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España no es país para 'viejos': los otros dramas digitales que marginan a los mayores

Desde las gestiones sanitarias hasta la compra en el super, muchas personas de la tercera edad tienen dificultades con la tecnología en muchos ámbitos de su día a día

Persona mayor
Una persona mayor utilizando un teléfono móvil. Pexels

Pablo, de 77 años, se levanta, como cada día a las 7.30 sin despertador y, por supuesto, sin un robot, al que muchos llaman Alexa, que le despierte con simpáticas frases como "Hoy empieza un nuevo día. El sol brilla sin nubes en el cielo y hace una agradable temperatura de 21 grados. Además, tienes una reunión con tu secretaria a las 12.30". Él se despierta cuando sale el sol, como ha hecho siempre. Y desde ese preciso momento en el que pone un pie en el suelo, comienza su 'batalla' por adaptarse a un mundo digital y tecnológico que se olvida de él.

Estos días ha sido noticia Carlos San Juan, un jubilado de 78 años que ha conseguido a través de 'change.org' más de 450.000 firmas para su campaña "Soy mayor, no idiota", con la que perseguía que la banca dé un "trato más humano en sus sucursales". Desde la crisis financiera de 2012 el proceso de digitalización de la banca se ha acelerado, especialmente durante la pandemia. Como reflejo de ello, en España se han cerrado 19.714 sucursales desde finales de 2010, hasta quedar la red de oficinas en las 20.421 a finales de septiembre de 2021, según los últimos datos publicados por el Banco de España, tal y como informamos en Vozpópuli.

Pero la digitalización de los bancos no es el único frente que tienen delante las personas mayores. Desde las gestiones sanitarias hasta la compra en el super, muchas personas de la tercera edad tienen dificultades con la tecnología en muchos ámbitos de su vida. María José Abraham, directora de la Fundación Edad y Vida, explica a este periódico que la cuestión no es frenar los avances, que son imparables, sino darle las herramientas adecuadas a quien lo necesita.

Los problemas principales: sistema sanitario y la banca

Mucho se ha hablado de esto en los últimos tiempos, pero no por ello deja de preocupar. El incesante avance de la tecnología "ha sobrepasado a muchos" en ciertos ámbitos fundamentales del día a día, como el acceso al sistema sanitario y a los servicios bancarios, tal y como ha indicado Abraham.

El acceso al sistema bancario es una 'cruz' que han arrastrado desde hace tiempo. Falta de personas físicas que les atiendan y resuelvan sus dudas, digitalización de todos los procesos bancarios, el cierre de sucursales... Un cúmulo de problemas que dificultan el día a día del 20% de la población, según los datos que ofrece la fundación que dirige María José Abraham.

Además, con la pandemia se les ha sumado un nuevo drama que antes tenían solucionado: el médico. La crisis del coronavirus, con la correspondiente digitalización de los procesos, ha provocado que muchos se queden fuera del sistema. Adquirir el pasaporte covid o los resultados de una PCR es una odisea para los mayores sin competencias digitales. "Hasta pedir una cita en el ambulatorio es más complicado para cierto rango de edad. Hay que luchar porque la gente mayor esté bien atendida, sin necesidad de parar la revolución tecnológica. Se trata solamente de adaptarse a ellos", apunta Abraham.

También señala que a veces limitamos los problemas de las personas de la tercera edad a estos dos. "Pero realmente son muchos más, pequeños y grandes", agrega.

Dependencia de los familiares

El artículo 50 de la Constitución Española recoge que "con independencia de las obligaciones familiares, {los poderes públicos} promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio". Es decir, que el estado tiene que garantizar que aunque no exista una familia se van a dar nuestros mayores las herramientas adecuadas para poder vivir adecuadamente.

Sin embargo, en esta brecha digital son muchas las personas que se sienten cada vez más dependientes de sus familiares, que les ayudan a comprender mejor el mundo digital. La tecnología, cuando no se dan las herramientas adecuadas, se convierte en una cadena en vez de en una liberación.

Desde Edad y Vida explican la importancia de evitar que los mayores dependan de los demás, porque hay veces en las que, por desgracia, no se cuenta con ese alguien al que acudir. "Hay que fabricar un soporte familiar para cuando no haya una red de confianza. Y eso depende únicamente de que a nivel político y social se lleven a cabo iniciativas sencillas que favorezcan la inclusión, como por ejemplo, que haya operadores que les llamen para informarles de los trámites bancarios", señalan.

Otros problemas cotidianos de los mayores

La mejor referencia para conocer los otros problemas a los que tienen que hacer frente son ellos mismos: pasar 24 horas teniendo 77 años, como Pablo. El primero de todos es comprender un teléfono táctil, que tiene todo tipo de luces y sonidos, con el que tiene que llamar a su hija para pedirle que le confirme que ha cobrado la pensión, ya que con la app del banco no se aclara (y mucho menos con el robot que le atiende cada vez que llama a la sucursal).

Después de quedarse tranquilo porque ha entrado el dinero en su cuenta, se va al supermercado para llenar su nevera. Y otra vez esa sensación de que no se adapta a un mundo que cambia a una velocidad de vértigo. Ya no hay simpáticos jóvenes que le atienden en la caja. Ahora hay unas máquinas de autoservicio en las que te cobras a ti mismo.

Por la tarde ha quedado con un amigo en la cafetería de toda la vida. Después de mucho esperar, se enteran de que la carta es esa pegatina extraña (conocida como código QR) pegada en la mesa. De nuevo a pelearse con el móvil. Eso le recuerda al primer (y único) pedido que hizo en Amazon. Compró una cafetera Nespresso y entonces recibió un correo que rezaba: "Su pedido ha sido realizado". Cuatro días intentando descubrir si realmente había pedido lo que quería...

Valga esta exageración como reflejo de una realidad diaria de nuestros mayores. Pese a ello, no defienden en ningún caso que la evolución tenga que parar. Pero sí reclaman que la sociedad tiene que ser consciente de que hay un grupo grande de personas que se sienten muy limitadas por este hecho. "Necesitamos buscar herramientas que no excluyan a nadie. Y de verdad que las soluciones son muy sencillas: más apuesta por el factor humano, que les facilite a quien más lo necesite comprender este mundo vertiginoso", apunta Abraham.

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