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Internacional

Berlusconi: el magnate mediático que inyectó la telebasura a dos países enteros

Su imperio de Mediaset ejerció un poder fundamental para construir el Superman moderno, en la concepción que Umberto Eco le otorgó

Berlusconi
Silvio Berlusconi siguiendo la sesión parlamentaria en Roma EP

Silvio Berlusconi era quizás el empresario mediático europeo más parecido a Logan Roy, el protagonista de la serie ‘Succession’. Era un magnate televisivo por cuyas manos pasaban asuntos empresariales, legales y políticos de primer nivel. Il Cavaliere llegó a las más altas cotas de influencia en su país y ejerció el poder con autoridad a la vez que sucumbió a sus vicios. No es sencillo lidiar con los caprichos de los grandes empresarios de los medios de comunicación. Contaba Indro Montanelli -leyenda del periodismo italiano- que Berlusconi se comprometió a no pisar la tercera planta del periódico Il Giornale cuando lo adquirió, a finales de la década de 1970. Ese espacio estaba reservado para su director, Montanelli, y ahí eran donde se tomaban las decisiones editoriales más relevantes. 

Lo que ocurre es que en 1994 Il Cavaliere se vio fortalecido por el meteórico avance de su carrera y quiso romper ese pacto. Así que su director abandonó el proyecto y fundó ‘La Voce’. Hay un punto en el que los poderosos quizás se sientan invulnerables, así que Silvio aceptó la irreparable fuga de talento sin aspavientos.

Esa actitud de empresario que no entiende de imposiciones es habitual en el sector. La tuvo Hearst, la tuvo Jesús de Polanco en España, la tuvo Berlusconi y la tiene Rupert Murdoch, cuya empresa, Fox, ha pagado recientemente una indemnización millonaria como consecuencia de un proceso judicial en el que afloraron conversaciones muy reveladoras. En ellas, periodistas de Fox reconocían que mintieron sobre el falso fraude electoral de Estados Unidos para generar expectación mediática e inflar el dato de audiencia, que había descendido a finales de 2020.

Il Cavaliere dirigió Italia con mano de hierro e impulsó la modificación de la legislación sobre las telecomunicaciones -dijeron sus opositores- para beneficiar sus intereses. Su imperio de Mediaset ejerció un poder fundamental para construir el Superman moderno, en la concepción que Umberto Eco le otorgó. En este caso, con figura de antihéroe. Se crió entre telebasura. Entre concursos de nulo contenido cultural, espectáculos con azafatas semidesnudas y debates donde la discordia era el objetivo.

En España, estableció un imperio audiovisual del que ha obtenido cientos de millones de euros de beneficios. Figuras como las de Maurizio Carlotti o la de Paolo Vasile fueron fundamentales en su crecimiento. También el gran tapado, Fedele Confalonieri, el hombre del maletín negro, quien fue uno de los grandes consejeros de Il Cavaliere y que ahora vigila el proceso de toma de decisiones de Pier Silvio Berlusconi (el hijo) desde su posición de presidente no ejecutivo de Media for Europe.

Ése es el nombre del conglomerado de medios europeo en el que actualmente se agrupan todos los activos de Mediaset, con presencia en España, Italia y Países Bajos. Su construcción tardó varios años como consecuencia de las maniobras hostiles de Vivendi para tratar de incrementar su influencia en este imperio mediático. Sin embargo, terminó hace unas semanas, cuando Mediaset España se integró en el holding. Podría decirse que fue el canto del cisne de Il Cavaliere, que unos días después de que la Junta de Accionistas de España aprobara ese proyecto de integración transfronteriza, ingresó en el hospital para tratarse la leucemia, que le ha matado. El cáncer ha acabado con el empresario al que tantos temieron y tantos odiaron, y ninguno pudo derribar.

Como siempre ocurre, ahora se verá si ha dejado todo “atado y bien atado” o si se cumplirá eso de “de abuelos ricos, hijos millonarios y nietos pobres”. Porque no sólo se trata de mantener a flote un negocio amenazado por las grandes ballenas audiovisuales internacionales y por la decadencia de la televisión en el entorno digital. Esto también va de influencia. Y será difícil que cualquiera de sus sucesores logre acumular tan sólo una parte de la que acaudalaba Silvio padre.

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