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Opinión

El prófugo amortizado

No habrá independencia, porque en el fondo la sociedad catalana no la quiere

Puigdemont dice que su detención muestra "falta de inteligencia política"
Carles Puigdemont en el Parlamento Europeo. EFE / EPA / Stephanie Lecocq.

La última jugada de Puigdemont no ha alterado para nada los planes de Sánchez y Aragonès. Se trataba de hacer ruido y meter el miedo en el cuerpo a los negociadores de este viaje a ninguna parte que se ha inventado el presidente del Gobierno para mantener a Esquerra cogida por los rufianes hasta el final de la legislatura. Es verdad que el prófugo sigue siendo un problema sin resolver pero ha pasado el suficiente tiempo para que no represente una amenaza insalvable para que Sánchez siga adelante con su plan de maceración de los soberanistas. Al fin y al cabo estamos hablando de un tema de dinero y competencias y en eso la generosidad de la que carece Pedro el Cruel para no pocas comunidades autónomas, con Madrid a la cabeza, le sobra para Cataluña.

No habrá independencia, porque en el fondo la sociedad catalana no la quiere. La burguesía que ha sido tan tolerante con el nacionalismo, incluido el extremo, mira con un cierto temblor de canillas cómo el motor económico está en manos de Madrid, y por eso se apuntan al atajo de imponer unos impuestos tan brutales como innecesarios contra la voluntad de Ayuso. Por eso es tan molesta la presidenta de los 65 escaños que tiene que soportar el acoso del Gobierno que ha encontrado en algunos mediocres del PP unos aliados inesperados. Un PP que no termina de ofrecer una alternativa ilusionante a los no pocos indecisos. Es cierto que queda mucho legislatura por delante pero nada indica que el emperador de Moncloa vaya a cambiar de rumbo aunque el actual le lleve directamente a estrellarse contra los
acantilados.

Centrarse en la economía

No le faltaba razón a Mariano Rajoy en la inauguración de la convención del PP al recomendarle a Pablo Casado que se centre en la economía porque siempre han sido los gobiernos populares los encargados de arreglar los desaguisados de los socialistas. Pero al expresidente se le olvida que fue la política la que le echó del poder por la puerta de atrás, algo que Casado debe tener muy en cuenta si no quiere perderse por el camino. Y la política para el centro derecha es hoy limar asperezas, encontrar consensos mínimos con Vox que debe abandonar su radicalismo rancio para dejar de darle munición a una izquierda todavía mucho más rancia pero con una potencia de fuego mediático que no se veía desde los albores del felipismo. Ahí tienen ustedes al detractor de las puertas giratorias, que ha apostado por los billeteros giratorios situándose al frente de la fundación de Podemos donde de verdad está la pasta. Sus recientes declaraciones asegurando que han sido los jueces de derechas y los policías los que han montado el numerito del prófugo amortizado, no es más que una de sus nuevas tretas para crear dudas.

Los catalanes le darán la espalda

Es cierto que Puigdemont es un problema. Pero para eso están los indultos en el improbable caso de que los italianos lo manden para acá. Además, si nos fiamos de la encuesta de La Vanguardia del pasado domingo, los de Aragonés crecen frente a Junts, lo que los sitúa en una posición para seguir apoyando al Gobierno central con el beneplácito de su electorado.

Sánchez necesita a Esquerra y es muy posible que relativamente pronto ésta no tenga más remedio que apoyarse en el PSC si quiere mantener el Govern. Los que se mantienen fieles a Puigdemont, el mismo que les dejó tirados al escapar de España tras la bufonada de la proclamación con freno y marcha atrás de la república, pueden ir perdiendo fuerza más pronto que tarde. No solo al sanchismo le inquieta que el prófugo regrese, esposado o en el maletero de un coche para ser detenido aquí. A Esquerra le interesa mantenerle alejado para que no interfiera en su posición privilegiada en Cataluña y sobre todo en Madrid. Los catalanes que están hartos de ver cómo su tierra pierde fuelle terminarán dando la espalda a Junts, que está perdiendo fuerza y que se puede enfrentar a una escisión que algunos estarían planeando para intentar resucitar a la vieja Convergencia.

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