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Economía

ANÁLISIS

La ingeniera catalana que puede abrir una herida en CEOE aunque gane Garamendi

Es muy difícil que Virginia Guinda gane las elecciones de la patronal. Pero en sus manos está la posibilidad de espolear los votos secretos de castigo. Esa es la gran amenaza para el líder de los empresarios

Virginia Guinda, junto al presidente de Cecot, Antoni Abad, y el de Foment del Treball Josep Sánchez Llibre. EP

El amago de Gerardo Pérez se quedó en un sobresalto pasajero. Una anécdota que recordar en los despachos preferentes del número 50 de Diego de León, sede madrileña de CEOE. El principal lo ocupa desde hace cuatro años Antonio Garamendi, el empresario vasco que sustituyó a Juan Rosell en 2018 y que aspiraba a renovar cómodamente por cuatro años. Hasta que llegó una ingeniera catalana de 48 años con ganas de amargarle la fiesta.  

Es extremadamente complicado que Virginia Guinda, vicepresidenta de Foment del Treball, derrote a Garamendi en las elecciones del próximo 23 de noviembre. La directiva, que presenta oficialmente su candidatura este viernes, es desconocida fuera de Cataluña y tendrá sólo 19 días para hacer campaña contra su rival. La gran amenaza, sin embargo, para el actual presidente es que el resultado de la votación refleje una brecha profunda en CEOE

La clave está en que los votos, a diferencia de los avales para presentar candidaturas, son secretos. Y la mayoría de las organizaciones que conforman la compleja estructura de la patronal no exigirán disciplina de voto. Las elecciones, por tanto, cobrarán el cariz de plebiscito. Los 760 representantes llamados a las urnas podrán manifestar, con la libertad que brinda el anonimato, su apoyo o su rechazo a la gestión de Garamendi. 

Una victoria demasiado ajustada del candidato vasco evidenciaría malestar interno en la organización. Y lo que pretende hacer en los próximos días Virginia Guinda es, precisamente, espolear ese descontento, sobre todo entre las pymes. Ella misma dirige una de carácter familiar, Iberboard, con sede en Alcover (Tarragona).   

Las elecciones en CEOE no son siempre un paseo triunfal. Hay un ejemplo relativamente cercano y lo protagonizaron Rosell y el propio Garamendi. El 17 de diciembre de 2014, los dos empresarios competían por presidir la patronal. Juan Rosell acudía a la cita con 304 avales y el apoyo explícito de nueve grandes organizaciones. Garamendi, líder entonces de Cepyme, recabó una veintena, pero supo capitalizar en campaña el cabreo de las pequeñas y medianas empresas, que aún sufrían los estragos de la doble recesión en España.

El desequilibrio de los avales no se reflejó de manera proporcional en la votación. Rosell obtuvo 345 votos, frente a los 312 de Garamendi. Una victoria demasiado ajustada (por sólo 33 votos más) que deslució el triunfo del empresario catalán. Y que sentó las bases para que su contrincante vasco se hiciera con el poder cuatro años después, sin ningún aspirante en frente.

El presente encierra paralelismos y diferencias con lo sucedido entonces. Antonio Garamendi cuenta ahora con los avales -o sea el apoyo claro- de organizaciones tan importantes como la madrileña CEIM, liderada por Miguel Garrido, a quien muchos empresarios veían como un candidato solvente y respetado para pujar por la presidencia de CEOE. También estaba en las quinielas el presidente de Cepyme, Gerardo Cuerva, quien finalmente respaldará a Garamendi. Los mismos pasos seguirá la asociación con más capacidad de movilización entre los autónomos (ATA), presidida por el incombustible Lorenzo Amor

Lo que pretende hacer en los próximos días Virginia Guinda es, precisamente, espolear el descontento con el líder de CEOE, sobre todo entre las pymes

Los tres son ases en la baraja de Antonio Garamendi. Su contrincante afronta la partida electoral con peores cartas. Ahora bien, tiene detrás la potente maquinaria de Foment del Treball, dirigida por otro experto en el arte del lobby: Josep Sánchez Llibre. El exdiputado asegurará el apoyo de buena parte del tejido empresarial catalán y animará a subirse al barco a los líderes patronales disgustados con Garamendi, con Faconauto o Asaja a la cabeza. 

A Virginia Guinda le tocará buscar, a contrarreloj, el favor de los dueños de pymes que puedan sentirse identificados con ella. Por eso, explotará al máximo las críticas veladas que viene oyendo desde hace meses el presidente de CEOE. Podrían resumirse en la falta de firmeza frente al Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, que han logrado sacar adelante la reforma laboral y una parte de la reforma de las pensiones con el apoyo de la patronal. Y, sobre todo, que han puesto a los empresarios en el punto de mira, castigándolos con más impuestos y más cotizaciones.

Quienes simpatizan con Garamendi -entre otros, algunos 'capos' de gigantes del Ibex como Telefónica, Santander o Acciona- le dan la vuelta a los argumentos. Y recuerdan lo complicada que ha sido la gestión durante la pandemia que asoló la economía. Por ejemplo, CEOE jugó un papel fundamental en la negociación de los esquemas de protección de los PERTE o las moratorias concursales.

Los empresarios tendrán en breve la posibilidad de valorar si Garamendi ha cometido más aciertos que errores. O viceversa. El recuento de los votos permitirá comprobar si la patronal tiene una herida leve o preocupante. 

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