Quantcast

DolceVita

¡No me toques ‘los Boyer’! Y otros botones que no debemos pulsar para no cabrear a los famosos

Los famosos se cabrean

Isabel Preysler 

Esta semana, las revistas del corazón le han tocado mucho ‘los Boyer’ a Isabel Preysler. Y a la reina de corazones no le ha gustado nada. De hecho, si ella no controla bien sus informaciones, como hace con el ¡Hola!, vemos que la paciencia de la novia de Vargas Llosa no es tan de color de rosa como se nos suele pintar en las portadas de su revista de cabecera. Mucho menos si le tocan la herencia que dejó su difunto marido, Miguel Boyer. Los hijos del ex ministro de economía reclaman “lo que es suyo” y supuestamente Isabel aún guarda en su choza –obras de arte e incluso se ha hablado de un seguro de vida-. Pero Isabel no pasa por el aro, y afirma que demandará a quien se pase de la raya. ¡Cuidadito con la Preysler! 

Sandra Barneda 

¿Quién se atreve a presentar los debates de Gran Hermano? Sandra Barneda le echó un par de ovarios, cambiando en esta temporada los programas políticos por el entretenimiento puro y duro. Y así, la presentadora llegó, por vez primera, a las cámaras de los debates del recién terminado GH VIP. Sin embargo, este no es un programa fácil de llevar, tal y como ya le advirtió su antecesor, Jordi González. Y aunque Sandra lo ha hecho de la mejor manera posible, expulsiones de invitados aparte, en el último debate, su “mariconadas las mínimas” hizo arder las redes sociales. ¿El motivo? El que suele suceder en este tipo de programas: que los invitados se descontrolaron cuando bailaron la conga en favor del voto de Carlos Lozano. Y justo ahí fue cuando a Sandra le tocaron el botoncito que jamás debe ser pulsado. El de la paciencia.

Carlos Lozano 

Y hablando de GH VIP, al que no le ha sentado demasiado bien escuchar el nombre de Laura Matamoros como ganadora final ha sido al presentador Carlos Lozano, que ya se veía triunfador y al que dejaron con la miel en los labios. Pero Lozano no tardó en manifestarlo. En seguida quiso agradecer, apretando bien los dientes, que para Mercedes Milá él era el ganador. Belén Esteban le hizo callar diciéndole que la audiencia es soberana y que la ganadora es Laura. Carlos se aguantó, y se le pasó el mosqueo pocos minutos después, cuando le ofrecieron presentar un programa de la cadena… ¿Quién pudiera perder así? 

Sara Carbonero 

En la calle, la gran protagonista para la prensa madrileña esta semana ha sido Sara Carbonero, a la que vemos más por aquí desde que no trabaja en Mediaset. Y es normal, la chica tiene tiempo para participar en sus eventos y firmas, hasta que empiece su nuevo y misterioso programa de moda en Divinity. Pero vamos a lo que vamos. Ni si quiera Sara guarda las formas cuando le tocan el botoncito inadecuado. Hablamos claro, de la filtración que se hizo de su boda secreta por parte de Beatriz Cortázar. Pero Cortázar, ni corta ni perezosa, tuvo el valor de presentarse al último evento de la mujer de Casillas para aguantar que la dijeran en la cara “¿Y tú cómo te enteraste?”. Gracias Sara, por regalarnos más momentos maravillosos. 

Bertín Osborne 

Las ‘papelas del camión’, perdón, de Panamá, están dando mucho juego al choriceo español. ¿El último gran nombre? El de Bertín Osborne, que rápidamente quiso justificar que, en su caso, “es todo legal” y más limpio que la vajilla de plata de nuestra abuela. Tanto es así, que el propio Osborne quiso entrar en el programa Espejo Público para explicarse, y allí, el periodista Antonio Arráez le tocó el botoncito inadecuado (¿O quizá el más adecuado?). Y claro, Bertín se cabreó. “¿Por qué esa sociedad no la crea en su país, donde todos los españoles pagamos impuestos, donde entre todos pagamos hospitales, colegios, y la televisión pública donde usted ha trabajado?”, le preguntaba el colaborador, algo que rápidamente Osborne tachó de “demagogia” y recalcando que “está clarito el tema”. 

Y así, queridos todos, termina esta semana. Con las victorias de unos y las derrotas de otros mientras al resto de los mortales solo nos queda regodearnos de todas ellas y ponerle, al mal tiempo, buena cara. Porque, como diría Rudyard Kipling, “la victoria y el fracaso son dos impostores, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén”. Pues eso.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.