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Opinión

Últimos cartuchos

El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, pasa ante los miembros del Gobierno Pedro Sánchez (4d), Carmen Calvo (3d) y los ministros Josep Borrell (2d) y Dolores Delgado (d)

Meses de carencia sin Plenos del Congreso de los Diputados porque fuera del periodo de sesiones sólo funciona la Diputación Permanente y porque todo estuvo girando en esos meses alrededor de las negociaciones para el intento de una segunda investidura que pudiera acometer el líder del Partido Socialista Pedro Sánchez. La cita de ayer era a las nueve de la mañana. El ambiente, el de la vuelta al cole. En el palacio de la Carrera de San Jerónimo discreta afluencia de periodistas, básicamente los componentes de la lista de sospechosos habituales. En la Tribuna de Prensa que se abre sobre el hemiciclo, tan sólo quince. Puntualidad casi taurina después de que sonara durante dos minutos por todo el edificio la sintonía que alerta de la inminencia.

Atuendos por lo general correctos. En el calzado se observa cómo van ganando puntos las deportivas, tanto en varones como en mujeres. Meritxell Batet, la presidenta, abre la sesión. Muy visibles los escaños vacíos de los diputados de Esquerra Republicana de Cataluña que han hecho novillos para cumplir con la convocatoria de la Diada en Barcelona. Pésima impresión visual de las chaquetas colgadas en los respaldos de los asientos de algunas diputadas. Falta también Pablo Manuel Iglesias, el líder de Unidas Podemos, que se incorpora con algunos minutos de retraso. Puede que fuera por el descenso de las temperaturas pero, esta vez, trae chaqueta lisa en tonos azules, camisa blanca sin corbata y coleta bien tirante.

La comparecencia, según reza la convocatoria del Pleno, es a petición propia del presidente del Gobierno para dar cuenta de los Consejos Europeos de los días 20 y 21 de junio y del 30 del mismo mes, donde se acordaron nombramientos decisivos como el del presidente del Consejo, Charles Michel; la de la Comisión, Ursula von der Leyen; la del Banco Central Europeo, Christine Lagarde; el del Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común, Josep Borrell. A todo ello se refiere desde la tribuna de oradores el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, dando lectura a los folios que trae preparados de casa.

Lo hace sin limitación de tiempo, empleando un tono apagado, propio de los contables cuando son llamados a informar al consejo. Sánchez trata también del brexit y la incertidumbre que incrementa para subrayar que frente a las pretensiones del premier británico, Boris Johnson, por parte de la UE no cabe negociar lo que ya ha sido acordado. En cuanto la intervención de Sánchez alcanza velocidad de crucero, un buen número de diputados prefiere desentenderse de lo que dice el orador y optan por conectarse a sus teléfonos móviles para intercambiar mensajes con frenesí. El presidente pondera que contra todo pronóstico las elecciones del 26 de mayo al Parlamento Europeo registraran un alto índice de participación y que las formaciones populistas de marcado carácter antieuropeo obtuvieran resultados muy por debajo de los sondeos sin capacidad para bloquear las nuevas fases de la construcción de la UE. 

Llegará el día 12 y se desencadenará de manera automática la convocatoria de elecciones a celebrar el diez de Noviembre. Se admiten apuestas

La intervención de Pedro Sánchez me devolvía el recuerdo de un Julio Cerón arruinado, explicando que nunca pudo imaginar que los norteamericanos se fueran de la UNESCO con la consecuencia de que sus ingresos como traductor se redujeran drásticamente. Tampoco la salida sin acuerdo del Reino Unido era previsible, de ahí que la evaluación de sus efectos deje mucho que desear. Era obligado un pasaje por Gibraltar pero lo hizo sine ira et studio. Hubo muy escasas interrupciones por aplausos, pero cuando se produjeron quedó claro que su prolongación más de la cuenta era debida a que en los grupos parlamentarios todos tienen muy bien aprendido que es muy inconveniente ser el primero en dejar de aplaudir. Luego, de mayor a menor, fueron subiendo a la tribuna a dar la réplica al presidente los portavoces de los Grupos, yendo de mayor a menor hasta concluir con Adriana Lastra, que lidera el grupo socialista que apoya al Gobierno.

Pablo Casado lo hizo sin papeles con una retentiva envidiable para los números. Lástima que en su réplica el presidente Sánchez los pusiera en cuestión aportando otros más depurados. Albert Rivera empleó su turno para advertir que presentará una ley de manera que en adelante el jefe del Gobierno deba comparecer por adelantado cuando haya de acudir al Consejo Europeo en busca de un mandato preciso de lo haya de defender. Qué bonito sonaba pero que tortura sería si algún día Rivera alcanzara la presidencia del Gobierno porque como siempre todo lo que ayuda a ganar las elecciones se erige en inconveniente al día siguiente de la victoria en las urnas.

Llegado su momento, Pablo Manuel Iglesias fue llamado a estrados por la presidenta Batet como portavoz del Grupo Parlamentario Confederal de Unidas Podemos-En Comú Podem -Galicia en Común. Desde el primer momento se puso a favor de un Gobierno estable que apueste por los derechos sociales ne la UE. Lo hizo sin más apoyo escrito que el de un cuaderno tamaño cuartilla, garantía de elaboración manual sin recursos informáticos de corta y pega. Iglesias dejó caer que nadie se había referido a la recesión que viene y elogió la flexibilidad italiana donde insultos y descalificaciones para nada empecen acuerdos a continuación. Se mostró dolido de que Pedro Sánchez en sus réplicas dedicara casi cuarenta minutos suplicante ante el líder del PP, mientras que a él le despachara con cinco.

Al concluir la sesión nadie albergaba la más mínima duda. Habíamos escuchado los últimos cartuchos. No habrá segundo intento de Pedro Sánchez de una nueva investidura. Llegará el día 12 y se desencadenará de manera automática la convocatoria de elecciones a celebrar el diez de Noviembre. Se admiten apuestas.     

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