Opinión

El 'caso Azagra'

"Hoy, la España oficial es un gran consejo de informativos tratando de hacernos creer al resto que el hermano de Sánchez es Toscanini redivivo"

RTVE ha recibido la consigna de rotular como 'caso Azagra' las imágenes relacionadas con la causa juidicial que instruye una juez de Badajoz contra David Sánchez Pérez-Castejón, hermano del presidente del Gobierno y conocido en los ambientes como el maestro Azagra por mucho que no sepa dónde queda su despacho.

La corporación presenta ya una deuda que sobrepasa de largo los 400 millones de euros. Una cosa y la otra no guardarían relación alguna si no fuera porque la liquidación de la más elemental deontología puede resultar más o menos reprobable, pero siempre es un mal negocio, y para corroborarlo solo basta seguir la curva de audiencia, en una perenne foto fija.

Pero la tele es el sanctasanctórum del PSOE, más que de cualquier otro partido. Además, pese a los esfuerzos del márquetin sanchista, los restos del socialismo siguen siendo analógicos. Como mi madre. 

Para Sánchez, igual que para Goebbels los documentales de Leni Riefenstahl, el televisor concentra inicialmente, y luego ampifiica, la estrategia de apariencia diaria por la que se derrama, en el caso del primero, una legislatura carente de pulso.

En el tiempo en que Ábalos era el puto amo (el de verdad), proclamaba esto sin reparos, y evocaba esos millones de españoles pegados de buena mañana al monitor en sus casas mientras apuraba el enésimo ducados.       

El cansino soniquete de que este país ha perdido la capacidad de asombro es la pura certificación de que, como toda ingenería social, la del presidente del Gobierno acaba imponiéndose porque las complicidades son tan fáciles de atar para el poder como poner un rótulo mendaz sobre unas imágenes que se explican por sí solas. 

Cuando murió Fidel Castro, media plantilla de los servicios informativos de RNE se fue a La Habana. A enterrarlo como Dios manda

Lo imperdonable no es la voluntad de manipular, sino que quienes se prestan a empeñar su vida en que lo de Sánchez es todavía progresismo (si es que alguna vez lo fue) tomen a la gente por imbécil o, en el mejor de los casos, la vean del todo saturada por tanta impostura. 

Cuando murió Fidel Castro, media plantilla de los servicios informativos de RNE se fue a La Habana. A enterrarlo como Dios manda. En aquellos días de noviembre de 2016, el sol caribeño inundó los gélidos estudios de Prado del Rey, decadentes como una sala de interrogatorios de la Stasi. Los técnicos de sonido lucían guayaberas y el son cubano se colaba cada dos por tres entre las cuñas promocionales de Radio Clásica.

Alberto Garzón, Ramón Espinar, Adriana Lastra y así asomaban con insusitada frecuencia en la programación de la radio pública. No porque quisieran, que también, sino porque los llamaban. Gobernaba Rajoy con mayoría absoluta, por si no se acuerdan, pero el Consejo de Informativos del entonces llamado Ente no votaba precisamente al PP. Los directivos del momento dejaban hacer para evitar que los pretendidos parias de la tierra la liaran. 

Hoy, la España oficial es un gran consejo de informativos tratando de hacernos creer al resto que el hermano de Sánchez es Toscanini redivivo.   

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