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Opinión

Flora y Fauna

Jorge Javier Vázquez y la función del gato persa

Jorge Javier Vázquez Morales nació en Badalona (Barcelona) el 25 de julio de 1970. Es el pequeño de los tres hijos que tuvieron María Morales, originaria de Albacete, y su marido, Raúl Vázquez, que procedía de Cieza (Murcia) y que falleció de un tumor cerebral en 1997. Jorge Javier ha mantenido siempre una relación afectuosa con su madre, sus dos hermanas, sus cuñados, sus sobrinos y el resto de la familia, pero no con su padre. Este, que guardaba un extraordinario parecido físico con el chaval, nunca aceptó la homosexualidad de su hijo pequeño y fue enormemente severo con él, aunque logró su principal empeño: que el chico fuese a la universidad. En las biografías y currículos de Jorge Javier aparece solo el nombre de la madre. No el del padre. Eso lo dice todo. Era una familia de inmigrantes de clase media que vivía en el barrio de San Roque.

Mucha gente, viéndolo en televisión, piensa que Jorge Javier Vázquez es muy limitado intelectualmente. No lo es en absoluto. Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona (se licenció en 1994), aunque la perspectiva de pasar la vida entre libros o de acabar dando clases de latín en un instituto debió de aterrarle: lo suyo era el brillo, el famoseo, la farándula y el cotilleo, mucho más acordes con su carácter, sobre todo la fama. Creció con un carácter muy, muy fuerte, y con una inocultable vanidad, atemperadas ambas cosas por su jovialidad y por una extraordinaria capacidad de trabajo, algo que no puede negarle nadie. Aprendió desde niño que no iba a gustarle a todo el mundo y decidió vivir haciendo lo que le gustaba. Y como le gustaba.

Nunca fue un intelectual pero sí ha leído. A pesar de eso empezó trabajando en medios de la prensa rosa de los años 90, como Superpop y Pronto, ambas del grupo Heres.

Pero lo que él quería hacer era televisión, para que le vieran. Logró meter la cabeza en programas como Extra Rosa, de Antena 3 (estamos hablando de 1997), conducido por Rosa Villacastín y por una de las personas que más le ha ayudado y protegido siempre, Ana Rosa Quintana. Colaboró en otros parecidos y se estrenó como presentador (el sueño de su vida) con Francine Gálvez en un programa llamado Rumore, rumore.

El productor italiano Paolo Vasile, mano derecha de Silvio Berlusconi en España, se dio cuenta inmediatamente de que había encontrado un filón en aquel muchacho tan echao p’alante, con tal falta de pudor, tanta pluma y una cierta tendencia a engordar

El gran salto de su vida lo dio al pasar a Telecinco, a principios de siglo. Ya no era un desconocido para los espectadores, sobre todo para los interesados (e interesadas) en la banal información de cotilleos y la “apasionante” vida de los famosos que ya se llamaba telebasura, pero su primer gran éxito llegó en marzo de 2003 con un programa rompedor: Aquí hay tomate, que presentó junto a Carmen Alcayde. El productor italiano Paolo Vasile, mano derecha de Silvio Berlusconi en España, se dio cuenta inmediatamente de que había encontrado un filón en aquel muchacho tan echao p’alante, con tal falta de pudor, tanta pluma y una cierta tendencia a engordar. Era descarado, desvergonzado, provocador, deliberadamente irrespetuoso y poseía un ego del tamaño del Himalaya. Era exactamente lo que Vasile necesitaba para colocar en lo más alto el modelo berlusconiano de televisión.

Pero quizá lo más importante fuese el peculiar sentido del humor que el presentador derrochaba, humor que rara vez sentaba bien a los protagonistas de aquellas noticias. Vázquez logró lo que quería: que todo el mundo hablase de él, algunos incluso bien, y que el “Tomate”, como lo llamaba la gente, se convirtiese en un fenómeno que interesaba a los periodistas serios y a gente que jamás reconocería que veía programas de telebasura. El éxito fue tal que Aquí hay tomate tuvo que cerrar abruptamente en febrero de 2008, acosado por sus “víctimas”. En sus mejores momentos, uno de cada cuatro telespectadores veía el Tomate de Jorge Javier. Son cifras hoy casi inimaginables.

El lenguaraz presentador picoteó por varios programas, entre ellos Gran Hermano, pero ha pasado a la historia de la televisión española por Sálvame. Corre la leyenda, nunca desmentida, de que Vasile, en un momento en que las cifras de audiencia no eran las esperadas, se encaró con la nueva y vanidosa estrella y le soltó: “Jorge Javier, ¡sálvame!”. Y Jorge Javier lo salvó con un programa diario, a veces de cuatro horas de duración o más, que ensayó diversos formatos y fragmentaciones, pero todos con el mismo nombre: Sálvame.

Vázquez logró casi un imposible metafísico: convertir en inmensamente populares a personajes completamente anodinos, prescindibles y hasta ridículos

Fueron los años de gloria de Vázquez. Técnicamente ha tenido varios directores, pero aquello era el imperio absoluto de Jorge Javier Vázquez. Se hacía lo que él decía y como él quería, y los díscolos o los que le hacían sombra no tardaban en desaparecer. Vázquez logró casi un imposible metafísico: convertir en inmensamente populares a personajes completamente anodinos, prescindibles y hasta ridículos. La única condición era que aguantasen que el público se riese de ellos hasta que se acostumbrasen a su presencia y empezasen a tomar partido, a favor o en contra. El caso paradigmático es Belén Esteban, una mujer de extracción y mente muy humildes cuyo mayor mérito en esta vida fue casarse, y luego separarse, de un torero. La boda fue en 1995. Veintisiete años después, Belén Esteban sigue ahí, dando voces en la tele. Ha escrito un libro (se lo han escrito, mejor dicho; ella no sabe). Todo eso es algo inimaginable sin el impulso y la capacidad de invención de Jorge Javier Vázquez.

Vázquez se convirtió en el personaje más adorado por millones de espectadores, que contemplaban embobados aquella pantomima, y en el más odiado por todos los demás, que despreciaban su exhibición de mediocridad y su terrorífica mala leche

El formato de Sálvame era como el huevo de Colón: aparentemente sencillo, pero había que encontrarlo. Se trataba de reunir en un plató a un número variable de personajes que se dedicaban a cotillear sobre la vida de otros (que esos “otros” fuesen conocidos o no, daba igual; si no lo eran, pronto lo serían) y a ponerles verdes, al tiempo que se ponían de vuelta y media unos a otros. Aquel gallinero en el que se oían gritos e improperios, se veían lágrimas más o menos auténticas, se cruzaban acusaciones, nadie dejaba hablar a nadie y Andreíta no terminaba de comerse el pollo fue un éxito absoluto. Vázquez se convirtió en el personaje más adorado por millones de espectadores, que contemplaban embobados aquella pantomima, y en el más odiado por todos los demás, que despreciaban su exhibición de mediocridad y su terrorífica mala leche. Nunca su ego alcanzó tan altas cotas como en aquellos tiempos. Nunca la telebasura consiguió en España el embrutecimiento deliberado (pero lo llamaban entretenimiento y más tarde socialité) de tanta gente. Telecinco era una mina de oro.

Pero Vázquez tenía, sin embargo, otras inquietudes. Ha escrito tres libros, naturalmente sobre sí mismo, que fueron éxitos resonantes de ventas no por sus cualidades literarias (que las tienen, sobre todo el primero) sino por la popularidad de su autor. A Vázquez siempre le interesó el teatro. Produjo varias obras pero no era fácil que evitase la tentación de ser el protagonista absoluto de todo aquello que hacía. Así, en 2020 recorrió media España representando en el escenario Desmontando a Séneca, un monólogo escrito por Juan Carlos Rubio sobre la vida del filósofo romano. También tuvo éxito. Pero Vázquez, por más cara dura que le echase a la vida, no era exactamente Laurence Olivier ni Marlon Brando, así que el asunto acabó cayendo en el olvido. No sin críticas (muchos actores auténticos protestaron de que aquel aficionado tuviese trabajo y muchos profesionales no) pero tampoco sin elogios: el actor Jorge Sanz, preguntado por su opinión sobre el descubrimiento de Vázquez como actor, dijo: “Es muy brillante. Hace muy buenas entrevistas”.

El regreso de Paolo Vasile a Italia, cuando el modelo telebasurero de Telecinco parece entrar en crisis, ha dejado a Vázquez y a su forma de hacer televisión pendientes de un hilo. Ese hilo aún no se ha roto. Pero en los últimos días ha ocurrido algo que ha devuelto la sangre a las venas del presentador. Y de su inabarcable ego.

Era tan absurdo como si alguien dijese que Núñez Feijóo se presentaba como candidato a Miss España, pero durante más o menos 36 horas hubo muchísima gente que se lo creyó, lo cual da una idea cabal de hasta qué punto la vida política española se ha teñido no ya de populismo sino de surrealismo

Fue una broma del periodista Carlos Alsina en su programa de radio. Se le ocurrió decir que el candidato oculto del PSOE a la alcaldía de Madrid, en las elecciones de 2023, podría ser Jorge Javier Vázquez. Los compañeros del programa se quedaron pálidos. Pero, unos antes y otros después, no pocos siguieron la broma, que de inmediato (gracias a los albañales de Twitter) se convirtió en noticia. Vázquez y su ego, que vivía el más absoluto momento de gloria de toda su carrera profesional, callaban. Era tan absurdo como si alguien dijese que Núñez Feijóo se presentaba como candidato a Miss España, pero durante más o menos 36 horas hubo muchísima gente que se lo creyó, lo cual da una idea cabal de hasta qué punto la vida política española se ha teñido no ya de populismo sino de surrealismo. Hasta que el propio Vázquez, con el tono solemne y casi institucional que usa para hablar de las angustias de Rociíto o de las desdichas de una peluquera viuda de un boxeador, salió a desmentirlo. Y a media España se le quedó cara de 28 de diciembre, día de los Inocentes.

Lo que nadie sabe es que, en el próximo consistorio, Jorge Javier Vázquez será nombrado cardenal por el papa Francisco, y que tiene muchas posibilidades de sucederle en el próximo cónclave. A pesar de que el color blanco no le favorece, por su pertinaz exceso de peso.

Y si cuela, cuela.

* * *
El gato persa (Felis silvestris catus) es una de las incontables variedades que hoy existen del gato doméstico, un mamífero carnívoro de la familia de los félidos. Domesticado el gato desde el Neolítico, como el perro, el hombre ha ido creando una inmensa cantidad de razas, muchas de ellas completamente artificales. El persa, conocido en Europa desde el siglo XVII, tiene siete variedades, todas en colores distintos para que usted pueda escoger la que guste, señora, señorita, caballero.

A estas alturas ya sabrán ustedes que prácticamente todos los animales que existen en el mundo tienen una función en el ecosistema. Sirven para algo. Hacen algo que resulta necesario, o por lo menos útil, a los demás. Comen a otros o son comidos (o las dos cosas), polinizan las flores, mantienen el equilibrio demográfico de otras especies, se reproducen ansiosamente, mil cosas más.

El gato persa no. El gato persa, de espectacular pelaje (que va del chocolate al blanco pasando por el cobre o el azul), no sirve para nada a ningún otro animal. No tiene ninguna función en el ciclo de la vida. Lo único que hace, y esto con frecuencia, es salir por la tele en compañía de sus amos o en algún documental. Nada más.

Hay gatos que cazan ratones, por ejemplo, o pájaros. Este ni se molesta. El gato persa está en este mundo para comer, defecar, dormir y dejarse elogiar por las visitas y los espectadores. Tiene, como es natural, un ego del tamaño de un elefante del Serengueti (Loxodonta africana) y una clara tendencia a engordar, pero no puede decirse que le importe siquiera. Quienes vimos la memorable película Babe, el cerdito valiente conocemos bien la vanidad, la maldad de carácter y la inanidad de este elegante e inútil bicho que no sirve para nada útil y que ni siquiera se molesta en devolver (salvo por interés) el cariño que le destinan las señoras o señores que lo tienen en casa como una reinona. Y encima les muerde. Y les araña.

Sería perfectamente posible sustituirlo por un jarrón con flores. Se movería más o menos lo mismo y saldría más barato.

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  • M
    Madrid

    Yo debo ser una rara. Nunca me ha gustado este tipo, nunca! No he visto ni uno de los programas en los que estuviese presente y, aun así, tengo la desgracia de saber de su existencia. Personalmente opino que darle a este tio la definición de preparado intelectualmente, o con capacidad de trabajo es lo mismo que adjudicarselas a Pablo Iglesias; una leyenda urbana que se diluirá con el tiempo.

  • P
    Pangat

    No creo que Jorge Javier Vázquez haya sido nunca adorado... visto, si, en su apogeo por casi 4 millones de personas. De media por unos 2'8, en un país de 47 millones. No exageremos, el rey de la telebasura siempre ha reinado en su corralito y es un personaje, según las encuestas de las agendas de medios especializadas, de las más detestadas de España. Por eso, a diferencia del otro Vázquez presentador, no le ofrecen publicidad ni para vender balletas de cocina.

  • N
    NormaDin

    Ha leído, y qué, la lectura está desbordadamente prestigiada . Algunos cursan filología hispánica para leer el pronto. Algún día, alguien con ganas, nos resumirá hasta donde llegó eso del charneguismo.