Tres hitos terroristas se cumplieron en un mismo día, el 23 de enero de 1995, en San Sebastián. Uno, el asesinato de Gregorio Ordóñez, arrancando a su familia la posibilidad de crecer con un hombre “bueno” y “fiel a sus convicciones” -Goyo le llamaban y así le define su entorno-; en segundo lugar, se les arrebató a los vascos uno de sus parlamentarios autonómicos, número uno del PP en las inminentes elecciones municipales, una lista que terminaría siendo la más votada en los comicios; y, el tercero, el comienzo de una nueva estrategia diseñada por ETA que suponía extender el terror a toda la sociedad.
Los dos primeros puntos quizá son los más conocidos. Poco queda por escribir de la biografía de Gregorio Ordóñez, aquel joven que, con la carrera recién acabada en Navarra, se puso a disposición de Alianza Popular -refundada después en Partido Popular-, cuando el mero hecho de hacerlo ya suponía exponerte a la diana de terroristas y radicales. Con 24 años (1983) entró como concejal en el Ayuntamiento de San Sebastián, y en 1990 fue elegido parlamentario vasco.
Su posición política era clara. Además de su interés por las cuestiones urbanísticas o de funcionamiento de su ciudad, era uno de los más firmes defensores de las víctimas del terrorismo. Durante su trayectoria como representante político, ETA asesinó a 344 personas. “Estamos hasta los cojones de ti. ¡Fuera de Euskadi, cabrón!”, le amenazaron los terroristas por teléfono. No fue la única amenaza, pero quizá la más directa. Los pistoleros la cumplieron el 23 de enero de 1995.
El asesinato
Fue en el restaurante La Cepa. Gregorio Ordóñez cambiaba habitualmente sus costumbres y rutinas, así que los terroristas eligieron la hora de la comida, cuando salía del ayuntamiento, para perpetrar el crimen. Estaban más expuestos, a plena luz del día, pero Ordóñez era un objetivo prioritario. Los etarras Francisco Javier García Gaztelu, Juan Ramón Carasatorre Aldaz y Valentín Lasarte integraban el comando.
Éste último facilitó la información de que el político comía en el céntrico restaurante La Cepa. Eran en torno a las 15.15 cuando alguno de los otros dos -aún no hay una autoría atribuida- se le acercó por detrás y le disparó en la cabeza con su Browning HP-35 del calibre 9 mm. Parabellum, para darse inmediatamente a la fuga. En la misma mesa se sentaban varios compañeros de Gregorio Ordóñez, incluida su asesora María San Gil.
Más allá del impacto social y político que supuso el asesinato de Gregorio Ordóñez, el crimen marcó un antes y un después en la trayectoria de ETA. Los historiadores Gaizka Fernández Soldevilla y Sara Hidalgo García de Orellán detallan las razones en uno de los capítulos del libro El asesinato social y el relato de las víctimas de ETA [Tirant humanidades], coordinado por José Manuel Azcona Pastor y Matteo Re.
Así, en el boletín Zutabe de septiembre de ese mismo año, que editaba la propia organización terrorista, se reflexionaba sobre cómo el crimen había servido para dar a conocer que “la lucha no se limitaba a un ‘partido’ entre la Guardia Civil y ETA, que también los políticos que hasta ahora aparecían como ‘limpios’ o ‘fuera del conflicto’ tenían una gran responsabilidad en el mismo y en este sentido que también los afectaba”.
La "socialización del sufrimiento"
Arrancaba una nueva estrategia de ETA, la “socialización del sufrimiento”: “Con el sostén de su brazo político-electoral, HB, y su órgano de comunicación oficioso, Egin, ETA y su entorno juvenil se dedicaron a amenazar, hostigar, atemorizar, herir y asesinar a las cabezas visibles de los vascos y navarros no nacionalistas”, apuntan los historiadores en su obra. Los pistoleros ponían en el punto de mira a todo aquel que manifestase una adscripción -efectiva o de entendimiento- a PP, UPN, Unidad Alavesa o PSOE.
Era una estrategia, en cierto modo, obligada. ETA trataba de recuperarse del tremendo daño que supuso la desarticulación de su cúpula en Bidart. Cayeron todos los jefes de la banda y las Fuerzas de Seguridad tuvieron acceso a documentación que le permitió capturar a decenas de comandos y comprender el funcionamiento interno de la organización, otorgándoles por primera vez la iniciativa en la lucha antiterrorista.
“Para compensar su incapacidad operativa, el entorno juvenil de la banda intensificó el acoso, la intimidación y la kale borroka (lucha callejera). Según la agencia VascoPress, si en 1994 se habían registrado 287 incidentes de este tipo en el País Vasco y Navarra, al año siguiente se multiplicaron hasta los 924”, apuntan los historiadores.
Los asesinatos, asimismo, fueron más selectivos, pero calaban más hondo en la sociedad. Ya no se priorizaban los atentados contra guardias civiles y policías, sino que los pistoleros apuntaban y disparaban contra los concejales y otros colectivos. El mensaje era claro: “Si no pensáis como nosotros, no tenéis espacio aquí”. La diáspora vasca y navarra se multiplicó y, aunque no hay estudios definitivos sobre cuánta gente abandonó la región -se habla de decenas de miles-, sí que se asume el viraje electoral que supuso el desplazamiento masivo.
"Estamos despertando"
“Los colectivos sociales que pasaron a ser objetivo de ETA se multiplicaron”, sostienen Fernández Soldevilla e Hidalgo García de Orellán. La estrategia de la socialización del sufrimiento hacía palpable que nadie estaba libre del señalamiento de ETA o su entorno.
“Zamarreño, estás muerto”, le gritaban desde los balcones a Manuel Zamarreño, concejal del PP en Rentería. “Te vamos a matar, cabrona, hija de puta”, le interpelaban en los plenos desde el público a Izaskun, concejal del PSE-EE en Pasajes. Sólo dos ejemplos de la asfixia que se respiraba a mediados de los noventa en País Vasco o Navarra. Y que, a menuda, venían acompañados de ataques de los grupos de élite de la kale borroka -denominados grupos Y- o de pintadas amenazadoras.
“Diríamos que ‘estamos despertando’”, concluía ETA al término de 1995 en sus balances internos. Un año en que arrancó su nueva estrategia, con Gregorio Ordóñez como punto de partida. Cuatro meses de su asesinato, otro joven tomaba posesión como concejal en Ermua. Su nombre, Miguel Ángel Blanco.
esnalar
19/01/2025 11:23
Muy valientes estos asesinos, pero algunos los detuvieron kgados hasta la rodilla. Un tiro en la nuca no es valentía de nada. Escoria humana.
Franz Chubert
19/01/2025 13:21
La sociedad vasca es cómplice.
malvarez1ster
19/01/2025 19:47
Se comentaba en mi pueblo, el consejo de la mujer al marido ante la presencia de un testigo durante un hecho delictivo: *mátalo, hombre muerto no habla *.