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Opinión

A Erdogan le tiembla el suelo bajo los pies

Su voluntad de poder ha quedado más que acreditada a lo largo de sus dos décadas al mando. Ha concentrado más poder en sus manos que cualquier otro mandatario turco desde Mustafa Kemal Atatürk

¿Puede sufrir España un terremoto como el de Turquía y Siria?
Edificios dañados por el terremoto en Turquía EP

No se sabe a ciencia cierta cuántas personas yacen atrapadas bajo los escombros semana y media después de los terremotos del 6 de febrero. Fueron dos seguidos de varias réplicas que provocaron el derrumbe de miles de edificios sepultando a todos sus ocupantes que en ese momento se encontraban durmiendo. Se estima que hay ya más de 40.000 muertos y unos 120.000 heridos. Las últimas cifras apuntan a 36.000 muertos en Turquía y 6.000 en Siria, pero el número es temporal porque las labores de rescate prosiguen a un ritmo rápido. Lo que los rescatistas recuperan a estas alturas son cadáveres porque nadie es capaz de aguantar tanto tiempo bajo los escombros de un edificio.

La magnitud de la tragedia es aterradora. Hay unos 13 millones de personas afectadas por el terremoto y se calcula que unos 4 millones de edificios han quedado tocados en mayor o menor medida. Solo en Turquía 12.000 han colapsado y toda la infraestructura de la región, desde aeropuertos hasta hospitales pasando por vías férreas y escuelas presenta daños de diversa consideración. En algunos lugares el número de fallecidos es tan elevado que las autoridades han tenido que cavar fosas comunes para poder enterrar a los muertos y evitar que se propagasen enfermedades.

Siria está seguramente peor y es mucha menos la información que nos llega desde allí. Las partes de Siria afectadas por el terremoto estaban ya muy perjudicadas por los diez años de guerra civil en el país, cuyos combates se habían concentrado en esa misma zona, en torno a las ciudades de Idlib y Alepo. Bashar al-Assad no se fía de la ayuda externa porque teme que con ella se cuelen rebeldes, de modo que hacer llegar la ayuda humanitaria hasta allí es mucho más difícil. En otras partes no controladas por Al-Assad la entrada de esta ayuda depende de que se abra la frontera turca, pero ahí se presenta un problema similar. Al otro lado de la frontera hay una república de mayoría kurda a la que el Gobierno turco acusa de fomentar el terrorismo dentro del país.

La prensa crítica, que es muy débil, también le ha señalado. Ahí han entrado en juego los jueces. Dos periodistas que acusaron al Gobierno de negligencias antes y después del terremoto han sido imputados

Dejando a un lado las víctimas mortales y la destrucción ocasionada por el terremoto, la catástrofe tiene una serie de derivadas políticas ya que hay elecciones dentro de solo tres meses. Recep Tayyip Erdogan, que lleva 20 años en el poder, tiene la intención de presentarse a estas elecciones y ser reelegido para otro mandato de cinco años. Ya lo tenía todo cuesta arriba, la economía no marcha bien, la inflación supera el 50% y son muchos los turcos, especialmente los mejor preparados, que se marchan buscando mejores oportunidades en Europa occidental o en EEUU. El terremoto y sus consecuencias no harán más que complicarle las cosas. Las redes sociales se lo están recordando. Como respuesta la semana pasada desconectó Twitter en todo el país. Un día después lo autorizó de nuevo porque estaba siendo muy útil para los equipos de rescate. La prensa crítica, que es muy débil, también le ha señalado. Ahí han entrado en juego los jueces. Dos periodistas que acusaron al Gobierno de negligencias antes y después del terremoto han sido imputados por difundir noticias falsas.

El tema es delicado porque Erdogan llegó al poder tras un gran terremoto. Su partido, Justicia y Desarrollo (por sus siglas en turco, AKP), acusaba a los Gobiernos anteriores de corrupción y desidia con el terremoto de 1999 en Izmit. Les acusaba también de corrupción y de haber mantenido a Turquía en el subdesarrollo. El AKP arrasó en aquellas elecciones y ha seguido haciéndolo desde entonces. Sus resultados electorales son apabullantes. En las últimas elecciones, las de 2018, obtuvo el 42% de los votos, en las de 2015 el 49%. Su poder ha sido tal que Turquía ha pasado de ser una república parlamentaria a una presidencialista mediante una reforma constitucional sancionada por un referéndum en el que se vio que el AKP seguía teniendo fuerza, pero ya no tanta. El 51% votaron a favor, el 48,5% en contra. Turquía, en definitiva, es una república presidencialista a mayor gloria de Erdogan a pesar de que casi la mitad de los turcos están en desacuerdo con ello.

Ahora Erdogan tiene ante sí unas circunstancias muy similares a las que le llevaron al poder en marzo de 2003: una crisis económica, otra humanitaria y cierto cansancio del votante medio con un sistema que ha ido eliminando libertades paulatinamente hasta convertir la antes imperfecta democracia turca en un régimen semiautoritario en el que hay 40 periodistas en prisión actualmente, pero ha llegado a haber muchos más, especialmente tras el golpe de Estado fallido de 2016.

Todas las nuevas construcciones están sujetas a una regulación muy exigente porque prácticamente todo el país está asentado en zonas sísmicamente muy activas

Ese malestar ya estaba ahí, el terremoto y la tragedia humana que ha desencadenado servirá como catalizador. Hay tantos muertos, tantos heridos y las pérdidas materiales son tan cuantiosas que es inevitable no mirar al Gobierno. Se sabe ya que muchos de los edificios derrumbados no cumplían con la normativa antisísmica, seguramente porque hubo sobornos de por medio. En Turquía se ha construido mucho en los últimos 20 años. La economía iba bien y la población crecía así que las ciudades han experimentado una notable expansión. Cualquiera que viaje a Turquía lo percibe ya desde el avión. Son perfectamente distinguibles los nuevos desarrollos urbanos con torres de viviendas, áreas comerciales, autopistas y mezquitas en el centro. Todas las nuevas construcciones están sujetas a una regulación muy exigente porque prácticamente todo el país está asentado en zonas sísmicamente muy activas. Un total de cuatro placas tectónicas confluyen en Turquía con fallas muy inestables que dan lugar terremotos continuos, algunos muy fuertes como el del día 6.

En los sondeos más recientes Erdogan y su partido pierden el favor del electorado. Las elecciones iban a celebrarse el 18 de junio, pero el presidente anunció a mediados de enero que se adelantarían al 14 de mayo. A nadie se le escapó que con eso pretendía minar la capacidad de la oposición para cerrar candidaturas. Ahora esa decisión juega en su contra, así que es posible que vuelvan a su fecha original o incluso se pospongan hasta septiembre. El Gobierno necesita tiempo y la tragedia se lo podría regalar. La semana pasada se declaró el estado de emergencia en diez provincias del sureste con una duración de tres meses, casi hasta la víspera de las elecciones. Eso podría dificultar las críticas a la gestión del Gobierno y aplazar las elecciones hasta que el asunto se haya encarrillado de nuevo. Lo tendrán fácil ya que, según están las cosas en la zona afectada, no se pueden celebrar unas elecciones porque no hay siquiera donde hacerlo con seguridad.

Algunos se preguntan si Erdogan está dispuesto a llegar tan lejos. Naturalmente que lo está. Su voluntad de poder ha quedado más que acreditada a lo largo de sus dos décadas al mando. Ha concentrado más poder en sus manos que cualquier otro mandatario turco desde Mustafa Kemal Atatürk. Ha desactivado las instituciones y ha colocado a sus fieles en todos los puestos importantes, toda una nueva clase de empresarios se han enriquecido, muchas veces de forma fraudulenta gracias a la cercanía del poder. Se ha hecho también con el favor de la prensa, que directa o indirectamente defiende a Erdogan a capa y espada.

Los terremotos matan a más gente en los países donde la corrupción es generalizada. Ese parece ser el caso de Turquía. Las empresas constructoras y la administración han vivido una luna de miel durante años. Un ejemplo, en la provincia de Hatay, una de las más afectadas por el seísmo, edificios residenciales, hospitales e incluso la oficina local de la Agencia de Emergencias y Desastres de Turquía, muchos construidos por los empresarios cercanos al AKP de Erdogan, se derrumbaron o quedaron inutilizados. La única pista de aterrizaje del aeropuerto de la capital de la provincia (que es la vieja ciudad de Antioquía) se quebró la noche del terremoto porque la habían construido justo encima de una falla. El aeropuerto fue inaugurado hace unos pocos años, en 2007.

Queda por ver qué hará la oposición. Es una incógnita si se presentará unida bajo un solo candidato, algo que no han conseguido hasta la fecha

Casos como el de Hatay se amontonan y se suman a otros desastres naturales que no se atendieron debidamente en el pasado. En el verano de 2021 hubo varios incendios forestales devastadores en el sur del país. Tanto la extinción como la ayuda llegaron tarde. La oposición acusó al gobierno de no disponer de suficientes aviones para extinción de incendios y de no proporcionar fondos adecuados a la agencia de emergencias y desastres. Algo parecido, pero a mucha mayor escala se ha reproducido con el terremoto. Esta vez, por suerte, ha llegado mucha ayuda del exterior que ha permitido que se salvasen muchas vidas, tanto las de los atrapados por los cascotes de los edificios como las de los que se quedaron a la intemperie porque no podían regresar a sus casas.

Queda por ver qué hará la oposición. Es una incógnita si se presentará unida bajo un solo candidato, algo que no han conseguido hasta la fecha porque la figura de Erdogan es omnipresente. Para muchos turcos es una suerte de padre de la patria con el que, aunque las cosas no marchan bien últimamente, si creen que es el responsable del despegue económico turco de las dos últimas décadas. Ahora se le mueve el suelo bajo los pies y eso le obligará a hacer una campaña a la defensiva y no a la ofensiva como acostumbra desde que hace nada menos que 20 años accedió al poder.

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  • V
    vozberti

    Para mí hay una cosa clara que tratar de conocer la situación de la política internacional y la de otras naciones a través de la mirada de los comentaristas españoles, y algunos extranjeros, es como pretender conocer el futuro a través la bola de cristal de la pitonisa Marisa, o lo que es lo mismo no saber nada.
    Este artículo tiene el sesgo de la metáfora del jardín francés y la jungla que hizo Borrel para distinguir a la civilización occidental del mundo bárbaro y da la casualidad que el retrato que se hace en muchos aspectos coincide con lo que ocurre en España entre otras cosas corrupción y desidia en todas las instituciones y bueno ya no hablemos de la Ley Trans y la del Bienestar Animal , etc y en cuanto a obras, yo que soy de Asturias, la variante de Pajares, más de 20 años. En fin y para que hablar de las nuevas religiones laicas lgtbi que a poco más se convertirán en yihadistas.

  • N
    Norne Gaest

    Erdogan me recuerda a Putin
    Un desagradable e implacable personaje
    Que se permite menos preciar a Occidente cuando le da la gana, y hace soltar la pasta gansa a los paises occidentales por la emigración, como hace Marruecos con España. Y que también se permite el lujo de boicotear a Suecia, un país democrático y Occidental, mientras que el ha contribuido a re islamizar a su sociedad y persigue la libertad en su país.
    Erdogan, el antiguo amigo de Zapatero, beneficiario de la pasta de los españoles que este soltaba cuando su chorrada de la Alianza de Civilizaciones.
    Seguro que los edificios de su megalómano complejo presidencial ni han notado el terremoto
    Menos mal que, pese a Zapatero y Rajoy, hubo países europeos que conservaron la cordura y se opusieron al ingreso de Turquía en la Unión Europea.