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¡Mi jefe es un psicópata!

Los perfiles narcisistas, acosadores, manipuladores o con rasgos cercanos a la psicopatía están bastante extendidos en todo tipo de empresas.

¿Mi jefe es un psicópata!
Los jefes con trastorno de personalidad no son raros en los entornos laborales.

Las imágenes de todo un jefe de la Inteligencia rusa literalmente temblando al ser interpelado por Vladimir Putin ("¡Habla claro!") en una comparecencia durante los días previos a la invasión de Ucrania recorrieron los telediarios del mundo como la pólvora. Primero porque ese corte televisivo no invitaba precisamente al optimismo respecto a mantener vivas las opciones de evitar el conflicto armado. Segundo: esa significativa estampa trasladaba una idea bastante clara acerca de lo que debe ser trabajar en el Kremlin a las órdenes de un jefe que, a la vista de los últimos acontecimientos, muchos no dudarían en calificar como psicópata.

Putin o el coreano Kim Jong-un son la cara visible y seguramente extrema de un estilo de liderazgo que, sin embargo, está mucho más extendido de lo que pueda parecer en los entornos profesionales. Se estima que entre un 11% o 13% de la población (¡5 millones de personas en España!) padece alguno de los trastornos de la personalidad que los psicólogos encuadran en la llamada “triada oscura”: personalidad narcisista, personalidad maquiavélica y psicopatía. “Solo hay que extrapolar ese porcentaje al entorno laboral y esas son las posibilidades que tienes de encontrarte en tu trabajo con alguien que te haga la vida imposible”, advierte Iñaki Piñuel, psicólogo y autor de Mi jefe es un psicópata (La esfera de los libros, 2021). 

Cualquiera de estas siniestras variantes son una auténtica desgracia para quienes tienen que sufrir a estos personajes como jefes o compañeros en el trabajo, si bien presentan algunas diferencias entre sí. “El narcisista vive inmerso en sentimientos de inferioridad. Tiene una gran necesidad de aplauso y reconocimiento, es envidioso y se siente amenazado por las personas que demuestran destrezas de las que ellos carecen”, resume Piñuel. 

El jefe narcisista vive inmerso en sentimientos de inferioridad., tiene una gran necesidad de aplauso y reconocimiento, es envidioso y se siente amenazado por las personas que demuestran destrezas que ellos no tienen (Iñaki Piñuel).

Esa aversión del narcisista a rodearse de gente que le pueda hacer sombra hará que tienda a extender la mediocridad a lo largo de la organización cuando llega a posiciones de poder. Son jefes desconcertantes porque, explica especialista, siguen su propia lógica a la hora de valorar el trabajo de sus colaboradores. “Irá a por ti no porque lo hagas mal, sino porque lo haces demasiado bien”. 

Vladimir Putin durante una reunión de trabajo con un colaborador.

Motivaciones oscuras

César San Juan, profesor de Psicología Criminal de la Universidad del País Vasco, distingue entre dos tipos de jefes disfuncionales en base a sus motivaciones. “Están aquellos que mediante la manipulación, el engaño, las mentiras o diseminando cizaña buscan únicamente ascender en el organigrama y acumular poder. Para estos, las víctimas que dejan a su paso son daños colaterales”.  

Más peligrosos son aquellos para los que su principal motivación es, precisamente, provocar daño psicológico a su alrededor. “Son acosadores laborales y se caracterizan por una comunicación sistemáticamente hostil hacia un empleado con el objetivo de intimidarle y humillarle”, expone San Juan. Con el agravante, añade, de que en ocasiones ese hostigamiento puede ser “tan sutil que llega a ser imperceptible hasta para la víctima, que ve cómo su autoestima se va minando poco a poco sin adivinar las razones”. 

En los límites del trastorno de personalidad están las llamadas “personalidades tipo A”. Estas se caracterizan por ser “impacientes, competitivas y muy orientadas a resultados. Acumulan mucha ira interna, por lo que no es raro que sufran hipertensión. De hecho, fueron unos cardiólogos quienes las identificaron”, comenta Elisa Sánchez, psicóloga y directora de Idein

Psicópata sin cuchillo

Aunque el perfil más peligroso de todos es el del psicópata. Una figura que, gracias a la ficción, el imaginario colectivo asocia a asesinos en serie. Sin embargo, Iñaki Piñuel recuerda que no hace falta ser Jack el Destripador para formar parte de ese club. “La mayoría de estos perfiles no necesitan cometer un crimen para hacer un daño irreparable a sus víctimas, y, además, disfrutan con ello. Destruyen a la persona psicológicamente, sin tocarle un pelo. Así que no están en las cárceles, sino que se encuentran diseminados por bancos, partidos políticos, ONGs…” 

¿Cuál es el retrato robot de estos criminales de la mente? “Son personajes siniestros, fríos, calculadores. Pero también pueden ser muy seductores y expertos en decirle a la gente justo lo que quiere oír. Suelen tener una imagen pública excelente y son verdaderos alpinistas laborales que se abren paso por el organigrama hasta llegar a la cima, para lo cual compran o eliminan a las personas que les obstaculizan el paso”, dice este experto.  

En lo más alto

Aunque pueda parecer aberrante, no es raro este tipo de personalidades encuentre en los entornos laborales el ecosistema idóneo para medrar y prosperar. Especialmente en “aquellas culturas en las que prevalece el pensamiento a corto plazo, el miedo y el  ‘sálvese quien pueda’, y en las que se fomentar la rivalidad interna porque se cree que con ello se favorece el desempeño individual y el grupal (cuando los rivales reales de la organización nunca están en el interior)”, describe Carlos Herreros, especialista en neurociencia aplicada a las organizaciones. 

Las personalidades tipo A, por ejemplo, suelen encandilar en las empresas. “Están muy bien vistas porque demuestras una alta implicación con el trabajo –de hecho, son adictas a él– y consiguen buenos resultados… Aunque sea a costa de su salud y de la de los demás”, argumenta Elisa Sánchez.

La huella psíquica que dejan estas personalidades en sus víctimas puede originar cuadros de estrés postraumático o, también, un trastorno adaptativo" (César Sanjuán)

En cuanto a los psicópatas, su capacidad para disimular su verdadera cara dificulta que lleguen a ser identificados como tales. Además, apunta César San Juan, de cara a la empresa aportan algunas ventajas adicionales. “Trabajan bien bajo presión, no se estresan con facilidad y pueden tomar decisiones trascendentes con la cabeza fría”. Sin ir más lejos, despedir, una función en la que son consumados especialistas y que pondrán en práctica "sin el más mínimo atisbo de empatía porque para ellos las personas que van a la calle son simplemente líneas que hay que eliminar de un archivo excel”, señala.

Iñaki Piñuel cree que la leyenda tiende a inflar las capacidades de estas personas. “No son ni tan inteligentes ni tan brillantes como se dice. Consiguen llegar hasta la cúpula a base de comprar o eliminar adversarios. Y una vez instalados allí, hacen rehenes con personas de su cuerda a las que tienen sometidas y ya es muy difícil desalojarlos”.

Sin empatía

La falta de empatía es el principal rasgo que caracteriza a este tipo de perfiles. “En el caso de los narcisistas, están tan enamorados de sí mismos, que no ven ni atienden a las necesidades de otros”, comenta Elisa Sánchez. Los psicópatas van un paso más allá ya que “no solo son incapaces de ponerse en el lugar de la otra persona, sino que tampoco comprenden ni se someten a las normas sociales”, dice esta psicóloga. 

Las consecuencias de trabajar con este tipo de personalidades son nefastas. “La huella psíquica que dejan en sus víctimas puede originar cuadros de estrés postraumático o, también, un trastorno adaptativo”, alerta el profesor San Juan. ¿Sus síntomas? “Ánimo triste, llanto fácil, ansiedad, cambios de humor, una preocupación excesiva, desesperanza y, en escasos extremos, hasta conducta suicida”. 

¿Hay escapatoria frente a estos sujetos? “Si uno se lo puede permitir, la mejor opción es cambiar de empresa”, aconseja el profesor de la Universidad del País Vasco. ¿Y si no es el caso o se quiere presentar batalla? Entonces San Juan recomienda “crear alianzas con otros compañeros". Y, sobre todo, mantener una buena actitud para no “no mostrar que eres una víctima propicia para la psicopatía corporativa".

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