Quantcast

Cultura

Silicon Valley, ganador cultural de la crisis del coronavirus

Silicon Valley
Imagen aérea de Silicon Valley, en California.

Poco después de anunciarse la suspensión de las clases en Madrid, empezó a quedar clara la victoria de Silicon Valley. El filósofo Fernando Broncano, especialista en tecnología, comentaba la jugada en sus redes sociales: “Segundo día de encierro. Aprendiendo a trabajar con la aplicación de Aula Virtual en Blackboard, una aplicación que compra la universidad y que se almacena en Amazon, donde depositaremos nuestra sabiduría ahora. Ayer (por el jueves) la aplicación Collaborate tuvo que multiplicar por diez su reserva de espacio en las nubes de Amazon al entrar en uso todas las universidades españolas. Es nueva esta experiencia de que las universidades públicas dependan de plataformas privadas para almacén de datos”, denunciaba, añadiendo que “también disponemos de un Drive de Google corporativo”. ¿Se hará cada vez más dependiente la universidad española de oligopolios tecnológicos estadounidenses?

Grandes diarios económicos como el Financial Times llevan años advirtiendo de que los gigantes de Silicon Valley empiezan a acumular más poder que los estados nacionales. El pasado verano llegó el mejor ejemplo de las dificultades para poner límites a un gigante como Amazon. El gobierno francés, que siempre ha presumido de mimar a su sector cultural, quiso equilibrar la balanza de poder anunciando un impuesto del tres por ciento a cualquier gigante tecnológico que facturase más de 750 millones de euros globalmente y 25 millones de euros en Francia. La respuesta de Jeff Bezos fue amenazar inmediatamente con aplicar un 3% a cualquier empresa francesa (pequeña, mediana o grande) que utilizase sus plataforma. La capacidad de gravar actividades económicas solía estar reservada a los Estados, pero esos tiempos pasaron. Donald Trump mostró su apoyo a la decisión de Bezos, atacando la “idiotez de Macron” y afirmando que solo Estados Unidos podía subir los impuestos a Amazon.

https://twitter.com/realDonaldTrump/status/1154791664625606657?ref_src=twsrc%5Etfw

Perdidas a corto, beneficios a medio plazo

En principio, puede parecer que Silicon Valley son los grandes perdedores de la crisis del coronavirus. Por un lado, las acciones de los GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) perdieron 400.000 millones de capitalización bursátil en solo día. También se pueden contar como reveses la suspensión del Mobile World Congress de Barcelona y de la cancelación física de la conferencia de desarrolladores de Google I/O 2020. A pesar de todo esto, hay beneficios a medio y largo plazo: Ekaitz Cancela, autor del ensayo Despertar del sueño tecnológico (Akal, 2019), explica a Vozpópuli cómo la alerta médica está sirviendo para recuperar el prestigio que perdieron con el escándalo de Cambridge Analytica. “Facebook ha suprimido de su plataforma buen parte de las noticias falsas que hablan de recetas mágicas contra el virus o que elevan las máscaras a la mejor barrera de contención contra la epidemia. También ha puesto fin a las teorías de la conspiración que atribuyen la epidemia a China, a los demócratas o a las grandes farmacéuticas. Mark Zuckerberg incluso ha ofrecido anuncios ilimitados a la Organización Mundial de la Salud. También, junto a Twitter, han bloqueado las campañas de desinformación rusa”, resume.

"El Gobierno vasco dotó a sus colegios con miles de Chrome Books, la Universidad Carlos III se puso al servicio de Google el pasado año y Google Classroom fue una de las aplicaciones más descargadas de los últimos días", advierte el ensayista

Todo suena muy bonito porque los beneficios dependen de resucitar su dañada imagen pública.  “En un momento en el que el debate sobre la regulación era intenso y que su papel en una democracia parecía cuestionado, ambas empresas vuelven a erigirse como las únicas puertas de acceso a la gestión del conocimiento. También ha ocurrido un suceso algo kafkiano: se ha cancelado la conferencia antimonopolio más importante del año, organizada por la American Bar Association y que reúne a 3.000 abogados en la materia junto a personajes críticos como Margrethe Vestager (Comisaria Europea de la Competencia)o Ken Paxton (político cercano al Tea Party, exfiscal general de Texas), ambos con procesos abiertos contra las grandes tecnológicas”, subraya el ensayista. Silicon Valley tiene poder para surfear cualquier crisis, pero sus detractores disponen de muchos menos recursos. El libro de Cancela fue presentado por Evgeny Morozov, uno de los mayores expertos en tecnopolítica del mundo. Ambos coinciden en que la excesiva concentración del sector tecnológico implica el riesgo de que cualquier error provoque fallos en cascada del sistema.

¿Qué escenarios futuros se nos presentan? “Caso de prolongarse la epidemia, también puede empujar a los propietarios del 'software' a adquirir responsabilidades en lo que respecta a intermediar en la educación digital. En un momento de urgencia, ¿quién va a apostar por desarrollar 'software' libre y de código abierto o incluso pensar en formas de compartir datos fuera de las plataformas digitales si estas han ido conquistando cada parcela del ámbito educativo? Por ejemplo, antes de la epidemia, el Gobierno vasco ya dotó a los colegios con miles de Chrome Books, los cuales están en cada vez mas colegios. También la Universidad Carlos III se puso al servicio de Google el pasado año. Y Google Classroom fue una de las aplicaciones más descargadas de los últimos días, lo cual refleja la falta de una infraestructura pública”, lamenta. Vivimos en una situación donde “toda institución educativa o cultural requiere acceso a sus datos y a las capacidades computacionales que ofrecen estas enormes empresas”, remata.

Imperialismo digital

Estamos ante un problema del que ya nos advirtió el profesor Siva Vaidyanathan, historiador cultural y profesor de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Virginia. De hecho, acuñó un terminó para describirlo: imperialismo estructural. Así lo explicaba durante la entrevista que le hice hace ocho años: “El Imperio británico construía un tren entre El Cairo y Alejandría para reforzar la dominación. Hoy no debemos descartar que se usen lógicas similares para controlar a los internautas. La estructura de las grandes empresas tecnológicas impone sus prioridades a la mayoría social. Tampoco quiero exagerar: estoy hablando de una forma muy blanda de imperialismo, donde nadie muere, ni hay campos de concentración, pero debemos preocuparnos porque afecta a nuestras vidas. El imperialismo funciona mejor con las empresas porque los clientes las encuentran inofensivas. En el siglo XIX, los gobiernos europeos ondeaban las banderas de la cristiandad y la civilización, mientras que el nuevo imperialismo vende eficacia, tecnología y progreso”, señalaba. Términos como "eficacia" y "progreso" no significan nada, a no ser que nos expliquen hacia dónde están enfocados, que casi siempre es la acumulación de poder y los beneficios privados.

"Hay que descentralizar nuestro sistema, basado en laboratorios de élite como el MIT y sistemas cerrados para la población", propone el profesor Vaidyanathan

Vaidyanathan, autor del ensayo La Googlización de todo y por qué deberíamos preocuparnos (2016), no es ningún apocalíptico, pero sí un escéptico sobre cómo funcionan estas grandes corporaciones en la práctica. Por encima de todo, critica la excesiva concentración y el blindaje de saberes que necesita toda la sociedad. “Hay que descentralizar nuestro sistema, basado en laboratorios de élite como el MIT y sistemas cerrados para la población. Lo ideal es que haya una máxima apertura para que todo el mundo pueda contribuir al diseño de nuevos usos y aplicaciones”, explica.

También pone ejemplos prácticos:“Enseñar programación ayudaría a entender la tecnología, igual que enseñar otro idioma les ayuda a entender operaciones lógicas de comunicación. Si para los jóvenes el lenguaje fuese una operación mágica nunca aprenderían a manejarlo bien. Deberíamos animarles a que se hagan 'hackers' cuanto antes. Que cojan esos aparatos, los hibriden y se inventen sus propios usos. En vez de darles iPads en clase, deberíamos entregarles ordenadores de 1985 y pedirles que los manipulen”, afirma. Termina con una analogía musical: “Escenas culturales enteras como el hip-hop o la música electrónica surgen de ‘hackear’ aparatos abiertos como el tocadiscos. Las tabletas son las cajas más cerradas del mundo. Lo único a lo que tiene acceso el consumidor es a poner o quitar las pilas", lamenta. Desde nuestro ocio cotidiano hasta las grandes universidades, Silicon Valley no deja de acumular poder cultural, sean tiempos de bonanza o de crisis. ¿Es buena idea permtirlo?

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.