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España

"Nuestra vida en bolsas de plástico": el diario de una enfermera en primera línea

Sanitarios de un hospital aplauden a sus compañeros como cada día

“Eva, falta gente para el domingo, sé que tú librabas, pero ¿puedes venir?”. Es viernes por la mañana y la llamada temprana de su jefa devuelve a Eva a la realidad de un golpe. Ayer trabajó y hoy entra otra vez de noche. El domingo, claro, también irá. Tiene 42 años y es enfermera en el Hospital de Fuenlabrada, al sur de Madrid. Tiene la impresión de que ha pasado mucho tiempo desde que la recolocaron en una planta de afectados por coronavirus. Ahora está en la UCI, la primera línea de batalla donde no llegan los ecos de las ruedas de prensa oficiales. 

Tiene 15 años de experiencia, pero ella y el resto se enfrentan estos días al abismo de las primeras veces: la primera vez en UCI, el primer fallecido, la primera vez que llaman avisando del ingreso de dos más y al recibirlos descubrir que son dos compañeros. El día 13, hace un siglo, iban 300 bajas de sanitarios solo en ese hospital. El puesto habitual de Eva es el quirófano. La costumbre hace que al lugar en el que se practican operaciones a vida o muerte ella lo llame su “zona de confort”. Pero los tiempos del Covid-19 obligan a cubrir necesidades en otros lugares. 

Ya no existen especialidades ni puestos fijos. Cada uno va donde se le necesita en cada momento. “Es un campo de batalla”, dice. Con todo, respira algo aliviada: “Los ingresos han descendido, anteayer nos comunicaron 60 personas en urgencias pendientes de ingresar. Hace unos días eran 200 diarios”. Su situación no es de las peores; tienen bata desechable, mascarilla con válvula para respirar y unas viseras de plástico que les han cedido. Ajena a debates sobre homologación y permisos, dice que son muy útiles. 

Por los pasillos del hospital no están al tanto de los datos, estadísticas y acumulados que facilita el Ministerio de Sanidad. Tampoco de las previsiones sobre cuándo se domará la curva que ofrece Fernando Simón o cuando se relajará el confinamiento. Su universo es “el parte de guerra” que cada tarde ofrece el jefe de servicio en una sala con sanitarios exhaustos. Así es como anticipan si lloverá mañana, caerán chuzos de punta o empezará a escampar.

El silencio 

Eva dice que le ha empezado a molestar el silencio: “En esta profesión siempre te llevas algo a casa, pero el bullicio del día a día o el contacto con tu gente te ayuda a desconectar. Ahora no hay nada, solo silencio”. Luego está “el momento coche”. Se refiere al camino de vuelta a casa después de muchas horas en guardia. Los primeros días eran 12 seguidas, ahora el ritmo ha empezado a reducirse: “Agarras el volante, te baja la adrenalina y solo te caen lágrimas. Nos pasa todos”. 

La UCI es peor que la planta, aunque solo sea por el impacto emocional que produce entrar en un lugar en el que antes había 12 camas y ahora hay 50 con pacientes intubados. Esa es la estampa a la que se enfrentan desde hace poco los familiares de los fallecidos. Al menos en el Hospital de Fuenlabrada están dejando entrar a dos allegados -debidamente aislados- para despedirse. “Eso ayuda al duelo”. El último fue un septuagenario al que subieron de planta para despedir a su mujer. Hasta unas horas antes habían estado los dos juntos en la UCI, cama con cama hasta el último día.

 El hospital de Fuenlabrada (Madrid)

 “¿Te has fijado en las bolsas?”, pregunta. Siempre que a un paciente le dan el alta, sale por la puerta con una bolsa de plástico en la mano. Eva explica que esas bolsas son su contacto con el mundo exterior. Otro tipo de respirador que no venden en el saturado mercado internacional. Un objeto aparentemente impersonal en el que viajan mensajes de ánimo y objetos personales. Estas y otras reflexiones las recoge esta enfermera en unos textos que le sirven para expulsar emociones y con el paso de los días constituyen una suerte de diario de la tragedia:

“Nuestra vida en bolsas de plástico

La ausencia de tus acompañantes durante tu estancia en el hospital viaja en bolsas de plástico. Bolsas que te damos cuando se decide ingresarte y tratar esta maldita enfermedad que ha parado nuestras vidas. Guardas en ella tus zapatos, tu ropa, tu móvil y el resto de cosas que traías cuando llegaste a Urgencias.

Llegas a planta con tus bolsas encima de tu cama. Te recibo en lo que será tu habitación desde ahora, te coloco tus bolsas en el armario, me aseguro que tu móvil tiene batería, que tienes cargador y que  sigas conectado a la vida que te has dejado fuera de estas cuatro paredes.

Te informo que puedes pedir a alguien que te traiga las cosas que consideres que necesitas durante tu ingreso. Ese alguien llegará al hospital con tus cosas, las cuales se meterán en una bolsa de plástico y se etiquetarán con tu nombre. 

Personal del hospital llama al telefonillo de la planta, salgo y recojo esa bolsa con lo que le pediste a ese alguien. Estoy segura que en esa bolsa ha incluido una nota mandándote mucha fuerza y cariño para aguantar este aislamiento. 

Paso a tu habitación para entregártela, me sonríes, me siento como un Rey Mago repartiendo regalos.

Se complica tu situación, necesitas que te intubemos, cojo tus bolsas, las coloco en tu cama y te acompaño la UCI, nos despedimos con un hasta pronto, todo irá bien.

Me cambian de servicio, dejo la hospitalización y me incorporo a la UCI. Entre mis miedos por un servicio que no conozco, entre todos los compañeros que lo están dando todo, entre el respirador, entre las diferentes perfusiones que te ayudan a estar dormido y tranquilo, entre los cables, entre las gomas de aspiración, entre todo… ahí están tus bolsas!

Esas bolsas que guardan tus cosas y el cariño de la gente que te quiere, esas bolsas que quieren volver contigo a casa.

Te agarro fuerte la mano y te digo ‘Sigue luchando, tus bolsas te están esperando’

(Eva Burgos, enfermera)”

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