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Opinión

Volver

Imagen de archivo de un acto de campaña de ERC en Lleida.

Decir que la vida es un tango no es ninguna novedad, pero que la política catalana lo tenga como banda sonora, sí. Vean, si no, el retorno de Ernest Maragall al terreno municipal en Barcelona. Puro Gardel y su eterno “Volver”.

Que veinte años no es nada

Anda Esquerra compadreando como un morocho cualquiera proponiendo a Ernest Maragall que encabece su candidatura en las próximas municipales. Puro malevaje. Ernest bien podría entonar el tango que habla de volver y de como las nieves del tiempo platearon sus sienes, porque veinte años no son nada y siempre se vuelve al primer amor. Que amor fue, y no otra cosa, lo que vivió Ernest en aquel ayuntamiento gobernado por su hermano Pascual en el que disfrutó de un enorme, tremendo poder. Nadie en el PSC ni en el grupo municipal socialista le tosía. Era buenos tiempos para el todopoderoso germanet, el hermanito, que, parapetado en su despacho del edificio de Estadística del consistorio barcelonés, hacía y deshacía listas, cargos, prebendas y componendas. Bien puedo atestiguarlo porque lo viví en primerísima persona a propósito de la inclusión en la lista como candidata a salir elegida como regidora de una ex pareja mía. Tuvo parado el comité de listas todo un día, esperando respuesta de la interesada. Finalmente, aceptó, yendo en un puesto en el que se garantizaba que saldría como concejala y salió, vaya si salió. Puro politburó. Añado que, de la misma manera que la colocaron para estar entre los elegidos, al finalizar el mandato, la eliminaron limpiamente de la misma manera. Adiós muchachos, compañeros de mi vida, farra querida de aquellos tiempos…

Quizás Esquerra haya optado por Ernest Maragall para intentar concitar las simpatías del antiguo votante maragallista, temerosos de que Manuel Valls pueda quedarse con esa porción de electorado. Quién sabe. Que a Alfred Bosch, ganador reciente de unas primarias en su partido como candidato a la alcaldía, también se lo han ventilado de un plumazo es evidente. Todos los partidos vienen a ser iguales en lo que se refiere al dedazo y no conocen ni a su padre cuando de ganar votos se trata. La política es una máquina de trinchar carne sin piedad ni miramientos. Maragall ha hecho valer, y en eso tiene razón, que el pobre Bosch ha tenido un perfil más que bajo en estos años. Su fichaje estrella, el actor Juanjo Puigcorbé, tuvo que abandonar el grupo de Esquerra por un presunto escándalo acerca de insultos a funcionarios, las propuestas efectuadas por Esquerra han sido pocas y más bien grises y sus regidores solo han servido para darle un cierto oxígeno a la de por sí asfixiada Ada Colau. Así que Bosch deja de ser el número uno. Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa, yira, yira, aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano ni un favor…

Quizás Esquerra haya optado por Ernest Maragall, temerosos de Manuel Valls

Dicho lo cual, Maragall tiene ante sí un panorama más que oscuro, porque ni estamos en los dorados años olímpicos ni el es, para qué vamos a engañarnos, aquel Pascual que oponía su frescura y su juventud frente al ya por entonces viejo Jordi Pujol. Ahora es Ernest el anciano con pinta de abuelo Cebolleta, cascarrabias e intemperante, quien deberá plantar cara a otros candidatos. Qué cosas tiene este terrible mundo de la política.

Bajo el burlón mirar de las estrellas, que con indiferencia hoy me ven volver, dice el tango, y esto puede acabar por sucederle a Maragall, que las estrellas esteladas lo vean como una rémora del pasado, un artículo de anticuario, una pieza de museo que está bien mantener en una vitrina y poca cosa más. ¡Ay, Ernest, Conseller de no se sabe qué de Exteriores y ahora candidato piantao! Cuando la suerte que es grela fayando y fayando te largue parao; cuando estés bien en la vía, sin rumbo, desesperao; cuando no tengás ni fe ni yerba de ayer…

He dicho que el tango apropiado sería Volver, pero, pensando detenidamente, acaso sea Cambalache.

Todo es igual, nada es mejor

Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos diez y en el dos mil también, canta Julio Sosa amargueando de puro Discépolo, y bien pueda ser que la porquería sea extensible al dos mil dieciocho. Porque el egoísmo y la vulgaridad es tremenda en la política española y, por tanto, en la catalana. Que la pelea por Barcelona tenga como protagonistas a medianías como Ada Colau, que a este paso se quedará sola, fané y descangayada o al mismo Maragall sería descorazonador si no fuese porque Valls promete traer algo de amenidad a ese patio de vecindad de posguerra en el que se ha convertido el debate político en esta tierra.

¿Qué puede aportar de nuevo el populismo separatista y el populismo podemita que no hayamos escuchado una y mil veces? ¿Será la misma letra y la misma monótona tonada de siempre, la que se repite hasta adquirir un color de melancolía, de infinita tristeza por inevitable y machacón? He dicho patio de vecindad de posguerra y rectifico. En aquellos espacios humildes, hechos a base de olor a sofrito, linimento Sloan, Zotal, concursos radiofónicos presentados por Bobby Deglané y coplas de Estrellita Castro había mucha más humanidad que en las discusiones bizantinas, torticeras y deshumanizadas de aquellos que reclaman para sí la copa mundial de defensores de la democracia y de las gentes de abajo.

¿Qué puede aportar de nuevo el populismo separatista y el populismo podemita que no hayamos escuchado una y mil veces?

Bien se conoce que hay muchos a quienes gusta estar instalados entre el moho de siempre, pero hay que airear la casa, abrir las ventanas y dejar que entre el aire, que el ambiente está más que viciado por el humo del proceso. No será fácil, porque anda el licenciado Torra predicando una lista de unidad separatista. Se la ve venir y no tiene claro que Pilar Rahola sea el parapeto eficaz que muchos exigen. Así que ya lo ven, Ernest Maragall aún no se ha instalado en la edición catalana de locales como La Viruta o el Tortoni, puras catedrales bonaerenses del tango y ya hay quien le disputa el sito.

Y es que Barcelona, escenario señero de figuras del tango como el célebre trío Irusta, Fugasot y Demare, la ciudad que vio pasar al mítico Carlitos Gardel, la tierra en la que todo el mundo sabía de memoria piezas como Con su permiso, señor comisario, La Cieguita, Noche de Reyes o El día que me quieras, es un lugar resbaladizo para aquellos que no saben interpretar el ritmo del tango en su sensual plenitud, con sus giros, su salvajismo casi de Java apache. No es sitio pa melindres ni pa gente que no sepa pelechar de puro fiero carneando ande más le duela al atorrante, al boludo, al turro, al perejil.

Ahí es donde se juegan el futuro Barcelona, Cataluña y España, porque esa va a ser la madre de todas las batallas y el fielato por el que se medirá si el constitucionalismo tiene aún valía o es nomás pura chicana.

Uno ya no sabe, porque Discépolo, con mala leche porteña, nos advirtió que Los inmorales nos han igualao, de la misma manera que Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor, no pienses más, sentáte a un lao, que a nadie importa si naciste honrao.

Ahora, a ver quién es el piola o la papirusa que se atreve a abrir el baile.

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