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Cultura

‘No habrá otra primavera’, la memoria arrinconada

Mari Pau Domínguez rescata del olvido a Carmen de Icaza, una mujer fascinante cuyos principios chocaron con los patrones del franquismo

icaza
La escritora Carmen de Icaza.

"Madrid, 19-20 de julio de 1936. Las fuerzas del Gobierno de la República habían ido desplegándose como un abanico por los aledaños de la Plaza de España horas antes. La noche transcurrió en una tensa calma en la que el tiempo caía como una losa en todos los frentes. Los bandos ya estaban formados. España empezaba a llorar en dos colores opuestos". Este pasaje de No habrá otra primavera (Mari Pau Domínguez, La Esfera de los Libros), es quizá el que mejor refleja el espíritu de una novela histórica que nos descubre a un personaje fascinante, Carmen de Icaza, una de las escritoras más leídas de la España de la primera mitad del siglo pasado, autora de una novela de enorme éxito que leyeron por igual falangistas y comunistas, socialistas, fascistas y anarquistas: "Cristina Guzmán, profesora de idiomas".

Un personaje fascinante por su talento y su colosal personalidad; un personaje a contracorriente, al que Mari Pau Domínguez rescata del olvido y en torno al cual construye una historia en la que realidad y ficción conviven pacíficamente, salvando de la memoria arrinconada esa tercera España que en todo momento reivindicó con su ejemplo Carmen de Icaza. La Icaza periodista que en los meses anteriores a la guerra, sobreponiéndose a la prohibición materna, trabajó en El Sol de Ortega y Gasset para sacar adelante a una familia que atravesaba serias dificultades económicas. Y la Icaza falangista, la número 2 del aparato de propaganda del régimen, la del Auxilio Social, que defendió con uñas y dientes la autonomía de la mujer, un feminismo militante que en aquellas circunstancias era casi heroico por cuanto chocaba frontalmente con los patrones del franquismo.

Otro de los personajes que brilla en "No habrá otra primavera" es el de Carmen Díaz de Rivera, la que fuera jefe de Gabinete de Adolfo Suárez y conocida como "musa de la Transición". O más bien, el drama juvenil de Carmen Díaz de Rivera. No desvelaré más detalles al respecto, salvo recordar, para situarnos, que Díaz de Rivera fue el fruto de la relación "clandestina" de una de las hermanas de Carmen de Icaza, Sonsoles, la pequeña de la familia, y del cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer. Fue Carmen de Icaza la que tuvo que revelar a su sobrina la identidad de su padre biológico "para evitar males mayores". Y ahí lo dejo.

Carmen de Icaza fue una de las escritoras de mayor éxito en la primera mitad del siglo pasado, trabajó en ‘El Sol’ de Ortega y Gasset y defendió contra viento y marea la autonomía de la mujer

Me he guardado para el final el que a mi juicio es un brillante hallazgo de esta novela: Ernest Hemingway. El premio Nobel norteamericano vivió en el mismo Madrid que Carmen de Icaza, pero nunca se conocieron. Mari Pau, sin embargo, conecta a una y otro de una forma tan natural que es de todo punto imposible distinguir lo verosímil de la verdad, al tiempo que describe en paralelo la vida cotidiana del gran escritor en Madrid: sus excesos, sus crisis y el drama que ya asomaba por aquel entonces en la mirada de Hemingway.

Mari Pau Domínguez recupera la vida olvidada de una mujer singular, pero hace algo más: nos recuerda en esta novela que la memoria no tiene un solo color.

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