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España no es Francia, gracias a Dios (en defensa de la 'llingua' asturiana)

El presidente de la Sociedad Cultural Gijonesa responde a nuestro artículo "La lengua como arma política del nacionalismo"

Barrio gijonés de Pumarín, que acogió a familias obreras de toda España durante e
Barrio gijonés de Pumarín, que acogió a familias obreras de toda España durante el éxodo rural del siglo XX

Soy asturiano. Mi padre era de Venta de Baños (Palencia) y mi madre de Pajares de los Oteros (León). Ambos vinieron a vivir a Asturias hace ya muchos años huyendo de la pobreza, en mitad de una dura posguerra cargada de miseria y miedo. Yo me crié, y sigo viviendo a día de hoy, en un barrio obrero gijonés que se creó en pleno desarrollismo industrial franquista. Los amigos de mi infancia eran todos hijos de trabajadores emigrados de otras zonas de España: extremeños, andaluces, castellanos, gallegos y muchos leoneses. En mi barrio, prácticamente nadie hablaba en asturiano; el castellano era asumido con normalidad por casi todo el mundo. Sin embargo, creo que eso no nos hizo mejores sino que por el contrario nos impidió relacionarnos de manera más natural con la cultura y la historia de nuestra tierra asturiana. Porque si algo teníamos en común todos aquellos hijos de emigrantes del sur era nuestro profundo orgullo de ser genuinamente asturianos, como forma de sentirnos profundamente españoles.

Sinceramente, creo que las lenguas no son elementos que separan sino que, por el contrario, unen a pueblos y culturas; su reivindicación y defensa es la reivindicación y defensa de nuestro legado cultural como asturianos y españoles, como ciudadanos y ciudadanas de un mundo que hay que preservar frente a la uniformidad globalizadora. España es un gran país; a mi juicio, una gran nación y la esencia clave de su grandeza estriba en su inmensa pluralidad y variedad. España no es Francia y no lo será, a Dios gracias. Nuestro país es un país inmenso no por su tamaño ni por nuestra riqueza económica, sino por su inmensa diversidad cultural, geográfica, climática y, por supuesto, gastronómica; pero esa diversidad se manifiesta también en ese gran patrimonio que son las diversas lenguas españolas; el catalán, el euskera, el gallego, el asturiano... conforman junto con el castellano o español un patrimonio donde en buena medida reside la verdadera esencia de lo español en el sentido más amplio de la expresión.

Resistir a la globalización

Históricamente, en Asturias el idioma asturiano ha sido sinónimo de clases populares, desde los pescadores de la costa cantábrica a los campesinos de prácticamente todas las zonas de Asturias. Una lengua históricamente vilipendiada por la burguesía y la aristocracia asturiana, pero que pudo mantenerse viva gracias a que esas clases populares la vivieron durante décadas como suya, frente a la homegenizacion cultural pretendida siempre por los poderosos. Si Asturias fuera un territorio rico y boyante, con una burguesía desarrollada, el asturiano sería oficial desde hace décadas. Si no no lo es, es precisamente por una mera cuestión de clases sociales.

En Asturias no se pretende replicar modelos de inmersión lingüística que se han dado en otras comunidades autónomas bilingües, sino una oficialidad amable e integradora

Creo sinceramente que permitir que los niños y niñas en Asturias, a diferencia de los de mi generación, puedan acercarse, conocer y hablar la antigua lengua de nuestra tierra es algo que nos puede servir para crecer como asturianos y también como españoles. Perder esa diversidad, perder esa riqueza cultural en nombre de pretendidas rentabilidades económicas, bajo el discurso de "mejor aprender inglés que asturiano", es renunciar a parte de nuestro legado cultural como asturianos, pero también como españoles, en nombre de una pretendida modernidad made in Netflix en la que, poco a poco, la lógica de los mercados nos va engullendo hasta arrebatarnos nuestra identidad colectiva, hasta convertirnos de ciudadanos soberanos, a meros consumidores en un mundo global, diluyendo en ese proceso democracia y soberanía.

En Asturias no se pretende replicar modelos de inmersión lingüística que se han dado en otras comunidades autónomas bilingües, sino que por el contrario se plantea un modelo de oficialidad lingüística a la asturiana, adecuado a nuestra realidad social. Una oficialidad amable e integradora, capaz de mantener vivo ese patrimonio que es la Llingua Asturiana y que forma parte de la riqueza cultural de España.

Pedro Roldán García es presidente de la Sociedad Cultural Gijonesa.

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