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Opinión

Hijos de la Memoria histórica

Zapatero va a pasar a la Historia (no sé si con mayúscula, aunque la ponga) por haber iniciado el ataque frontal contra el espíritu de la Transición

castilla y León
El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo Europa Press.

José Luis Rodríguez Zapatero es un perfecto ejemplo del tipo de políticos que tenemos hoy en España: personas que, desde su más temprana juventud, casi desde la adolescencia, no han hecho otra cosa que enredar y maniobrar dentro de los partidos para trepar y llegar, como en su caso, hasta las más altas responsabilidades del Estado. Recordemos que en julio de 1986, cuando se constituyó la segunda legislatura con mayoría absoluta del PSOE, Zapatero formó parte de la Mesa de Edad por ser el diputado más joven, apenas 25 años. Antes de eso, había obtenido la licenciatura en Derecho por la Universidad de León y ninguna experiencia profesional. En esto de llegar a lo más alto en política sin tener ninguna experiencia profesional, Zapatero ha sido un precursor y un modelo, y no sólo entre los socialistas.

Pero, a pesar de no contar ni con un curriculum ni con una formación apropiadas (recuérdese cómo Jordi Sevilla le tranquilizaba diciéndole que la economía se la podía explicar en dos tardes), Zapatero va a pasar a la Historia (no sé si con mayúscula, aunque la ponga) por haber iniciado el ataque frontal contra el espíritu de la Transición con el objetivo último de acabar con la Constitución de 1978. Lo empezó antes de llegar a La Moncloa, cuando impulsó el Pacto del Tinell, por el que los socialistas se comprometían a no llegar nunca a ningún tipo de acuerdo con el Partido Popular; y lo continuó, ya con más poder, cuando, tras el 11-M, llegó a la Presidencia del Gobierno, con la Ley de la mal llamada Memoria Histórica de 2007.

Esos buenos de los años de la República, la Guerra y la posguerra eran ahora los socialistas, los comunistas y los nacionalistas; y de que los malos, eran ahora todos los partidos de la derecha

Una Ley que imponía a los españoles la explicación de cómo había sido la Historia (ahora sí con mayúscula) de España desde 1931 hasta nuestros días: una historieta de buenos y malos, en la que los buenos habían sido siempre muy buenos y los malos, muy malos; ¡ah! y, por supuesto, decía quiénes habían sido los unos y los otros (Unamuno, mucho más sabio, los había llamado “hunos” y “hotros”).

Con esa Ley Zapatero y sus compañeros querían, en primer lugar, dividir a los españoles con el argumento implícito de que esos buenos de los años de la República, la Guerra y la posguerra eran ahora los socialistas, los comunistas y los nacionalistas; y de que los malos, eran ahora todos los partidos de la derecha. Es así que la Ley descalificaba para siempre a los malos históricos, ergo también quedaban descalificados esos malos contemporáneos.

Sin embargo, creo que la Ley ha tenido unos efectos con los que no contaban sus promotores. Hasta entonces, mal que bien, lo que se enseñaba en los colegios e institutos era, más o menos, el canon “progre”: en el 36 unos militares dieron un golpe de Estado contra la II República que derivó en la Guerra Civil y en la dictadura de Franco, y a su muerte todos los españoles nos reconciliamos y nos dimos una Constitución ejemplarmente democrática. Sin entrar en detalles a la mayoría de los alumnos lo que les quedaba era que la República había sido algo más bien bueno, Franco, malo y la Constitución, buenísimo.

Lo que han conseguido Zapatero y sus secuaces es que ahora una inmensa mayoría de españoles ha descubierto que la República fue un desastre; que el PSOE dio un golpe de Estado fallido con miles de muertos en 1934

Al empeñarse en hurgar en la Historia con ánimo partidista, lo que han conseguido Zapatero y sus secuaces es que ahora una inmensa mayoría de españoles ha descubierto que la República fue un desastre; que el PSOE dio un golpe de Estado fallido con miles de muertos en 1934; que el Frente Popular hizo innumerables trampas y pucherazos en las elecciones de febrero del 36; que al jefe de la oposición, José Calvo-Sotelo, lo asesinaron algunos socialistas; que los socialistas crearon centenares de checas donde se torturaba y asesinaba por el hecho de ir a misa; o que esos mismos socialistas saquearon bancos y cajas para llevarse el dinero de la gente con el que vivir en el exilio. Que Franco era muy malo ya lo sabían los chicos que pasaban por las aulas españolas; ahora saben que los “hotros” tampoco eran nada buenos.

Pero existe en la España de hoy una inmensa diferencia en el tratamiento que dan a ese periodo histórico las derechas y las izquierdas y sus aliados. Mientras en ningún partido de derechas se ensalza ni se toma como modelo a los políticos de la derecha de aquella época, los socialistas y aliados sí presumen de ser herederos de políticos cuyas trayectorias son auténticos desastres y están llenas de sangre (por no hablar de comunistas como el concejal de Podemos, Mauricio Valiente, que llegó a colocar el retrato de Lenin en su despacho oficial del Ayuntamiento de Madrid).

Así llegamos a la intervención del vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo. Nacido en 1991, tenía 16 años cuando se promulgó la dichosa Ley de la Memoria Histórica y, claro, a él, en vez del canon progre con el que se explicaba hasta entonces la Historia de ese triste periodo, ya le han contado lo que se ha ido descubriendo gracias a o por culpa de esa Ley, y se ha quedado impresionado de que los socialistas, teniendo un pasado como el que tienen, presuman de tenerlo inmaculado. Por eso ha soltado el exabrupto de llamarles “banda criminal”. De que en algunos momentos de su historia lo fueron no cabe la menor duda; y si alguno la tiene, le basta con leer a socialistas tan señalados como Indalecio Prieto o a Juan Simeón Vidarte (vicesecretario general del PSOE entre 1932 y 1939) para saberlo, porque, con una sinceridad que les honra, ellos reconocieron en su momento las barbaridades que habían perpetrado. Pero ahora no lo son, aunque acepten los votos que vienen de, esa sí, una banda criminal como ETA. De manera que, si a algunos políticos les perdonamos su falta de cultura general por ser hijos de la Logse, a García-Gallardo le perdonaremos su exabrupto por ser, paradójicamente, hijo de esa repugnante Ley de la Memoria Histórica.

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