El pasado miércoles tuve que pronunciar una conferencia en el contexto de una Jornada en conmemoración del 50 aniversario del Título Preliminar del Código civil en el Colegio Notarial de Madrid. El Título Preliminar de Código civil contiene “normas sobre normas”, porque contempla las fuentes del Derecho (la ley, la costumbre y los principios generales del Derecho), la jurisprudencia y reglas sobre aplicación e interpretación de las leyes. Es considerado un monumento jurídico, fruto de sesudas reflexiones durante décadas, y tiene la virtud de haber perdurado a pesar de ser preconstitucional, pues la Constitución lo ha respetado por su valor intrínseco. Mi intervención se dedicó a hacer algunas reflexiones, entre otras cosas, sobre el deterioro de la ley como instrumento clave del Estado liberal, al ser el modo en que se expresa la voluntad popular por medio de mandatos taxativos provenientes de la deliberación parlamentaria que establecen ese perímetro que permite que la libertad de cada cual sea compatible con el ejercicio de los derechos naturales de los demás.
Pero hoy, como dice Pablo de Lora, estamos inmersos en un tipo de legislación «antilegalista» que ya no tiene el propósito originario de expresar la voluntad general y establecer derechos y deberes con pretensión de coherencia, abstracción, generalidad y permanencia, sino que reforma sin límites, ignorando la conveniencia, sugerida por Montesquieu, de no tocar las leyes “sino con mano temblorosa”. Pero, cuidado, esa corriente antilegalista no es simplemente fruto de cierto desorden mental, la ignorancia o la incompetencia que con suerte conducirán solo a leyes mal hechas con efectos inútiles o contraproducentes; no, es algo más: en el fondo esconde subrepticias luchas por el poder que se aprovechan del río formal revuelto. Hoy la ley no es un modo de ordenar la convivencia, sino un instrumento más de la política, pero la de 'p' minúscula, la que sirve para fines cortoplacistas y objetivos tácticos, con miopía total frente a las consecuencias a largo plazo. A veces es lo que se denomina “legislar para la foto”, o sea, publicar algo en el BOE para que parezca que haces algo, pero sin proveer medios para desarrollarla; y otras, peor aún, reformar las instituciones para controlarlas y reforzar tu poder; pero, eso sí, siempre con unas exposiciones de motivos más extensas que la misma regulación en la que se aprovecha para ilustrarnos moralmente, darnos paternales consejos, recordarnos la historia (la memoria histórica más bien), presuntas exigencias internacionales, y todo para que sus partidarios se sientan en el lado bueno de la Historia.
Hoy el autoritarismo no se impone con un tricornio dando voces en el congreso, sino de una manera posmoderna y limpia, como aplicando una especie de epidural jurídica indolora en la que te andan en los bajos sin que te enteres de nada
Esta semana hemos tenido un par de ejemplos maravillosos. Por un lado, el Anteproyecto de ley de Modificación de la Ley Orgánica del Poder Judicial en la que, junto con algunas cosas buenas, como incluir un ejercicio práctico que existía antiguamente y se suprimió, realiza, por un lado, una modificación del cuarto turno, es decir, el que permite que entren en la judicatura juristas de reconocido prestigio que no hicieron la oposición y -aquí está el problema- por medio de un concurso-oposición que, obviamente, valora de una manera más subjetiva el mérito; por otro, la regularización extraordinaria, por vía parecida, de jueces sustitutos (que no son de oposición ni de cuarto turno y que se nombran para casos excepcionales). A ello se añade: 1) la eliminación de la limitación de destinos (los del cuarto turno antes tenían que seguir en la jurisdicción civil, penal -o la que sea- por la que entraron); 2) que se le suman cinco años de antigüedad automáticamente para acelerar sus posibilidades de ascenso; y 3) que en el caso de la regularización de los sustitutos, al ser extraordinaria, puede superarse el límite del 25 por ciento del Cuerpo. Imagínense qué inmenso mar de posibilidades se le presentan a un CGPJ debidamente politizado para nombrar a amiguetes con Derecho como jueces de cualquier instancia. Ya se complementará eso con la proposición de la acción popular, que aquí comentamos, para recusar a quien venga mal y conseguir que le toque al que conviene. Hoy el autoritarismo no se impone con un tricornio dando voces en el congreso, sino de una manera posmoderna y limpia, como aplicando una especie de epidural jurídica indolora en la que te andan en los bajos sin que te enteres de nada. Y para vender el producto ya dirán las mentiras de siempre de que hay que democratizar la mentalidad fascista de la judicatura, compuesta de ricos e hijos de jueces, y lo aderezarán con bellas palabras en la Exposición de Motivos. Pero, vamos, es lo de siempre, quitar límites para mandar y enriquecerse.
Las formas y los procedimientos
Y la segunda jugarreta es deliciosamente maquiavélica también: meto en un decreto-ley (supuestamente previsto para situaciones de extraordinaria y urgente necesidad) alguna cosa urgente, alguna importante, lo no importante y lo que me interesa como un todo, sin deliberación, enmiendas, consultas e informes propios de la ley (porque se supone que es urgente) y lo tienes que aceptar en su totalidad: lo tomas o lo dejas. Si quieres subida de las pensiones tienes que regalarle al PNV un palacete y si no lo haces eres culpable de crímenes de lesa sociedad. Y si propones que se apruebe sólo la subida de pensiones y otras cosas urgentes individualmente, te dicen que no. Y lo malo es que aparte de los sectarios habituales habrá gente que se lo crea, porque multiplicarán por cien la escasa potencia de sus medias verdades en los medios afines.
Vuelvo al principio. Las formas y los procedimientos ayudan a tener una visión general de las situaciones y son un modo de poner nuestro interés particular en el sitio que le corresponde entre otros muchos intereses, quizá dignos de ser tenidas en cuenta. Desde este punto de vista, las formas son modos inclusivos democráticos y justos. Y cuando las formas y los procedimientos se devalúan es un signo de que algo está ocurriendo en el fondo. Algo muy probablemente poco inclusivo, poco democrático y poco justo.