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Política

Así corrigió la Constitución Camilo José Cela: "Bandera roja y gualda es una cursilería"

El escritor Camilo José Cela en una imagen de archivo.

Pocas Cartas Magnas pueden presumir de haber sido corregidas por la pluma de un Premio Nobel. La Constitución Española de 1978 sí. Tampoco son muchos los novelistas que han tenido la oportunidad de perfeccionar el texto de la ley fundamental de su país. Corría 1977 cuando el Rey Juan Carlos designó senador al escritor Camilo José Cela junto a otros cuarenta parlamentarios y se produjo la excepción. 

El resto de miembros que componían las Cámaras fueron escogidos por sufragio universal, así que, al colgar el teléfono a Zarzuela, el autor de La Colmena se sintió un privilegiado. Su cometido, más que bajar a la arena política, iba a ser otro bien distinto: limpiar y dar esplendor al texto constitucional.

"Decir bandera roja y gualda es una cursilería, ¿quién entiende lo que quiere decir gualda?", se preguntaba por aquel entonces el de Iria Flavia, según cuenta a 'Vozpópuli' Fernando González Fernández-Corugedo, uno de sus más estrechos colaboradores"Le parecía ridículo", recuerda. Por ello trató de remediarlo a golpe de enmienda.

Cela presentó un total de 40 enmiendas por motivos gramaticales al proyecto de Constitución

De acuerdo a los datos facilitados por el Departamento de Archivo del Senado, Cela presentó un total de 40 enmiendas por motivos gramaticales al proyecto de Constitución. Una de ellas, presentada al artículo 4, hacía referencia al asunto rojigualdo.

Si el texto original decía que "la bandera de España es de tres franjas horizontales. Roja, gualda y roja, siendo la gualda de doble anchura que las rojas", el también autor de La familia de Pascual Duarte propuso cambiar el verbo 'es' por 'consta'; el adjetivo 'gualda' por 'amarilla' e introducir un 'cada una de' delante de 'las rojas'.

Así lo justificó en su enmienda: "La bandera de España, como todas, es de trapo y puede ser de papel. Gualdo, gualda. Es castellano, sí, aunque de origen bárbaro y uso no muy extendido. Es preciso fijar que es cada una".

Detalle de algunas enmiendas presentadas por Cela en la Comisión del Senado que estudiaba el texto constitucional

"Cuando recibió la noticia de que iba a convertirse en senador real se puso muy contento, a cualquiera le hubiese entusiasmado colaborar en la redacción de un texto tan importante y que los españoles iban a utilizar durante tanto tiempo", recuerda González Fernández-Corugedo, que trabajó durante más de 20 años para el conocido escritor.

Desde el punto de vista lingüístico, la Constitución tiene muchos errores y es muy hortera en general"

A Cela, la forma de redactar la Carta Magna le resultaba "muy hortera". "Desde el punto de vista lingüístico, la Constitución tiene muchos errores y es muy hortera en general, en su manera de decir. ¿Por qué? Porque les salió así. Pero lo importante es que tengamos Constitución; parece que estará pronto y confío en qué sea útil", explicó el entonces senador real en un artículo publicado en la edición impresa de 'El País' del 3 de octubre de 1978.

Desde Mallorca, su más fiel colaborador apunta que había algunos senadores, como Marcelino Oreja Aguirre, que, según Cela, "se la cogían con papel de fumar". "Hizo algunas correcciones, pero puramente de estilo y gramaticales, no se quiso meter en política", reconoce este asturiano licenciado en Derecho afincado en las Islas Baleares. "Surgían muchas gilipolleces", zanja.

Enmendador por excelencia

Cela, que se convirtió en el enmendador por excelencia, también fue el propulsor del cambio del artículo 57, sobre la sucesión en el trono. Se decía: siendo preferido el varón a la hembra y se acabó diciendo: el varón a la mujer. Respecto a lo señalado en otro artículo (Todos tienen derecho a la vida y a su integridad física), el académico defendió que debería decir: todas las personas tienen derecho a la vida.

Aunque estaba "entusiasmado" por corregir el texto por el que se iba a regir la legislación española, no todas sus enmiendas prosperaron. Al llegar el 31 de agosto, algo cansado de esta ardua tarea, se despidió así de sus colegas en la Cámara Alta: "Adiós señorías, voy a despojarme de este traje de chupatintas con sabor a enmienda".

"Comencé a trabajar con él en 1967, cuando aún me faltaban cuatro meses de milicia universitaria y nunca me pareció un ogro. Eso sí, con los periodistas siempre fingía estar cabreado porque le hacían muchas peticiones y, aunque era muy trabajador, no podía atender a todos", rebela entre risas. "No he vuelto a reírme en mi vida como lo hacía con él", recuerda nostálgico González Corugedo.

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