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Economía

Mario Draghi se ve forzado a seguir regalando dinero a los mercados como única solución

Ayer bajó tipos el Banco Central Europeo (BCE), hasta la cota más baja de todos los tiempos en la Eurozona, confirmando que el mundo está en manos de los bancos centrales como no lo ha estado nunca. La Reserva Federal, el Banco de Japón o el Banco de Inglaterra están implementando medidas de expansión monetaria para sostener a sus economías y el BCE hace lo propio, bajando el precio del dinero hasta un simbólico 0,5% y alargando la barra de liquidez ilimitada al menos hasta el año que viene.

Unas medidas paliativas, que en ningún caso arreglan los problemas de fondo de las economías, incapaces de crecer y generar empleo. Le ocurre a España y también le está pasando a Alemania. Pero ya se sabe lo que sucede cuando un toxicómano sufre el síndrome de abstinencia y se le suministran más dosis: se le pasa el dolor a corto plazo, aunque la situación se agrave un poco más.

Una medida paliativa, que sostiene los mercados, pero no arregla los problemas de fondo: el crecimiento y el empleo.

Mario Draghi es consciente de que si la Eurozona no ha saltado por los aires es por él: los ataques a la deuda soberana llevaron a la moneda única a una situación agónica desde finales de 2011 hasta julio de 2012. Lo tuvo que arreglar de manera personal, a base de inyecciones de liquidez especiales y declaraciones que garantizaban la unidad. Con el LTRO (Long Term Refinancing Operation) inyectó más de un billón de euros en los bancos y los estados. Por otro lado, el anunciado y aún no utilizado programa de compra de bonos OMT (Outright Monetary Transactions) también ha tenido un efecto balsámico, traducido en rentabilidades de la deuda alejadas de la cota de rescate.

Una influencia total, incluso desesperante. Las economías dependen totalmente de quien maneja la política de tipos y es capaz de inyectar dinero, aunque sea a base de imprimirlo sin más. Tipos cero y dinero impreso, que evitan un colapso bancario y financian a los estados, no importa el volumen de deuda que genere, ni que las economías sean incapaces de crecer.

Tipos al cero y toda la liquidez necesaria: la 'japonización' de la economía es un hecho también en la Eurozona. 

Es decir, la 'japonización' está aquí, y no parece que Draghi, ni Bruselas ni Moncloa sea capaces de invertir la tendencia.  Como única respuesta, el BCE sigue inyectando cuidados paliativos, ya claramente a contracorriente de una Ángela Merkel que gobierna en clave germana y excesivamente electoral. Así, es la entidad con sede en Frankfurt quien intenta suavizar como puede la austeridad que tanto está atenazando las economías.

Prefabricado

La inyección de dinero masivo prefabricado sirve para que los bancos puedan dotarse de la liquidez necesaria y colocarla en deuda pública.

Con ella, España consigue cubrir sus necesidades de financiación acuciantes, aunque elevando su endeudamiento, que a estas alturas ya ha superado el 100%. Este país siempre había señalado a sus vecinos Francia, Italia o incluso Alemania, que superaban esa cota, como economías con más problemas de endeudamiento. Ahora, también el Gobierno de Mariano Rajoy tiene tres dígitos sobre PIB.

La inyección masiva de dinero en los mercados al menos ha logrado un estrechamiento de primas de riesgo muy palpable. En el caso doméstico, está claramente por debajo de los 300 puntos básicos y, si no ocurre nada extraño, el bono a 10 años puede colocarse por debajo del 4,00% en cuestión de días.

Ni los bancos centrales ni los políticos dan muestras de saber romper el círculo vicioso en el que están inmersos los estados. 

Unas cifras que son un alivio para un Gobierno que hace menos de un año solicitó un rescate financiero. Esos momentos agónicos han pasado, pero el famoso estímulo a la economía sigue sin llegar. No dan con ellos los políticos y tampoco lo consiguen los bancos centrales.

El propio presidente del BCE mostró ayer su impaciencia, lanzando un mensaje a la clase dirigente: “no basta sólo con subir impuestos”, dijo, tal vez en un exhorto a que emerjan algunos bríos liberalizadores que brillan por su ausencia.

Los inversores estuvieron descontando desde hace algunas semanas esta medida, que ha servido de pretexto para que los mercados de deuda europeos se hayan animado. El dinero inyectado a espuertas por los bancos centrales entran en los bonos del viejo continente y se refugia en ellos, ante el atractivo diferencial de rentabilidad.

Los bancos toman el dinero en origen y ganan dinero con él prestándoselo a los estados. Lo hacen todos, incluso los más grandes. Pero, a su vez, llenan sus balances de activos que podrían considerarse tóxicos, al ser Gobiernos en recesión y cercanos al bono basura. Un escenario lleno de zombies.

Mario Draghi bajó los tipos porque no hay riesgos inflacionarios, algo obvio en un entorno de contracción económica y a contracorriente de los deseos de Ángela Merkel, que no ve con buenos ojos esta orgía de dinero gratis que alivia la presión de los Gobiernos y evita que se afronten medidas incómodas. 

Pero la eterna cuestión es saber cuándo va a llegar por fin a la economía real esta cantidad ingente de liquidez. De momento, no hay noticias de nadie que sepa romper este círculo vicioso. 

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