia española, actualmente de las más profundas, no solo en Europa, sino quizás en el mundo”. La clase política, los Rajoy de turno, y los partidos, como problema, frente a “la moderación de una ciudadanía que se siente olvidada y menospreciada”. El resultado, dice la obra del Colegio Libre de Eméritos Universitarios, son “Gobiernos radicalizados administrando a ciudadanos que no lo están”. Partidos cuyo objetivo no es “llevar a cabo programas de Gobierno, sino acceder al poder y mantenerse en él ocupando la totalidad de las instituciones del Estado”. El diagnóstico está claro. La gravedad del enfermo, también. El triunfo de Núñez Feijóo en las próximas generales se antoja condición necesaria, aunque no suficiente, para enmendar el rumbo. El Gobierno de Aznar dejó como herencia el mendaz Gobierno Zapatero. El Gobierno Rajoy nos legó la desgracia del Gobierno Sánchez. Un Gobierno Feijóo, sin las reformas que el país necesita de forma urgente, nos abocaría sin remedio al final del sistema de democracia parlamentaria que hemos conocido en las últimas décadas, de la mano de algún sátrapa izquierdoso dispuesto a dejar pequeño a Sánchez. “Feijóo se rodea de tecnócratas”, contaba ayer El Mundo aludiendo al lanzamiento de la nueva fundación del PP… Estamos a punto de tomar el último tren.