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Cultura

Y el Oscar es para... ¿Obama? Del Nobel de la Paz a la meca del cine

El expresidente de Estados Unidos y su esposa, Michelle Obama, optan a su segunda estatuilla y borran las fronteras entre cine y política

El pasado año, Barack Obama y Michelle Obama ganaron el Oscar al mejor documental con su producción American factory, una cinta fruto del acuerdo entre la plataforma Netflix y el matrimonio a través de su compañía Higher Ground Productions, y este domingo su emotivo Crip Camp vuelve a aspirar al mismo galardón demostrando que en Estados Unidos la línea que divide la política y el sector cinematográfico y de contenido audiovisual de entretenimiento es muy fina o, sencillamente, ha dejado de existir.

Los Obama no fueron pioneros en viajar de la política a la meca del cine. Antes, el político y economista Al Gore, candidato demócrata en las elecciones para la presidencia de Estados Unidos de 2000, firmó el guion y protagonizó el documental Una verdad incómoda (2006), que ganó dos premios Oscar (mejor documental y mejor canción original). Aquella cinta le sirvió como medio para lanzar un contundente mensaje acerca de los efectos del calentamiento global y además recibió el aplauso unánime de la crítica.

La participación de los Obama no ha sido anecdótica y promete mucho material en los próximos años. Recientemente, la productora de contenidos del expresidente estadounidense y su mujer anunció cuatro nuevas películas y dos series de televisión para Netflix, entre ellas, la película Exit West, basada en la novela homónima del paquistaní Mohsin Hamid, y protagonizada por Riz Ahmed, nominado en los Oscar por su papel protagonista en Sound of metal.

Crip Camp, La cinta de la que son productores ejecutivos y que este domingo compite por la estatuilla a mejor documental, narra la hazaña de un grupo de jóvenes discapacitados, quienes fundaron un movimiento para luchar por sus derechos y convertirse en activistas durante su estancia en un campamento.

El cine americano siempre ha estado muy protegido por su política, por todos los políticos en general, y es parte de su cultura y de su penetración cultural y económica en el mundo"

Uno se pregunta por qué en Europa y, en concreto, en España, no existe un trasvase similar entre la industria audiovisual y la política, con ejemplos en otros ámbitos del entretenimiento como es el fútbol. "El cine americano siempre ha estado muy protegido por su política, por todos los políticos en general, y es parte de su cultura y de su penetración cultural y económica en el mundo", cuenta a Vozpópuli el productor y director español Gerardo Herrero.

"En el momento de la mayor crisis del cine en Estados Unidos, con la irrupción de la televisión y el cambio de los hábitos de los espectadores, el gobierno estadounidense aplicó una ley de desgravación del 100% para el cine para que sus películas se vieran en el mundo entero, a la hora de vender su cultura, sus coches, sus bebidas o sus pantalones vaqueros", apunta el productor de películas como El secreto de sus ojos (2009), dirigida por Juan José Campanella y ganadora del Oscar a la mejor película extranjera.

Según apunta Herrero, tanto el partido demócrata como el republicano se nutren del "dinero de productores, directores y estudios americanos", ya que se trata de una "industria poderosísima en comparación con el resto del mundo", lo que favorece las "donaciones". "Todas las grandes empresas norteamericanas están muy conectadas con la industria del entretenimiento", destaca.

Durante el rodaje en Canadá de su película El misterio Galíndez (2003), Herrero comentó al actor Harvey Keitel, uno de los protagonistas, que necesitaba el contacto de un espía para la película. El actor llamó directamente a Bill Clinton y él les puso en contacto con un exagente de la CIA"

En este sentido, el director, guionista y productor, que fundó su productora Tornasol Films en 1987, recuerda una anécdota que pone de manifiesto hasta qué punto la política y el cine están vinculados en Estados Unidos. Durante el rodaje en Canadá de su película El misterio Galíndez (2003), Herrero comentó al actor Harvey Keitel, uno de los protagonistas, que necesitaba el contacto de un espía para la película. El actor llamó directamente a Bill Clinton, que había abandonado la Casa Blanca poco antes, y él les puso en contacto con un exagente de la CIA. "El espía que contratamos para asesorar en el rodaje vino recomendado por Bill Clinton", cuenta.

Las cifras de facturación de Estados Unidos están muy alejadas a las de cualquier país europeo y, por supuesto, también a las de España, motivo por el que Herrero cree que es difícil comparar ambas industrias. "No sé si pudiera haber un expresidente español que se dedicara al cine, como no es un gran negocio lo dudo mucho, pero podría pasar", agrega el cineasta, quien en su dilatada trayectoria en el cine solo conoció de primera mano el amor de Alfonso Guerra por el cine, quien le confesó que le habría gustado ser director.

Tal y como recuerda el expresidente de la Academia de Cine Enrique González Macho en sus memorias (Mi vida en V.O., Editorial Atticus), cuando Guerra era vicepresidente "montaba un lío del carajo" para llegar a sus cines, los Renoir, donde le gustaba ver películas con "música de Mahler". Sin embargo, del resto de políticos, poco rastro de vocación cinematográfica ni amor por el cine, lejos de la lista que cada año publica Obama con sus películas favoritas del año, aunque hay algunas excepciones, tal y como se escucha de vez en cuando en el Congreso de los Diputados.

Oscar, política y opinión pública

En esta línea, el productor Álvaro Longoria, uno de los fundadores de Morena Films, ha señalado que en España "hay muchos actores y directores que ha posicionado políticamente en España", como se ha visto recientemente con el vídeo del actor y director Dani Guzmán para Podemos, pero cree que "desde la opinión pública está muy mal visto".

"Así como en Estados Unidos se entiende bastante bien la transversalidad entre política, espectáculo y televisión, aquí para la opinión pública resulta muy escandaloso, por eso los políticos se mantienen al margen para evitar que les critiquen", apunta Longoria, quien destaca que tanto en Estados Unidos como en Francia no se identifica ni se encasilla esta industria en la política, y que incluso en América se usa la "visibilidad" para hacer películas. En este sentido, cita tanto a Al Gore como al príncipe Harry y Meghan Markle, que el pasado año firmaron un multimillonario acuerdo con Netflix, aunque cree que el cambio llegará pronto en Europa. "En el momento en el que las plataformas sean mas agresivas y hagan formatos distintos, cada vez habrá más gente", opina.

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