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Televisión

HACIENDO ZAPPING

La España de la sábana

Esta semana en 'Sálvame' pudo verse a Kiko Hernández sacando de un hotel a una mujer presuntamente amenazada. Todo en directo. Porque parece que todo vale en televisión

Momento en que Kiko Hernández traslada bajo una sábana a un presunto familiar de Antonio David.

Pensaba en que hay vida televisiva más allá de El juego del calamar. Y me acordaba de una serie tan impactante como El colapso que, en caso de haberse emitido en Netflix, quizás estaría arrasando en la conversación pública. O del fantástico drama de Mare of Easttown que ya comentamos un día. Pensaba en todo ello cuando sonó el teléfono. Dudaba si contestar o no, pero luego, tras la conversación con mi amiga enfurecida, entendería que había ocurrido un momento cumbre de la televisión en España.

-¿Has visto la sábana?

-¿De qué me hablas?

-De la sábana. De Kiko Hernández en Sálvame saliendo de un hotel con una mujer, una presunta familiar de Antonio David Flores que, para ocultar su identidad, iba tapándose con una sábana blanca.

-A ver, querida, ¿has bebido algo?

-No he bebido nada, imbécil. Acaba de ocurrir. Ha sido en Málaga. Iban a entrevistar a una mujer que dice ser familia de Antonio David. Iba a hablar sobre la separación del ex guardia civil y Olga Moreno. Se supone que iba a contar detalles sobre la pareja o ex pareja o lo que sea. Pero, según acaban de decir, al final esta testigo se ha echado atrás por las amenazas recibidas. Para salvarla, Kiko la ha sacado de allí cubierta con la sábana.

-Por una vez Sálvame sí que salva a alguien.

-No te cachondees. La cosa parece seria. La persona que estaba bajo la sábana parecía estar temblando. Luego han conectado desde el coche. Todo en directo. De locos. Han sido unos momentos tremendos.

Lo tremendo es que haya personas que puedan disfrutar viendo esas imágenes. Que se las crean. Que se las beban. Que sufran, incluso, asistiendo a este espectáculo incalificable

-Tremendos, eso seguro. Aunque lo verdaderamente tremendo, sin haberlo visto aún, es que semejante esperpento se emita. Y, ya puestos y aunque pueda dolerte, lo que supera los límites imaginables del tremendismo es que haya personas que puedan disfrutar viendo esas imágenes. Que se las crean. Que se las beban. Que sufran, incluso, asistiendo a este espectáculo incalificable. Pero claro, esa España existe. Es la España de la sábana en Sálvame.

-Ya está el exagerado otra vez. Te lo tengo dicho y repetido: muchos vemos esto para reírnos, como modo de diversión, sin siquiera creernos todo lo que pasa. No somos todos unos ignorantes que se quedan embobados frente a la pantalla.

-Tienes toda la razón. Y eso es lo malo, precisamente. Vosotros sois los peores. Porque la ignorancia o la estupidez pueden perdonarse, pero esta suerte de masoquismo o de hedonismo o de pasotismo que consiste en tragarte cualquier cosa aunque sea infecta como mera forma de pasarlo bien no tiene perdón posible. Alimentáis barbaridades como la que acaba de ocurrir. Es más, con vuestra actitud provocáis que cosas así puedan emitirse. Y ojo, no estoy hablando del componente moral del asunto, sino de la ética, de la honestidad, de la vergüenza que tendría que tener una cadena de televisión.

-Anda ya, te estás pasando.

-De pasarme nada. Cuando conviene, todos nos ponemos estupendos para defender causas que en verdad son justas. Pero en el día a día permitimos que se frivolice así con cosas como las amenazas de muerte o como las personas que realmente tienen que ocultar su identidad por estar en peligro. Aquí nadie se escandaliza. Se rebasan todos los límites. Y las risas justifican cualquier tropelía porque, como son programas de entretenimiento, todo está permitido. Pero para mí no tiene gracia alguna.

-¿Y si lo que ha pasado es verdad y no una forma de frivolizar?

-Mira, si fuera verdad que esa persona estaba amenazada en esos momentos, eso no debería haberse emitido. Y si no fuera cierto, menos aún. Ni como realidad ni como farsa. Porque no todo vale o no todo debería valer para que la España de la sábana se ría. En fin, te dejo, que tengo mucho lío.

-Qué borde.

-Adiós.

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