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Análisis

UCO: el pez gordo de cada lunes dánosle hoy

El ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz

En efecto, no hay lunes en que la Guardia Civil no acompañe el desayuno de los españoles con la detención, a cual más rumbosa, de un pez gordo del PP fallero que en los días de vino y rosas metió las manos en la masa y tan a fondo llegó, tanto rastro dejaron sus zarpas, fueron tantos, que ahora van cayendo uno tras otro cual fruta madura, de modo que la UCO no tiene más que seguir la senda de migas que el banquete dejó por todo el Levante para irlos cazando como a conejos. Los lunes, ya digo, detención de capo pepero asegurada y pollo mediático al canto, aunque a veces la cosa se aplaza al martes, y hay semanas en que, dos por el precio de uno, hay sesión continua lunes y martes. Lo cual demuestra al menos un par de cosas: que en el PP, mayormente en el valenciano, hay mucho chorizo, una evidencia de la que hasta los cojones del vizcaíno Damborenea han hecho acuse de recibo, por un lado, y que en este país nuestro no hay más corrupción que la del partido de la gaviota, o tal parece, a pesar de que la PSOE lidera el ranking de causas abiertas (hasta 260) en toda España, de número de imputados y de dinero distraído o sencillamente robado.

Pero, ya digo, el pedrisco solo cae sobre el sembrao del PP, lo cual no deja de ser una casualidad, esa “combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar” según el diccionario de la RAE, y que en el acervo 'popular' no pasa de ser un plato que cocinan los listos para empacho de crédulos e ignorantes. Porque, la verdad, esto ya va siendo demasiada casualidad. Dice Óscar López Fonseca, nuestro experto en la cosa de las Fuerzas y Cuerpos, que no hay misterio alguno y que el asunto tiene una “explicación operativa muy simple”. Veamos: “Las operaciones de detención se hacen los lunes si el pringao a trincar reside en el lugar de trabajo de los agentes, y en martes si reside fuera, con lo que se evita que los susodichos tengan que viajar en domingo -pueden hacerlo el lunes-, fastidiándoles el fin de semana a ellos y a sus familias. Así de mundano. Otra cosa es que en el PP vean fantasmas donde solo hay chorizos y sinvergüenzas". 

El Partido Popular no sabe hoy por dónde sopla el viento y de dónde le vienen las tortas

Opina el amigo Óscar que “visto lo visto, la Guardia Civil es de lo poco serio que queda en este país”, una afirmación con la que una gran mayoría de españoles estarían de acuerdo. Sorprende, por eso, que el señor ministro del Interior no tenga ni idea, o lo parezca, de algo tan simple como lo que argumenta López Fonseca. El pío Fernández Díaz dijo ayer en un programa de televisión que “llama la atención –le llama a él, al ministro- que se esté produciendo una proliferación de iniciativas judiciales en un momento tan sensible como éste y que sólo están afectando al PP”. Vamos, que hay una conspiración de tamaño catedralicio para “erosionar el horizonte electoral del PP de cara a las generales de junio”, porque, añade el piadoso, “no creo ni en la espontaneidad ni en la casualidad” de esas detenciones.  

Comisarios de horca y cuchillo

“Lo que habría que preguntarse es por qué un día sí y otro también estamos conociendo casos de corrupción que afectan al PP”, dijo don Jorge sangrando por la herida de la detención de Alfonso Grau, exvicealcalde de Valencia, y lo que se preguntan muchos ciudadanos es cómo es posible que el ministro del Interior del Gobierno de España no sepa lo que ocurre en su departamento, no haya terminado de enterarse, como les sucedió a tantos titulares de esa cartera, del PP y del PSOE –con excepción, quizá, de Pérez Rubalcaba-, de lo que se cuece en las sentinas de las fuerzas y cuerpos de seguridad, no sabe nada –o sabe demasiado como para no estar asustado- de esos comisarios de horca y cuchillo que campan por sus respetos, que se han hecho ricos a cambio de supuestos e importantísimos “servicios al Estado” y que ahora, tanto saben de tantos, que tienen al ministro y sus altos cargos bien cogidos por los cataplines. Todo ello por no hablar de algunos jueces, que merecen capítulo aparte.

Y todos a callar, en perfecta metáfora de la situación, entre cómica y trágica, de un Partido Popular que, arrojada a la basura la mayoría absoluta más cómoda y el poder territorial más amplio del que jamás dispuso partido y Gobierno alguno en España, no sabe hoy de dónde sopla el viento y por dónde le vienen las tortas, que hasta los niños en los parques le dedican sonoras pedorretas. Indigencia absoluta. Sensación de que “somos unos pringaos” (sic), en frase frustrada de un personaje del entorno de Moncloa, pero “estamos demostrando que las instituciones del Estado funcionan sin interferencias del poder Ejecutivo”. Demasiado bello para ser verdad en la España espantada y empantanada en los manglares de una democracia de tan baja calidad como la nuestra, donde los checks and balances no pasan de ser la aspiración de una minoría que no ya no soporta el hedor de tanta corrupción, la banalidad de tanta mediocridad.

Rajoy tendría que irse por haber sido un mal presidente. ¿Hasta cuándo resistirá?

El PP es hoy un garito plagado de teorías conspirativas. Algunas apuntan a una vicepresidenta, la inefable Soraya, que sigue parapetada tras los muros de Moncloa y a la que ningún medio osa siquiera rozar con la más leve crítica. Dicen que la señora, que controla los servicios de inteligencia (se supone que con algo más de eficacia que la desplegada por don Jorge en su ministerio), es la primera interesada en freír a escándalos a un Mariano Rajoy a quien quiere obligar a enarbolar bandera blanca y renunciar a repetir como candidato en las elecciones de junio próximo. No para oficiar ella misma como sustituta. No de momento. Y mientras la marea sigue creciendo, el aludido se afana en achicar agua más que en atender al rumbo de la nave. Muchos frentes abiertos. Demasiadas conspiraciones en marcha. La pura verdad es que don Mariano no debería marcharse por haber perdido casi 4 millones de votos y haber frustrado las esperanzas de cambio de tanta gente; ni siquiera por haber consentido con la corrupción. Tendría que irse por haber sido un mal presidente. ¿Hasta cuándo resistirá el empecinado?

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