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Gastrópoli

Viñedos frente al mar: vinos blancos y tintos para recordar

La cercanía con el agua salada da vinos muy especiales marcados por la humedad y el viento salino

Viñedos
Viñedos frente al mar: vinos blancos y tintos para recordar Finca Garbet (B. Perelada).

España es un país de vinos y rica en costas: exactamente 7.905 kilómetros de litoral nos rodean. Mucho mar y, a la vez, mucho viñedo. Un feliz matrimonio que propicia el hecho de que, en ocasiones, las cepas llegan prácticamente al agua salada.

Esta peculiaridad es una realidad en numerosos puntos de nuestro país, desde Galicia a Andalucía, Levante o Cataluña. Con mayor razón, esto mismo ocurre con las islas, tanto en Canarias como en Baleares. ¿Pero esto es positivo o contraproducente para la viña y los vinos que darán?. Pues depende, como vamos a ver.

Salud del viñedo

Después de años suponiendo que la humedad y salinización del aire eran nocivos para el viñedo porque producían enfermedades en la cepa, ahora se ha comprobado que no ocurre en todas las ocasiones. En algunos casos los vientos que suelen azotar la costa si son secos mantienen la salud del viñedo, aunque en otros, como sería el caso de la zona cantábrica, hay que estar muy pendientes de que la humedad constante no provoque enfermedades como el oídio o el mildiu entre otras.

En Cataluña, Javier Suqué Mateu, tercera generación de Bodegas Perelada, fue uno de los visionarios que hace años apostó por plantar frente al Mediterráneo y acertó de pleno. Su vino Finca Garbet es uno de los mejores de España y la proximidad de las viñas al mar hacen una finca única. El viento de tramontana, característico del Empordá, mantiene las cepas secas y evita los hongos.

La salinidad, atributo del vino

Por otra parte, se ha comprobado que la cercanía del agua salada y el aire marino transmiten a las uvas cierta salinidad en boca, como una característica positiva. Traemos tres etiquetas que se caracterizan porque las uvas de las viñas con que están hechos crecen cerca del mar Mediterráneo, el Atlántico o el Cantábrico. Tres masas de agua salada que rodean la península y dan a ciertos vinos un toque muy especial.

1) Tussío 2020

Bodegas Miradoiro/ I.G.P. Costa de Cantabria

PVP recomendado: 9 euros

La proximidad del viñedo con el Cantábrico le otorga un inconfundible sabor salino a las uvas hondarribi zuri y albariño con las que está elaborado. Y cada una aporta su parte en una buena fusión: la acidez de la hondarribi y los toques golosos de la albariño hacen un perfecto matrimonio. Los pequeños porcentajes de godello y riesling no desentonan.

Tussío. Foto: Javier Rosendo.

Éste es uno de los pocos vinos que se elaboran en Cantabria, exactamente en el pueblo marinero de Ruiloba. Una bodega familiar que pretende rescatar la tradición de vinos atlánticos, que se remonta al siglo XIX en aquella zona. Vino de acidez muy viva pero matizado y muy fresco. Son siete hectáreas de parcelas montañosas que suponen un trabajo de viticultura heroica, con pendientes de hasta un 35 %, algunos cerca de los acantilados. Un blanco plenamente atlántico: aromático, de marcada acidez (algo pulida), con fruta… Original y con buen precio.

2) Finca Garbet 2015

Bodegas Perelada/ D.O. Empordá

PVP recomendado: 115 euros

Como decíamos, Javier Suqué fue un gran visionario al plantar vides (1997) a orillas del Mediterráneo, al norte del Cabo de Creus, en un terreno montañoso frente al mar con las viñas en empinadas laderas, lo que en ocasiones obliga a cultivar en terrazas. Un precioso viñedo sobre el que el mar refuerza su insolación al reflejar la luz solar mientras el viento de Tramontana ejerce un control natural de las plagas. Aquí nace Finca Garbet, un monovarietal de syrah que es la joya de la corona en esta bodega entre los tintos de Perelada. También tienen gran predicamento sus cavas.

Finca Garbet, un vino mediterráneo.

3) Goliardo Caíño 2017

Bodegas Forjas del Salnés/ D.O. Rías Baixas

PVP recomendado: 24 euros

En la subzona del Valle del Salnés se produce este vino en el que se unen distintas peculiaridades. Por una parte, estamos ante un monovarietal de caíño, una uva actualmente bastante escasa y, además, procedente de viñas viejas: dos circunstancias felices que no son nada habituales en esta uva tinta autóctona de Galicia y el norte de Portugal. Por otra parte tampoco se suele utilizar esta uva en solitario (como en este caso), sino como parte de mezclas, ya con otras variedad de mayor estructura.

Goliardo Caíño.

El tercer factor que lo distingue es precisamente que sus viñedos están muy cerca del océano, lo que ha hecho que forme parte de una serie de vinos de la bodega denominados “Tintos del Mar”. Un tinto de clara influencia atlántica que envejece en barricas de roble francés usada durante 3 meses. Las propias características de la uva le da intensidad y frutos rojos en nariz. Vivo, fresco y de taninos muy finos en boca. Especial y satisfactorio.  

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