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Opinión

Feijóo golpea, Ayuso se tapa

Feijóo y Ayuso han formado un tándem adecuado y funcional. El líder gallego aparca la ambigüedad y sacude con furia. La presidenta madrileña espacia su agenda y rebaja protagonismo. Ambos saben dónde y cómo han de atacar a Sánchez.

El presidente de la Xunta de Galicia y precandidato a la presidencia del PP nacional, Alberto Núñez Feijóo, acompañado de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso

El Gobierno se está 'forrando' con los impuestos de la luz y la gasolina. El prudente y ponderado Alberto Núñez Feijóo, que no viene a "insultar a Sánchez sino a ganarle", ha dado con su punto débil. "Golpea en los glúteos, en el ciático, no lo va a soportar", le aconsejaba desde el rincón del ring Clint Eastwood a Hilary Swank para demoler la defensa de una rival coriácea. Ahí le va a pegar Feijóo, en los impuestos, donde más duele. Empezó en la reunión presidencial de la Palma, donde impuso a la portavoz Isabel Rodríguez un papelito de compromiso de alivio tributario, redactado en un mano a mano con escasos precedentes, al que se sumaron unánimemente todos los caciquillos autonómicos, entusiastas y aplaudidores.

El ciático de Sánchez, su talón de aquiles, es el recibo de la luz, del gas, el combustible, la cesta de la compra. Precios disparatados, inasumibles. La irritación sube de tono, la desesperación desborda las casas, se convocan paros y protestas desde todos los sectores, camioneros, pescadores, agricultores... Esto no ha hecho más que empezar. Sánchez no acierta ni con las tarifas ni con la guerra. Está desarbolado, mira a Bruselas y no encuentra respuestas. Mira a la Moncloa y sólo ve un ejército de asesores catatónicos e idiotizados. Ni una bien. Ni un mensaje, un eslogan, una idea que apacigüe la ira incontenible. Tan bestiales son las subidas, tan incontenibles las alzas de precios, que el Gobierno se muestra desbordado e inútil ante el panorama. Que no es nuevo, ni de Putin, en contra del argumentario falaz y torpón de los portavoces.

María Jesús Montero engorda en forma desaforada las arcas del Estado (o de quien corresponda) con la implacable presión fiscal, en un saqueo inclemente y sin fin que se ha convertido ya en una tortura sin precedentes

Feijóo le ha ganado la primera partida. Puso la rebaja de los impuestos sobre el tapete, como una necesidad urgente, perentoria, a nivel de supervivencia. El presidente del Gobierno, acolchado en su nube de desprecio y soberbia, apenas acertó, horas después, en lo de Ferreras, a responder con convicción, a garantizar una respuesta eficaz y rápida. Aplazó el tema hasta el 29 de marzo. ¡Dos semanas! Este tipo no es capaz de colegir que la gente no aguanta, que no puede esperar ni dos semanas, ni una, ni dos días. En Polonia, Portugal y Francia se están bajando rápidamente impuestos. Aquí, María Jesús Montero engorda en forma desaforada las arcas del Estado (o de quien corresponda) con la implacable presión fiscal, en un saqueo inclemente y sin fin, una tortura sin precedentes. "No hay mayor villanía que ignorar el sufrimiento de la gente", decía Pavese. Ni mayor error. Sánchez sigue en su nube de Falcon y rosas ajeno a la general penuria. "Nos trata como bultos de un árbol hueco", diría Turgeniev.

Ha irrumpido Feijóo con más fuerza de la esperada. Las cacatúas del régimen se ensañaron, en forma absurda y deslavazada, contra el pacto en CyL con Vox, un cacareo desbarajustado y efímero. El estrépito de los precios todo lo eclipsa. Este ha sido el acierto del líder gallego, que ha sabido también incorporar a su causa a Isabel Díaz Ayuso, la fierecilla de Chamberí, con la que ha compuesto un tandem armónico que se antoja, de momento, imbatible. Feijóo ataca por arriba y Ayuso golpea en los flancos, un martilleo tenaz.

Una pareja adecuada, bien acoplada, como se pudo ver este martes en su comparecencia conjunta en Madrid. No se llevaban bien. Quizás tampoco ahora. Tampoco Laurel y Hardy se podían ni ver. Pero funcionaban

En esa cumbre de la Palma, estéril como la ONU, prescindible como la OTAN, la presidenta madrileña lanzó dos golpes superlativos. Planteó suspender todos los impuestos que gravan la energía y sugirió dedicar los 20.000 millones adjudicados al ministerio de Irene Montero a ayudas a las familias en lugar de proyectos inconexos con perspectiva de género. Allá donde no alcanza Feijóo, llega Ayuso. Por un lado, el político reflexivo, hombre de Estado, alejado de populismos y de palabrería vana y esdrújula. Por otro, la líder entusiasta, valiente, que llega con soltura a los suyos y más allá, con tirón social y sin complejo alguno a la hora de dar la denominada 'batalla cultural' que no es más que plantarle cara a la izquierda sin titubeos. Una pareja adecuada, bien acoplada, como se pudo ver este martes en su comparecencia conjunta y abarrotada en Madrid. No se llevaban bien. Quizás tampoco ahora. Tampoco Grant y Hepburn en La fiera de mi niña.

El problema ahora lo tiene Sánchez, consciente de que la desmovilización y el desaliento en sus filas es efecto creciente de sus acuerdos con Bildu y los golpistas catalanes

Ayuso, una de las heroínas más atractivas de nuestro panorama político, "es una mujer joven, hermosa, con instinto, básicamente buena, de una audacia inusual y de una inteligencia reconocida", como escribió Nabokov sobre Anna Karenina. Ha reducido su agenda, limitado sus actos, suavizado sus intervenciones, aquilatado sus mensajes. Va a taparse un poco hasta el congreso extraordinario de Sevilla, en el que el PP entrará en una nueva era con su flamante líder galaico al frente de la procesión. Casado, al pasado y Ayuso, a la presidencia del PP de Madrid, origen de la desastrosa polémica y la cruenta batalla intestina. Las sucias historias sobre los contratos de su hermano emergerán de cuando en cuando. ¿De quién depende la fiscalía? Pues eso. Guerras pretéritas, incendios antiguos. ¿Y los contratos del padre de Sánchez? ¿Y del marido de Calviño? También han ido al fiscal.

Se pactará con Vox allá donde se precise. Es asunto asumido. Castilla y León rompió el maleficio, desbarató el tabú. El problema ahora lo tiene el presidente del Gobierno, consciente de que la desmovilización y el desaliento en sus filas es efecto creciente de sus acuerdos hediondos con Bildu y con los golpistas catalanes. Quizás esta aproximación del PP a Vox pueda espantar el desánimo instalado en las filas socialistas y recuperar esa movilización tan anhelada en la izquierda. O no. Feijóo se mueve como pez en el agua en estas disyutivas ambiguas y gallegas. Sánchez, sin embargo, sólo se maneja en el 'no es no'. Tiene la cadera de hormigón y el rostro de amianto. Y eso ya no funciona. Tanta mentira, tanto engaño, tanta trola empieza a pasarle factura. Al tiempo. Andalucía pondrá a todos en su sitio. De momento lo que cuaja es que el Gobierno se está "forrando" a golpe de impuestos y en el peor momento. Este abuso es tan diáfano y meridiano que lo entiende todo el mundo. Hasta Bolaños.

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